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© El UniversalEl comisionado de salud de la región declaró una emergencia de salud pública
Casi uno de cada 10 bebés nacieron adictos a las drogas el año pasado en el condado de Scioto, en el sur de Ohio. Los internamientos para rehabilitación por adicciones a analgésicos fueron cinco veces el promedio nacional. El comisionado de salud declaró una emergencia de salud pública, algo usualmente reservado para brotes epidémicos.

Los culpables de que este condado rural esté en el primer plano de un creciente problema nacional no son sólo las personas que abusan de los analgésicos, dicen las autoridades. La culpa, dicen, recae también en los al menos ocho ''dispensarios de píldoras''; clínicas, usualmente catalogadas como centros para el manejo del dolor, que distribuyen casi indiscriminadamente fármacos que se venden sólo con receta médica, como el OxyContin.

Por lo menos dos proveedores enfrentan acusaciones formales.

"Lo describiría como si hubiera estallado una bomba atómica farmacéutica", dijo Lisa Roberts, enfermera del departamento de salud de Portsmouth, una ciudad ribereña de Ohio con una población menguante de alrededor de 20 mil habitantes y alto desempleo.

Funcionarios de salud dicen que nueve de cada 10 sobredosis letales en el condado de Scioto son causadas por fármacos legales. De esas muertes, casi dos tercios de los individuos no tenían receta médica, lo que significa que compraron los fármacos de manera ilegal o los obtuvieron de amigos y familiares.

Por lo menos 117 personas murieron de sobredosis en el condado entre el 2000 y el 2008. Las fotografías de los muertos llenan un escaparate en el centro de Portsmouth que una afligida madre convirtió en un monumento a la epidemia.

Entre ellas está la fotografía de Leslie Dawn Cooper, quien luchó contra sus adicciones por años antes de morir el 3 de octubre del 2009 a los 34 años por una sobredosis de oxicodona, el ingrediente activo del OxyContin. La noche previa, pagó 250 dólares en efectivo por la receta en un dispensario en Portsmouth y luego la llevó a una farmacia de Columbus, a 136 kilómetros de distancia, porque ningún farmacéutico local surtiría su receta.

En su camino de vuelta a casa, Cooper llamó a su madre, Barbara Howard, y dijo que iba a la iglesia.

"Le dije: 'Muy bien, te quiero, hablaré contigo luego'. A la mañana siguiente me llamaron para decir que estaba muerta", relató la mujer.

En enero, Harold Fletcher, el farmacéutico que surtió la receta de Cooper, fue a juicio acusado de distribuir ilegalmente analgésicos controlados, lavado de dinero y surtir una declaración de impuestos falsa. Su abogado dijo que la acusación era exagerada y que el gobierno no puede demostrar las acusaciones.

Los registros del Departamento Estadounidense Antidrogas muestran que Fletcher surtió la receta de Cooper con 90 tabletas de oxicodona.

En marzo, Paul Volkman, un doctor que trabajó en la clínica Tri-State Health Care and Pain Management del condado de Scioto y ha sido vinculado a Fletcher, irá a juicio bajo cargos de ayudar a distribuir millones de fármacos altamente adictivos que las autoridades afirman condujeron a casi una docena de muertes.

Los abogados de Volkman refutaron las acusaciones calificándolas como un caso de "un inflado e irracional miedo a la ciencia del tratamiento del dolor".

Problema de salud pública

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© Desconocido
Las drogas fomentan el crimen y el uso de intravenosas y por lo tanto la tasa per cápita de homicidios, sobredosis mortales e infecciones con hepatitis C en Scioto, sólo es superada por las áreas urbanas más grandes de Ohio. La DEA considera al condado uno de los peores en Estados Unidos en cuanto a abuso de analgésicos, con más adictos per cápita que casi cualquier otro lado.

La declaratoria de emergencia por parte del comisionado de salud pública Aaron Adam hecha hace casi un año fue un gesto más que nada simbólico, pero permitió al condado imponer una cadena de mando tipo militar y podría facilitar que el personal de otras divisiones del departamento de salud trabajen únicamente en este problema.

Portsmouth, el condado central de una región que también incluye partes de Virginia Occidental y Kentucky, ha dejado de emitir permisos para nuevos ''dispensarios de píldoras''.

El gobernador electo de Ohio, John Kasich, quien visitó Portsmouth recientemente, dijo que una estrategia gradual es la única manera de atender una situación que calificó como un "tsunami". "Si buscas una varita mágica no vas a encontrarla y vas a perder el tiempo dando vueltas en círculos", dijo Kasich a The Associated Press.

El miércoles, fiscales federales presentaron cargos contra el dueño y dos empleados de presuntos dispensarios en Columbus, acusándolos de distribuir ilegalmente recetas para analgésicos. Muchos de los clientes de las clínicas para control del dolor llegan desde Kentucky, Virginia Occidental y otras partes de Ohio, de acuerdo con las autoridades.

Dependencia desde jóvenes

El OxyContin, en venta desde 1990, se volvió uno de los preferidos por los adictos porque puede molerse, lo que anula el mecanismo que le permite eliminar el dolor paulatinamente, y proveer euforia inmediata cuando se le inhala o se inyecta.

En el 2007, un juez federal ordenó a Purdue Pharma L.P., el fabricante del OxyContin, y a tres de sus ejecutivos que pagaran 634.5 millones de dólares de multa por engañar al público sobre el riesgo de adicción del analgésico. Los peligros y la popularidad del OxyContin son bien conocidos en Estados Unidos, pero en especial en Appalachia, en el sureste de Ohio.

El fiscal del condado de Scioto, Mark Kuhn, dijo que es común ver placas de Kentucky y Virginia Occidental en los autos estacionados afuera de los dispensarios de píldoras.

En el 2007, las sobredosis superaron a los accidentes de tránsito como la principal causa de muerte imprevista en Ohio. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades dijeron el año pasado que lo mismo ocurría ya en otros 15 estados.

Andrea Queen, una adicta a los analgésicos rehabilitada, se considera afortunada de estar con vida. Comenzó a consumir alcohol en la secundaria, luego píldoras para adelgazar y después analgésicos.

Su adicción le costó un empleo como maestra, la llevó a ser acusada de robo por hurtar cheques para pagar por los fármacos y casi se mató de una sobredosis. Luego de cubrir una condena en la cárcel y de pasar tiempo en rehabilitación, ya no consume drogas y brinda asesoría a adictos. "Veo todos los días una razón para no volver a hacerlo", dijo Queen.

"Antes, lo común era que las personas se hicieran adictas a los analgésicos después de cumplir 20 o 30 años, por lo general tras haber sido consumidores de alcohol o marihuana", dijo Ed Hughes, director del centro donde Queen brinda consejo.

Pero la edad de adicción ha bajado. En enero, la policía recibió una llamada de la secundaria Valley Middle School, en el condado de Scioto, donde una joven fue sorprendida con una bolsa de plástico llena de hidrocodona, un poderoso analgésico.

Había hallado los fármacos en casa y, con la complicidad de un compañero, los distribuía a otros estudiantes.

El más joven del grupo iba en séptimo grado.