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Lavarse las manos "como Pilatos" después de tomar una decisión conflictiva reduce el malestar que provoca la elección y evita cambiar la forma de pensar para justificar ante uno mismo la forma de actuar. El agua con jabón al parecer nos limpia también del sentimiento de culpa.

La expresión lavarse las manos como Pilatos podría no sólo significar disconformidad ante algo y declinar cualquier responsabilidad, como siempre se ha entendido ese gesto. Además puede ayudar a disminuir el malestar que sentimos al actuar en contra de lo que pensamos. Así lo sugiere un curioso experimento llevado a cabo en 2010 por investigadores de la Universidad de Michigan (EE.UU). Según los autores del estudio, lavarse las manos después de tomar una decisión difícil puede ayudar a eliminar también el remordimiento porque al parecer, el agua con jabón, sirve para reducir la «disonancia cognitiva», un término que utilizan los psicólogos para definir el malestar que produce actuar en contra de lo que uno piensa.

La Psicología predice que si actuamos en contra de nuestras creencias, ante la imposibilidad de cambiar lo que ya hemos hecho, modificaremos nuestra forma de pensar, para lograr restar importancia a nuestras acciones y reducir así el malestar o "disonancia cognitiva". En definitiva, la famosa frase del mayo del 68 francés: "Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives".

No sabemos cuáles serían los pensamientos de Pilatos mientras se lavaba las manos para acomodar su forma de pensar a su actuación. Tal vez no precisara de ninguna "ingeniería cognitiva" para lograrlo ya que, de acuerdo con los investigadores de la Universidad de Michigan, al lavarse las manos a la vista de quienes "le obligaron" a tomar su decisión, no solo se estaba desentendiendo de cualquier responsabilidad, sino que también estaba eliminando su malestar sin necesidad de tener que justificar ante sí mismo su decisión.

Para demostrar esta teoría, los investigadores no han recurrido a situaciones tan extremas como del prefecto de Judea, porque la disonancia cognitiva, o el malestar ante decisiones que tomamos a regañadientes se produce con frecuencia en nuestras vidas. En ocasiones, la desazón se produce simplemente ante decisiones tan triviales como elegir entre dos alternativas apetecibles, como viajar a Roma o a París en vacaciones. De ahí que el experimento que utilizaron los psicólogos de Michigan fuera tan sencillo como pedir a varios voluntarios que escogieran diez CDs entre cuarenta y que los clasificaran según sus preferencias. Luego les dijeron que podían llevarse a casa el que habían situado en quinta o sexta posición, según prefiriesen.

Con el CD bajo el brazo, les pidieron que volvieran a clasificarlos de nuevo en orden de preferencia, con la excusa de que el dueño de la tienda donde se había llevado a cabo el experimento quería conocer los gustos de la gente una vez que habían abandonado establecimiento.

Pero antes de dejarles repasar su preferencia por los discos, les propusieron valorar un nuevo jabón líquido que supuestamente iba a comercializarse. A la mitad de ellos les pidieron que se lavaran las manos con el nuevo producto y a la otra mitad simplemente que valoraran el aspecto del envase.

En realidad esto no era más que un truco para que se lavaran las manos sin sospechar que era un requisito del experimento, de forma que no pudiera influir en la tarea posterior. El resultado fue sorprendente. Los que habían recurrido al agua con jabón ordenaron los discos de la misma forma que la primera vez. Quienes no se lavaron las manos, sobrevaloraron el CD que habían decidido llevarse (podían elegir entre los que habían situado en quinto y sexto lugar) y le adelantaron unos cuantos puestos para alejarle del que habían rechazado.

Con esta maniobra, al valorar el disco bastante mejor que la primera vez, los investigadores interpretan que los voluntarios estaban justificando su elección, y reduciendo el malestar que les producía no haber podido hacerse con el número uno de la lista. Por el contrario, los que se lavaron las manos no sintieron la necesidad de justificarse posteriormente y colocaron los discos en el mismo orden de la primera vez.

Un viejo truco

Este experimento de la Universidad de Michigan es en realidad un «remake» de otro realizado en 1966. En aquella ocasión se hizo con niños para conocer su reacción cuando recibían algo que no han elegido, lo que en el argot psicológico se conoce como reactancia. Y consiste en una reacción emocional contra las reglas que consideramos injustas y que amenazan o eliminan nuestras libertades.

