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El concepto de sabiduría es posiblemente unos de los más elusivos en nuestro lenguaje. ¿Cómo caracterizamos al "sabio"? ¿Qué comportamientos hacen que consideremos a una persona como "sabia"? ¿Qué es, en definitiva, la sabiduría? Posiblemente, personas diferentes darían distintas respuestas a tales cuestiones, aunque de una u otra forma -sin embargo- nos resulta más o menos sencillo aplicar este concepto a personas concretas. Por ejemplo, en ocasiones nos referimos con él a gente próxima a nuestra vida personal, como pueden ser padres, maestros o personas que en algún momento influyeron positivamente en nosotros proporcionándonos orientación o apoyo, o también identificamos como "sabios" a aquellos a quienes socialmente así se reconoce casi de manera icónica, como el Dalai Lama o Nelson Mandela. Dicho de otra forma, la sabiduría puede ser fácil de reconocer o de mostrar, pero difícil de definir o de decir en qué consiste. Distintas tradiciones -culturales, espirituales o ideológicas-, distintas épocas y distintas comunidades han aportado, además, distintas versiones del concepto, lo que viene a hacer más complejas las cosas.

Recientemente, sin embargo, la psicología -y especialmente la psicología positiva de corte empírico- ha llevado a cabo un esfuerzo por operacionalizar este constructo, lo que sin duda ha facilitado el abordaje de la sabiduría desde una perspectiva científica. Un claro ejemplo de ello es un artículo de Meeks y Jeste (2009), publicado en Archives of General Psychiatry, en el que se analiza el sustrato neurobiológico de los diversos componentes que caracterizarían la sabiduría. Conscientes de las dificultades de definición del concepto, los autores adoptan una sagaz forma de aproximarse a su objeto de estudio. Así, en primer lugar llevan a cabo una revisión de estudios previos en los que se trabaja sobre el constructo de sabiduría, tratando de llegar a partir de ellos a una síntesis de los elementos que lo caracterizarían.

Según Meeks y Jeste (2009) son seis los rasgos subcomponentes de la sabiduría:
  1. Actitudes y conductas prosociales; es decir, la sabiduría se orienta hacia el bien común.
  2. Un conocimiento práctico de la vida y la habilidad especial para la toma de decisiones sociales, lo que implica amplios conocimientos sobre la vida y sobre el comportamiento humano, experiencia, capacidad de juicio, habilidades interpersonales, capacidad de proporcionar orientación y consejo, etc.
  3. Equilibrio emocional: capacidad para el manejo de las propias emociones, tolerancia a la incertidumbre, habilidad para mantener una emocionalidad de base positiva, pese a que -como cualquier ser humano- se esté expuesto también a emociones negativas.
  4. Reflexión, autoconocimiento, auto-comprensión.
  5. Perspectivismo y tolerancia: capacidad para contemplar la realidad desde puntos de vista diferentes, de apreciar el valor de cada perspectiva y de aceptar y tolerar actitudes, visiones o comportamientos diferentes a los propios intereses, deseos y proyecciones.
  6. Reconocimiento y conciencia de lo incierto y ambiguo de la vida y manejo adecuado de estas características presentes en toda experiencia vital.
Seguidamente, los autores tratan de establecer los posibles correlatos neurobiológicos de cada uno de estos subcomponentes. Para ello, no se basan en una investigación realizada por ellos mismos, sino de nuevo en una revisión de la literatura previa, en este caso, de estudios neuropsicológicos sobre la empatía, el altruismo, la toma de decisiones, el automanejo emocional o la capacidad de autoreflexión. Y fundamentalmente, los investigadores se centran en investigaciones que emplean la neuroimagen y estrategias de localización cerebral y en estudios sobre neurotransmisores y sus determinantes genéticos. Con esta base, plantean un modelo tentativo del sustrato neurológico de la sabiduría. En la imagen adjunta puede verse un esquema de dicho modelo, realizado por los propios autores de la investigación.
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De acuerdo con Meeks y Jeste (2009), el cortex prefrontal tendría un papel destacado en varios de los subcomponentes de la sabiduría, tales como la regulación emocional, la toma de decisiones o la capacidad de adopción de perspectivas distintas, actuando sobre todo como un regulador top-down de las regiones líbicas y estriadas. El cortex prefrontal lateral colabora en la toma de decisiones racional y calculada, mientras que el cortex prefrontal medial estaría implicado en la dotación de valencia emocional a la toma de decisiones y en las conductas y actitudes prosociales. En éstas últimas también estarían implicados los circuitos de recompensa, como el núcleo accumbens o el cuerpo estriado ventral. Determinados neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, se citarían igualmente entre los correlatos psicobiológicos de la sabiduría, influyendo en la regulación emocional, la toma de decisiones o la conducta prosocial.

Concluyen los investigadores con una interesante idea, y es que -según se desprende de su análisis- neurobiológicamente la sabiduría podría implicar fundamentalmente una equilibración adecuada entre las funciones de aquellas regiones cerebrales que filogenéticamente son más primitivas, como el sistema límbico, y las más recientes, como el cortex prefrontal.

Puedes leer el artículo completo aquí.
Referencia del artículo:
Meeks, T. (2009). Neurobiology of WisdomA Literature Overview Archives of General Psychiatry, 66 (4) DOI: 10.1001/archgenpsychiatry.2009.8