Dèjá vu
© Desconocido
La sensación de vivir de nuevo un fragmento de nuestra propia vida no es infrecuente. Seis de cada diez personas la experimentan al menos una vez en la vida, sobre todo en la juventud o en determinadas condiciones como agotamiento, estrés, traumas o enfermedad. El cine y la literatura se han ocupado de esta sensación denominada Dèjá vu o "ya vivido" para darle explicaciones fantásticas. La neurociencia ofrece una versión más ajustada a la realidad. El detective Doug Carlin (DenzelWashington) revisa la escena del crimen. Su mirada escudriña cada rincón en busca de una pista que pueda identificar al asesino.

Sorprendentemente para el espectador pasa de largo sobre unas letras magnéticas que, sujetas en la nevera, forman la frase «tú puedes salvarla». Tras unos segundos, Carlin vuelve a mirar el mensaje y la perplejidad se refleja en su rostro, aunque no por lo que dice. La escena le resulta de pronto extrañamente familiar, como si ya la hubiera vivido antes, a pesar de que es consciente de no haber estado allí jamás... ¿O tal vez sí? ¿Es posible que la sensación de familiaridad la provoque el recuerdo de una vida alternativa que se cruza con la actual? Es la duda que el malogrado director Tony Scott quiere suscitar en el espectador para explicar el fenómeno que da nombre a su película «Déjà vu».

Ésta es una más de las muchas e imaginativas explicaciones que a lo largo de la historia se han propuesto para esta curiosa sensación de estar viviendo de nuevo un fragmento de nuestra vida. Una vivencia que experimentan un 60 por ciento de las personas al menos en alguna ocasión, especialmente en la juventud o en determinadas condiciones (cansancio, estrés, agotamiento, sucesos traumáticos, enfermedad, alcohol o embarazo).

La literatura también ha reflejado estas inquietantes experiencias. El escritor Charles Dickens ofrece, a través de su personaje David Copperfield, una excelente descripción de las sensaciones que provoca un «déjà vu»: «Lo que decimos o hacemos creemos haberlo hecho y dicho en una época muy lejana y lo recordamos como si hubiéramos estado hace siglos rodeados de las mismas personas, de los mismos objetos, de los mismos incidentes y sabemos perfectamente de antemano lo que nos van a decir después, como si nos volviese a la memoria de pronto».

Esa sensación vaga de repetición asociada al «déjà vu» (ya visto) es conocida desde antiguo y llevó a los seguidores de Pitágoras a considerarla una prueba de la reencarnación. Una idea que aún sigue pareciendo atractiva a muchos, a pesar de que para los expertos carece de fundamento científico. Sigmund Freud creía que estas experiencias eran consecuencia de deseos reprimidos o recuerdos relacionados con un acontecimiento estresante que ya no eran accesibles a la memoria.

En opinión de Douwe Draaisma, profesor de Historia de la Psicología de la Universidad de Groningen (Holanda), si nuestra memoria contiene recuerdos latentes de vidas anteriores que empiezan a resonar debido a una repentina coincidencia con la experiencia actual sería de esperar que la sensación de familiaridad se intensificase y nos ayudase a recordar y no que desapareciera de repente como ocurre con esa sensación inquietante del "ya vivido", de la que casi todos tenemos experiencia.

«Los "déjà vu" son el producto de tres ilusiones: Se perciben como un recuerdo, aunque no lo son; te hacen creer que sabes lo que va a ocurrir cuando en realidad no puedes predecir nada; y producen un temor vago que carece de fundamento», explica Draaisma, que dedica a este fenómeno un capítulo de su interesante libro «Por qué el tiempo vuela cuando nos hacemos mayores» (Alianza Editorial, 2006).

Fallo en la concentración

Para Draaisma, la explicación más plausible es la que propuso en 1906 el psicólogo holandés Gerard Heymans y que estudios posteriores parecen corroborar: la sensación de «déjà vu» se produce por un fallo momentáneo en la concentración que hace que percibamos débilmente lo que nos rodea. Recuperada la concentración, percibimos de nuevo plenamente la situación, y además nos llega un vago eco de la anterior percepción que es precisamente lo que nos provoca la inquietante sensación de familiaridad. Esta teoría explicaría por qué la sensación de «ya visto» suele aparecer preferentemente en situaciones de estrés.

Habitualmente la sensación de «ya visto» tiene un inicio repentino y se interrumpe con rapidez precisamente por el asombro que causa la propia experiencia de creer recordar algo que, en realidad, está sucediendo en ese preciso instante, lo que hace que su estudio sea bastante escurridizo.

A pesar de todo, los «déjà vu» se han podido reproducir accidentalmente en el laboratorio estimulando determinadas áreas del cerebro en pacientes epilépticos. Así se han podido identificar tres áreas que, al parecer, se activan simultáneamente cuando se producen estos peculiares fallos de memoria que nos provocan la ilusión de recordar cosas que realmente no habían sucedido con anterioridad: el lóbulo temporal, que procesa las experiencias actuales; el hipocampo, que al activarse erróneamente añade la sensación de familiaridad, y la amígdala, que produce la sensación de angustia que habitualmente acompaña al «déjà vu».
Dèjá vu2
© Desconocido