Todavía no da tanto dinero como el tráfico de cocaína, pero el contrabando de basura tóxica crece al mismo ritmo. Y es menos arriesgado porque apenas está perseguido. Las mafias de todo el mundo, con la italiana a la cabeza, han visto claro el negocio.

Occidente necesita deshacerse de su porquería. Hacerlo legalmente es muy caro. Con ellas sale más barato, eso sí, mientras no les preguntemos cómo y dónde la tiran.

Algo olía a podrido en Costa de Marfil, concretamente a huevos podridos. Esaie Modtu, jefe de una aldea de pescadores de AbidYán, recuerda aquel pestazo a azufre que sorprendió a sus vecinos una mañana de verano de 2006.

«De repente, respirar se hizo muy difícil. La gente empezó a ponerse enferma. Y en pocos días varias mujeres abortaron.» Los hospitales se llenaron de pacientes con los mismos síntomas: irritación de los ojos y garganta; asfixia, vómitos de sangre, desmayos... El doctor Jean Louis Louya sospechó enseguida la causa: intoxicación por ácido sulfídrico, un gas letal en altas concentraciones. Pero no podía imaginarse la magnitud del desastre. A los cientos de personas que habían inhalado los humos sulfurosos se añadieron miles que bebieron el agua de los ríos y lagos a los que llegó el veneno por las escorrentías. La emergencia sanitaria se saldó con 16 muertos y 108.000 afectados.

En realidad, algo huele a podrido en Europa. El Tribunal de Apelación de La Haya ha dictado una sentencia histórica. Condena a la multinacional petrolífera Trafigura a pagar una multa de un millón de euros por exportar ilegalmente basura tóxica a Costa de Marfil. ¿Qué ocurrió? Un barco llamado Probo Koala, fletado por Trafigura, llega a Róterdam para descargar 500 toneladas de residuos. Cuando las autoridades se percatan de la peligrosidad del cargamento, exigen un tratamiento previo. Esto encarecía mucho la operación (medio millón de euros) y la compañía decide irse con la porquería a otro país. Así llega al puerto de Abidyán. Convence a las aduaneros africanos de que su cargamento es inofensivo y subcontrata a una empresa local para hacer el trabajo sucio. Los subcontrastistas cargan sus camiones desvencijados y los descargan donde les da la gana. Trafigura asegura que actuó de buena fe y se lava las manos. Cuando el asunto se pone feo, emplea el dinero que no se había gastado en limpiar los residuos para contratar al mejor bufete de abogados y que limpien su reputación. Consigue que los jueces prohíban la publicación de un informe confidencial demoledor. Pero twitter burla la censura. Trafigura acepta entonces indemnizar a unos 30.000 damnificados, aunque seguía proclamando su inocencia hasta que, hace un mes, la justicia holandesa llamó a las cosas por su nombre.

«Desgraciadamente, no se trata de un hecho aislado. Recordemos el tráfico de residuos electrónicos a Nigeria, Ghana o Pakistán», recuerda Julio Barea, de Greenpeace. La Convención de Basilea, que prohíbe estas prácticas, es papel mojado. Un ejemplo: casi siete millones de toneladas de equipos electrónicos salen ilegalmente de la Unión Europea cada año. Greenpeace colocó un dispositivo de seguimiento por satélite en un televisor desechado en el Reino Unido. Se suponía que sería destinado a reciclaje, pero acabó en Nigeria. «Lance su tele vieja por encima de un seto y tendrá problemas. Pero lance 10.000 teles viejas en Nigeria y no debe temer nada», se queja el activista George Monbiot.

El tráfico de basuras se ha convertido en un gran negocio. Un estudio realizado en 13 puertos europeos revela que la mitad del transporte de residuos incumple alguna norma. Y el Parlamento holandés calcula que el seis por ciento es totalmente pirata. La mafia está sacando la mayor tajada. La monnezza è ricchezza, dice un refrán napolitano. La mierda es oro. «En todo el mundo, la Cosa Nostra, los yakuza y las triadas ganan gran parte de su fortuna deshaciéndose de nuestras verdades incómodas. A las naciones ricas les conviene no preguntar, siempre que los desechos vayan a países lejanos. Sólo si la mafia comete el error de verter en su propia costa, el Estado se pone quisquilloso», dice Monbiot.

