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© Ulrike Baumgart.Kris Martin with Vase (2005)
Entre el 30% y el 70% de las personas que han pasado por una situación vital adversa o han sufrido un acontecimiento traumático manifiestan que han salido fortalecidos tras superar estas dificultades y que, en algún sentido, la experiencia les ha hecho crecer. Por paradójico y contraintuitivo que pueda parecer, las vivencias que tienen un mayor potencial destructivo son también aquellas que pueden activar en el ser humano su potencial positivo con mayor intensidad. Como expresa el dicho popular, "aquello que no te mata, te hace más fuerte".

Un artículo de Stephen Joseph (2012), aparecido en The Psychologist, nos invita a reflexionar desde una nueva perspectiva sobre el tema del crecimiento post-traumático. Con base en la psicología positiva, su enfoque asume que la gente tiene una capacidad innata para saber lo que es importante para ellos y lo que es esencial para una vida satisfactoria, y que nos hallamos intrínsicamente motivados para movernos en la dirección del crecimiento (Joseph, 2009). Así, incluso en las situaciones más complicadas, nuestro "instinto" sería el de salir adelante. Ahora bien, el proceso de afrontar la adversidad puede requerir la realización de algunos "ajustes" en la forma de entender y dar sentido a los eventos ocurridos; y también, en función de la intensidad del desafío, puede favorecer una verdadera transformación de la persona.

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© Joseph
Como afirma Joseph (2012), "el estrés post-traumático es el catalizador del crecimiento post-traumático". Y este último, como puede verse en la figura adjunta, es resultado de un proceso en el que la persona se ve expuesta a la invalidación de sus esquemas previos y a la tarea de generar una nueva visión del mundo que le permita dar sentido a lo ocurrido, y que ante todo, sea una perspectiva nueva y positiva desde la cual se mira a la realidad. El propio autor lo expresa con una analogía:
Imagina que un día accidentalmente golpeas un jarrón precioso que cae del lugar donde estaba. Se rompe en pequeños pedacitos. ¿Qué haces? ¿Intentas recomponer el jarrón tal y como estaba? ¿Recoges los trocitos y los tiras a la basura porque el jarrón está totalmente perdido? ¿O recoges los trozos, con su color y su belleza, y los usas para hacer algo nuevo, como un colorido mosaico?"
Los beneficios de escoger la última opción, tal y como refieren las personas que han estado sometidas a eventos especialmente adversos, son notables en términos de crecimiento personal y satisfacción vital. En concreto, Joseph (2012) apunta a tres formas en las que estos cambios positivos suelen producirse:
  1. Mejoras en las relaciones interpersonales, en el sentido de valorar más el contacto con los amigos y familiares, de desarrollar un mayor sentido de la compasión, y de desear entablar relaciones más significativas.
  2. Cambios en la visión de uno mismo, asumiendo las propias limitaciones y vulnerabilidades pero a la vez desarrollando nuevas fortalezas psicológicas, como un mayor grado de sabiduría y gratitud.
  3. Cambios en la forma de entender la vida, en especial en lo que concierne a una mayor orientación hacia el momento presente y a prestar mayor atención a las cosas que se consideran verdaderamente importantes.
Otra de las aportaciones del artículo de Joseph (2012) es que nos presenta algunas sugerencias sobre cómo podría favorecerse el crecimiento positivo post-traumático, resumidas en su modelo THRIVE ("desarrollarse"):
  1. Estudiar la situación (Taking stock), paso en el que se trata de ayudar a la persona a manejar el estrés post-traumático hasta alcanzar niveles tolerables.
  2. Fomentar la esperanza (Harvesting hope) en relación con el futuro, mediante - por ejemplo- historias de personas que han afrontado situaciones similares y que pueden servir de inspiración.
  3. Reescribir la historia (Re-authoring), es decir, encontrar una nueva perspectiva sobre los acontecimientos, basándose en el uso de técnicas narrativas expresivas.
  4. Identificar el cambio (Identifying change), hacerse consciente de las posibilidades del cambio post-traumático, de las áreas en las que se puede mejorar, y llevar a cabo una monitorización de los progresos.
  5. Valorar el cambio (Valuing change), por ejemplo, siendo consciente de las nuevas prioridades vitales y de los aspectos positivos que ya están presentes, lo que puede favorecerse mediante ejercicios de gratitud.
  6. Expresar el cambio a través de la acción (Expressing change), es decir, no quedar esta transformación en el terreno de lo meramente subjetivo, sino afianzarla mediante nuevos comportamientos que surgen de la nueva visión alcanzada.
Aunque Joseph y sus colaboradores han iniciado esta línea de investigación hace ya tiempo, son muchos aún los desarrollos futuros que se pueden esperar en este campo, por ejemplo adoptando una perspectiva en la que el crecimiento se analice longitudinalmente, o tratando de identificar las variables que moderan y median en el proceso que va del estrés al crecimiento post-traumático. Más aún, como Joseph (2012) reconoce, es un ámbito en el que las personas que han pasado por situaciones adversas pueden enseñar mucho a los demás, por lo que puede resultar especialmente interesante incorporar su propia voz. Y sobre todo, es una línea de investigación ciertamente esperanzadora, que nos hace confiar en el potencial del ser humano para dar lo mejor de sí aún en las peores situaciones.