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El tiempo vuela y dentro de menos de dos años las elecciones primarias de los estados tempraneros de Estados Unidos empezarán a fijar posiciones eliminando a candidatos de la carrera presidencial. Las predicciones, sin embargo, han comenzado ya y Hillary Clinton es la clara favorita en bastantes apuestas.

Los que se apuntan a que Hillary, si se lanza, será imbatible aportan argumentos de evidente peso. En las elecciones americanas hay que ganar dos carreras, la de tu partido y la que te enfrenta al candidato del partido rival y te puede llevar a la Casa Blanca.

En el bando demócrata, la señora Clinton parece tener el campo expedito. Su posible rival, el solido VicepresidenteBiden, esta a una distancia sideral en las encuestas, mas de sesenta puntos los separarían en estos momentos.

Hillary no solo tiene mas simpatías, el entusiasmo que despierta en sus partidarios es mucho mas profundo. En el lado republicano, muy dividido entre los conservadores del Tea Party y los moderados que piensan que sin una complicidad con los votantes del centro es imposible ganar una elección, no emerge ningún candidato con verdadero atractivo.

Chris Chistie, gobernador de New Jersey, cuya imagen crecía consistentemente, está debatiéndose en un escandalo político muy aprovechado por sus enemigos. La señora Clinton, por otra parte, no tendra el menor problema económico para financiar su campaña. Aunque ella y su marido tendrán que sonreír a muchos millonarios tiene ese terreno menos escarpado que otros candidatos.

Los enemigos de H. Clinton, tambien los tiene y bastantes de ellos viscerales, enarbolan que ella fue una mediocre Secretaria de Estado y que resultó torpe y hasta tramposa en el incidente terrorista que costó la vida al Embajador americano en Libia. Su departamento no proporcionó la seguridad adecuada a la misión consular en Libia y ella dio explicaciones falsas sobre el fatal hecho.

No parece que la acusación vaya a hacer mucha mella en el electorado cuando en el 2016 hayan transcurrido unos seis años del atentado terrorista en Libia. Más fuerza tiene el argumento de que en las elecciones americanas, a semejanza de lo que ocurre en el Cónclave donde el que entra papable sale de cardenal, los candidatos del partido demócrata son propensos a llevarse una sorpresa (las posibilidad de los republicanos serían más predecibles). El ejemplo más cercano es el de la propia Clinton. Era indudablemente la que tenía más papeletas a dos años de las elecciones del 2008. Más apoyo en el partido, más fondos, la ayuda de su popular marido capaz de conseguir votos, etc...Obama era un senador que había hecho un buen discurso, aparecía poco en el radar de las apuestas.

Llegado el momento, el apoyo del partido no fue suficiente, el equipo de Hillary no calculó bien en qué sitios del país había que emplearse a fondo, en presencia y en publicidad, y la máquina electoral de Obama resulto impresionante. Una planificación acertada, movilización de los jóvenes, numerosas contribuciones económicas de gente modesta y Obama creció. En contra de lo que se pronosticaba, por otra parte, la nación prefirió el cambio (un joven senador negro, no contaminado por los poderes facticos de Washington) frente a un valor conocido como el de la señora Clinton.

¿Puede esto repetirse? ¿Puede surgir de los bastidores un político relativamente poco conocido en estos momentos que, con una imagen fresca, engatuse al electorado y haga de nuevo morder el polvo a la señora Clinton?

Nada es descartable en política y que Hillary no haya anunciado aun su candidatura aunque ya existan comités para su elección puede significar que ella, o el astuto de su marido, crean que un lanzamiento prematuro puede facilitar la repetición del tropezón de hace seis años. Con todo, encontrándome estos días en Estados Unidos, veo que los que estiman que la señora Clinton es inevitable son mayoría frente a los que tienen dudas sobre su éxito.