En Italia se ha acuñado el término 'ecomafia´ para referirse a este nicho de mercado de la criminalidad trasnacional. El periodista Roberto Saviano, amenazado de muerte por la Camorra, calcula que el sector crece a un ritmo sólo comparable al del tráfico de cocaína. Europol habla de shopping normativo. Los residuos van a parar a las naciones con aparatos penales más blandos y controles menos eficaces. La operación Deméter, coordinada por la Organización Mundial de Aduanas, requisó 30.000 toneladas de basura tóxica en 57 registros en países europeos antes de que fuese embarcada con destino a África, China y el sudeste asiático. Sólo es la punta del iceberg. Legambiente cifra en 20.500 millones de euros el beneficio en el último año para las organizaciones criminales, un aumento del siete por ciento. Con toda la escoria que han 'barrido debajo de la alfombra' se podría levantar una montaña del tamaño del Etna: 3.100 metros de altura y tres hectáreas de base.

El epicentro del contrabando es el sur de Italia. Unas 190 'familias´ se reparten el pastel: 1.500 padrinos, cien mil 'soldados' o pistoleros a sueldo. Controlan el 45 por ciento de la gestión de residuos urbanos en Calabria, Nápoles y Sicilia. Ha sido la plataforma para extender sus tentáculos al resto del mundo, vía Albania, Bulgaria, Eslovaquia y Rusia. Aceptan cualquier encargo: escorias siderúrgicas, polvo de aluminio, residuos de centrales térmicas, amianto, metales pesados, purines y excrementos ganaderos, baterías, neumáticos, plomo, teléfonos móviles, frigoríficos, PVC, CFC... Han utilizado los vertederos que controlan para quemar de todo - liberando dioxinas a la atmósfera - , y los campos, para enterrar lo que sea. Cuenta Saviano que el tóner de las impresoras se vertía de noche desde camiones que oficialmente transportaban compost, un fertilizante. «Su olor ácido afloraba cada vez que llovía. Las tierras rezumaban cromo hexavalente. Si se inhala, se fija en los glóbulos rojos y provoca úlceras y cáncer de pulmón.» En Caserta, feudo de la camorra, se ha registrado un aumento del 400 por ciento de algunos tumores. En 2008, la contaminación de las aguas freáticas obligó a imponer una cuarentena en decenas de granjas de leche de búfala, el ingrediente de la mozzarella.

La mafia se sirve de intermediarios para realizar sus negocios. Son agentes libres que se saben al dedillo el catálogo europeo de residuos y evitan que los empresarios tengan que contactar directamente con los 'Soprano' de turno. Se denominan stakeholders y van a comisión. Ofrecen los mejores precios: hidrocarburos, 25 céntimos el kilo; diluyentes, 30 céntimos; fósforo, un euro; tierras contaminadas, 2,30... Transporte incluido. Las empresas consiguen reducir así sus costes de reciclaje hasta un 80 por ciento. Según Pierluigi Viana, responsable de la Comisión Nacional Antimafia, la basura ya proporciona a los clanes el 13 por ciento de sus ingresos.

Y la ley del silencio es implacable. Michele Orsi, propietario de una empresa de recogida de basuras en Caserta, estaba llamado a testificar sobre las conexiones que unen a políticos, empresarios, mafiosos y funcionarios. Le pegaron 18 tiros. Era el cuarto testigo asesinado en un mes. Pero la confesión más sensacional ocurrió en septiembre del año pasado, cuando Francesco Fonti, un arrepentido de la ´Ndrangheta calabresa, reconoció haber participado en el hundimiento de 41 barcos, cargados, en su mayoría, de residuos hospitalarios y dos, al menos, con fangos radiactivos. Según Fonti, las empresas que le contrataban pagaban entre 1,5 y 15 millones de euros por buque. Al principio, los hundimientos se realizaban frente a las costas de Italia y Grecia. Luego empezaron a llevarlos hasta Somalia. El tsunami de 2004 lanzó y abrió miles de bidones con desechos tóxicos sobre las playas de aquel país. Paradójicamente, las únicas personas que han tratado por la fuerza de detener estos vertidos son los piratas somalíes.