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Marisa Saldaña, Especialista en Desarrollo de Personas, reflexiona, al hilo de la actualidad, sobre la necesidad de potenciar la inteligencia emocional desde el currículum de la escuela pública.

La actualidad nos trae uno de los muchos ejemplos negativos para incluir en una jornada como el 'Día internacional de los Derechos del Niño'. En estos días, un tertuliano del programa 'Alto y Claro' de Telemadrid, se cubrió de gloria cuando - durante la publicidad del programa- realizó comentarios misóginos, xenófobos y que podrían rayar en una cierta apología de la pedofilia, ya que habló - entre otras lindezas- de "jóvenes de 17 ó 18 años, porque es ahí donde está la tensión de la carne, ese punto mágico".

Isabel San Sebastián, directora de programa, algo incrédula le contestó con cara de asco que no se acercara a su hija de 23. "Es muy mayor", apostilló el ínclito. Para acabar de rematar la faena, todos estos improperios fueron vertidos en presencia del público que asistía a la emisión del programa: un grupo de escolares. Ante los comentarios reprobatorios de la directora, el tertuliano dijo algo así como "no entiendo por qué cuando se habla de estas cosas (aludía al atractivo sexual que tienen para él las jóvenes de 17 y 18 años) las mujeres os ponéis a pensar en que podría estarme refiriendo a vuestras hijas". Con este comentario, el personaje acabó de retratarse, para mí del modo más revelador, a pesar de no ser el que podría producir más escándalo... Enseguida encontré una respuesta a su pregunta: no lo entiende porque carece de empatía.

Según autores como Martin Hoffman, en la empatía se asientan las bases de la moral y del altruismo, ya que la empatía hacia las posibles víctimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren o de ser capaz de ponerlos en lugar de los demás, nos impulsa a ayudarlas. Por eso, las personas que cometen los delitos más execrables carecen de toda empatía: los violadores, los pederastas, las personas que maltratan a otras, son incapaces de percibir el sufrimiento en los demás, y por eso los tratan como objetos. Salvando las distancias, las declaraciones del tertuliano al que aludo más arriba, parecen corresponder a alguien que carece totalmente de empatía hacia los niños/as que les escuchan, así como hacia las mujeres y jóvenes a las que alude.

Esta atrofia emocional que aparentemente padece el tertuliano, tiene más importancia de la que puede parecer, ya que si esta persona tuviese que educar a niños/as, probablemente, su legado en educación emocional sería muy pobre. Daniel Goleman sostiene que sobre la base del autocontrol y la empatía se desarrollan las "habilidades interpersonales", las aptitudes sociales que garantizan la eficacia en el trato con los demás y cuya falta conduce a la ineptitud social o al fracaso interpersonal reiterado.

Dado que -como en el ejemplo del tertuliano- no podemos tener la garantía de que padres y madres posean un control y riqueza de su inteligencia emocional (autocontrol y empatía entre otros aspectos), podría ser interesante que la escuela pública incorpore en su currículum programas de desarrollo de la inteligencia emocional que ayuden a suplir los déficits educacionales de los progenitores, y ayudar así a que los niños y niñas reciban una educación emocional que les facilite el máximo potencial personal y social y que les ayude a convertirse en personas con una mayor autoestima (y por tanto menos susceptibles de sufrir acoso o abusos), autocontrol, autoconocimiento de las emociones, empatía y auto motivación.

La inteligencia emocional puede desarrollarse incluso en adultos si se realiza una intervención adecuada. Reforzarla en los niños y niñas puede ser una buena apuesta para ayudar a esos futuros adultos a gestionar los conflictos sin recurrir a la violencia y a actuar con los demás de manera más solidaria, fomentando valores como el altruismo y la cooperación.