Últimamente, desde diferentes medios, nos está llegando con mayor asiduidad información relacionada con el impacto que provocan ciertas sustancias químicas en la salud y en el ambiente, especialmente agrotóxicos, presentes también en los alimentos.
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Es una voz de alerta que sirve para que la gente pueda hacer, cuando es posible, una mínima protección, o saber al menos cual es la causa de su enfermedad y el profesional de la salud pueda orientar un tratamiento, aunque si sumamos el cóctel químico en que vivimos, vemos que están apareciendo enfermedades de etiología desconocida, ignorándose hasta el momento tratamientos para revertirlas.

Es sumamente importante conocer los factores de riesgo que conspiran contra nuestra salud y la sustentabilidad del ambiente. En esta oportunidad el acento está puesto en otras sustancias peligrosas, aparentemente inocentes, que nos llegan a través de los alimentos embasados, elaborados o semielaborados que consumimos diariamente. El problema radica también que seguimos creyendo que todo lo que nos venden está rigurosamente controlado y no nos hará daño. Y como siempre el ser humano termina cautivo, una vez más, de los intereses económicos que se mueven tras la industria alimentaria en este caso.

Cuando uno va a una farmacia los remedios explicitan en un prospecto las sustancias químicas que contienen, y seguramente tienen algún grado de toxicidad para nuestro organismo. Pero al comprar nuestros alimentos, desde ese jugo que se bebe inocentemente porque "no tiene azúcar", o la sopa instantánea, pasando por una serie de alimentos, sus ingredientes figuran (o deberían figurar) en el producto -en letra chiquita muchas veces-, pero el problema es que la gente no entiende esos nombres tan raros que ponen. Nos encontramos con palabras como maltodextrina, ácido glutámico, glutamato, proteína hidrolizada, aspartame, aromatizantes, conservantes sólidos lácteos, emulgentes, aromas, grasas o aceites hidrogenados, estabilizantes, antiaglomerantes, sacarosa, glucosa, fructosa, etc. o a veces solo letras y números, pero desconocemos que detrás de algunos de estos nombres, en nuestra comida diaria se encuentran sustancias tóxicas, incluso neurotóxicas (matan las células del cerebro).

Si la gente supiera realmente qué son estos ingredientes, se daría cuenta de que algunos son la causa, o que contribuyen enormemente, a enfermedades como cáncer, obesidad, enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares, artritis reumatoide, fibromialgia o fatiga crónica, etc.

Para comenzar mencionaremos un edulcorante artificial que la gente cándidamente consume: el Nutra-Sweet, el 40% del compuesto está formado por las excitotoxinas llamadas "aspartamo" y se puede encontrar en más de 5.000 alimentos incluyendo bebidas, chicles, dulcificantes y alimentos para diabéticos, cereales de desayuno, dulces, vitaminas y drogas. Estas sustancias son llamadas excitotoxinas", es decir, excitan las neuronas de nuestro cerebro hasta matarlas. Como tienen forma de aminoácidos, pueden traspasar la barrera que protege nuestro cerebro y dentro de él, destruir las neuronas.

Por más información se recomienda ver: "Aspartamo E-951 Dulce Veneno".


Pero no se queda atrás por su toxicidad el monoglutamato de sodio (MSG), una sustancia que se genera cuando las proteínas son rotas de forma artificial por hidrolización u otro proceso. Descubierta por los japoneses, esta sustancia fue y es producida en grandes cantidades como aromatizante artificial. Es un potenciador del sabor de uso muy común en restaurantes e industrias alimentarias. Es adictivo, muy barato y por tanto muy utilizado en muchos alimentos. El uso del glutamato monosódico, que se consigna en las etiquetas como: E 621, se remonta a casi medio siglo de historia, pero en los últimos 30 años, polémicas periódicas han puesto en entredicho su inocuidad. Ya desde los años 60-70, su toxicidad , alergia o intolerancia se conoce con el nombre de "síndrome del restaurante Chino". En los años 60 se popularizó un sazonador de marca Ajinomoto, que se usaba como sal en todos los alimentos.

Fue retirado del mercado al descubrir que era altamente cancerígeno. Era glutamato monosódico puro. Entonces, los industriales lo empezaron usar combinado con otros aditivos para sazonar los alimentos industrializados. A menudo se fabrica MSG y se mezcla con otras sustancias para disfrazarlo. Se encuentra en Proteína de soja, Leche ultrapasteurizada, Leche en polvo, Salsa de soja industrializada, caldos de sopas preparados, caldos de pollo en cubitos, salsas, frituras, cubos de jitomate, sopas instantáneas, etc.

Como es un tema que da para mucho recomendamos ver su relación con la hiperactividad y autismo, teoría que promueve John Erb: http://www.nutriciondepurativa.com.ar/problemas_alimentarios/glutamato.htm

En estos casos sirve socializar esta información, porque es el primer paso hacia la protección y prevención, aunque en realidad tendrían que estar ilegalizados todos los aditivos neurotóxicos.

Recomendamos especialmente ver "Excitotoxinas, el sabor que mata", excelente material audiovisual, en el que el Dr. Russell Blaylock, que escribió un libro sobre el tema, expone sobre las excitotoxinas, el uso de éstas como aditivos alimentarios y sus perjuicios sobre la salud humana


Ahora bien, ya contamos con información que generalmente no circula por los medios habituales ¿Qué se hace? Hay ciertas normas y leyes, pero si tienen que actualizarlas, demoran demasiado tiempo. Las políticas de control a veces no son rigurosas... y nuestra vida es finita...

En el tema de la alimentación urge un cambio del paradigma mercantilista a otro que considere realmente preservar la salud y la sustentabilidad de los ecosistemas. El que controla los alimentos, el agua, controla el mundo.

En conclusión, cada uno tiene un cerebro para utilizar; es necesario asumir la responsabilidad de indagar, profundizar, descubrir el engaño y el fraude detrás de cada fachada de "producto dietético o saludable" y en consecuencia preocuparse por lo que consume la familia, especialmente los niños, mujeres embarazadas, ancianos que son los más vulnerables.

Nuestro sentido común nos sugiere consumir solo alimentos seguros, o sea cultivados sin agrotóxicos, maduros, de la estación y locales preferentemente. Si es posible, tener nuestra pequeña huerta, procesarlos para guardar uno mismo, o sea, si se quiere preparar una sopa, hacerlo como se hacía antes, - o se sigue haciendo en ciertos lugares- con vegetales frescos.

Quizás deberíamos comenzar a retomar algunas costumbres antiguas, donde los alimentos se conservaban con métodos e ingredientes totalmente naturales como el humo, la sal, el vinagre o las propias especias para condimentar, entre las cuales cabe destacar el tomillo y otras plantas antimicrobianas. Lo que es importante en este caso es que tomemos las riendas de nuestra salud. El cambio está en nuestras manos. Es el típico caso en que podemos pasar de ser meros espectadores, a convertirnos en factores de cambio en beneficio de nuestra salud personal y familiar.