En el experimento original, los psicólogos Hammoch y Brehm pidieron a un grupo de niños que ordenaran golosinas de acuerdo con sus preferencias. Como en el caso de los CDs, les dieron una de las chuches que habían clasificado. A la mitad les dejaron elegirla, como les habían prometido, entre las que habían colocado en segunda y tercera posición. La otra mitad recibió una que había sido seleccionada por el experimentador.

Después les pidieron que volvieran a ordenarlas por orden de preferencia. En esa ocasión no hubo lavado de manos por medio, como en la variante de Michigan y el resultado fue algo diferente. Los niños que pudieron elegir entre la segunda y la tercera golosina de la lista, la estimaron en la nueva clasificación muy por debajo de la primera, expresando así su malestar -en este caso reactancia- por no haber podido escoger la que más les gustaba, que obviamente era la que habían situado en el puesto número uno. Sintieron que su capacidad de elección había sido restringida y actuaron en consecuencia, menospreciando el regalo.

Sin embargo, los que no tuvieron oportunidad de elegir valoraron la golosina recibida mucho mejor de acuerdo con el refrán (a caballo regalado...) e incluso le vieron cualidades nuevas, haciendo que subiera puestos en su orden de preferencia. Como les habían prometido que pudieran elegir, no vieron amenazadas sus libertades. Y al modificar su escala de valores lograron justificar internamente su elección. Cosas de nuestro cerebro...

Cuando lavarse las manos es una obsesión

Los investigadores de Michigan que han llevado a cabo este curioso experimento creen que sería interesante investigar la repercusión psicológica de un proceso tan simple como lavarse las manos. De hecho, lavarse las manos de forma repetitiva e irrefrenable es uno de los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo, conocido como TOC por sus siglas. Se trata de un desorden provocado por la ansiedad que suele iniciarse en la adolescencia o a principios de la edad adulta, pero puede comenzar en la infancia.

Las personas que lo padecen experimentan ideas que les obsesionan o conductas repetitivas suficientemente graves como para causarles un intenso malestar. Entre las conductas repetitivas o rituales, uno de los más frecuentes es el de limpieza, o lavado de manos que lleva a recurrir repetidamente al agua y al jabón para eliminar la suciedad física o moral, en algunos casos. Este experimento de Michigan podría también dar pistas sobre el motivo por el que algunas personas afectadas por este trastorno se lavan compulsivamente las manos hasta producirse heridas. En la película «Mejor imposible» el actor Jack Nicholson interpreta a una persona que padece TOC. Un 2% por ciento del a población tiene algún síntoma de TOC, que puede ir desde el orden excesivo hasta la repetición de rituales para evitar algún daño imaginado.

Los hallazgos de un grupo Investigadores del Hospital de Bellvitge en Barcelona, en colaboración con expertos del Hospital del Mar y la Universidad de Melbourne (Australia), quizá responda en parte a la pregunta de los de Michigan. Han comprobado que los pacientes con TOC, tienen una mayor sensibilidad moral. Al parecer, ante un problema de tipo moral, muestran una mayor preocupación, según el trabajo publicado en los Archives of General Psychiatry.

Mediante imágenes de resonancia magnética funcional, midieron la activación cerebral de 73 personas con TOC y 73 controles sanos, cuando se les presentaban problemas morales, en los que debían optar entre dos alternativas de consecuencias muy negativas. Uno de los dilemas, todo un clásico, es el del bebé que llora: en una guerra en la que los enemigos acechan una aldea, los vecinos se esconden en un sótano en el que hay un bebé que empieza a llorar. Si nadie le hace callar, los soldados les descubrirán. ¿Sería lícito sofocar su llanto, aún con riesgo de asfixiarlo, para salvar a todos los demás?

Se comparó la activación cerebral ante este dilema, con la mostrada ante elecciones triviales, como decidir entre campo o playa para un fin de semana. Los resultados mostraron una mayor activación en la corteza orbitofrontal medial de las personas con TOC frente a los controles. Esta región está relacionada con los procesos de toma de decisiones y el sentimiento de moralidad. Además, se halló una mayor hipersensibilidad en las personas con pensamientos involuntarios e indeseados (intrusivos) de tipo sexual o religioso.

Este hallazgo permite objetivar por primera vez la existencia de disfunciones cerebrales relacionadas con alteraciones en cogniciones complejas, como el sentimiento de moralidad, y permite profundizar en la caracterización de los mecanismos cerebrales alterados en el TOC.