Hace poco os hablamos sobre cómo afecta el alcohol a la cicatrización, en este caso retrasándola, pero por desgracia eso no es lo único que hace el alcohol en perjuicio de nuestro sistema inmune. Sin embargo, os podemos hablar de muchos otros efectos perjudiciales que podrá llegar a sufrir vuestro pobre sistema defensivo si os pasáis con esta droga legal

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Los daños del Alcohol en el sistema inmune

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Como ya sabéis, tanto el alcohol como el tabaco u otro tipo de drogas acaban perjudicando seriamente nuestra salud. Ojo, porque hace algunas décadas se llegaba a usar el alcohol como medicina (hasta que descubrieron lo insensato que era hacer esto), pero evidentemente las cosas han cambiado. Además, si se nos ocurre juntar el alcohol con la marihuana, no solo tenemos un doble problema, sino que la cosa es exponencialmente peor.

Dicho esto, a parte de la conocida resaca, por afectación tanto del sistema nervioso como del sistema digestivo por deshidratación y/o irritación, el alcohol también afecta a nuestro sistema inmune por dos mecanismos:

Afectación aguda o inmediata: En este caso el sistema inmune actúa contra el alcohol como si de una infección se tratara. Y claro, como sucede en estas ocasiones, la primera acción es activar la respuesta inflamatoria y "bombardear" al intruso en cuestión. Sin embargo, como ya os contamos en el ejemplo de la cicatrización, el alcohol es capaz de bloquear algunas de estas células inflamatorias (los macrófagos) y, a su vez también reduce la capacidad del cuerpo para poder responder a otras infecciones. Por ello es más fácil enfermarse cuando consumimos alcohol.

Afectación crónica o a largo plazo: Normalmente cuando sufrimos una infección nuestro sistema "recuerda" a ese intruso, y posteriormente puede actuar más rápido contra él (es el objetivo de las vacunas, por ejemplo). Sin embargo, el alcohol afecta a las células T y a las células B del sistema defensivo, las responsables de esta "memoria" del sistema inmune, lo que hace que respondamos peor a las infecciones o reinfecciones. Además, no solo las altera, sino que incluso reduce el crecimiento de las propias células B (fabricantes de los anticuerpos).

Afectación indirecta: Finalmente, el alcohol puede afectar a nuestro sistema inmune de forma indirecta al interrumpir el ritmo circadiano, es decir, altera nuestro ciclo de sueño/vigilia e 24 horas y todos sus procesos asociados. Por tanto, el ritmo hormonal y de liberación de múltiples moléculas guiadas por este ciclo se ve afectado, incluidas las sustancias del sistema inmune.

Por otra parte, esta asincronía puede causar otros problemas como el conocido jet lag, y aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o metabólicas. En este punto el alcohol es capaz de alterar el ciclo del sueño, pues nos hace despertarnos de forma más frecuente y reduce la calidad del poco sueño que lleguemos a concebir, y finalmente altera nuestro sistema defensivo.

Como veis, tanto de forma aguda como a largo plazo, el alcohol no sienta nada bien a nuestro cuerpo. Ya sea a nivel cerebral, por la futura resaca o alterando nuestro sistema inmune, no es buena idea consumirlo.