El poder mundial se ha diseminado y estamos en una transición hacia un esquema multipolar o bien de asociación entre potencias. El desembarco de los Brics en América es expresión de esa reestructuración del poder mundial.
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La tercera semana de julio tal vez pueda situarse como la semana decisiva para la reinserción de América latina en la nueva estructura de poder mundial. La VI Cumbre de Presidentes del grupo Brics (Brasil, Rusia, China, India, Sudáfrica) en Fortaleza, Brasil, la posterior reunión de estos con la Unasur, el agrupamiento político -por primera vez sin presencia de los EEUU- y la gira de los presidentes de China y Rusia por numerosos países de la región así como al firma de acuerdos de inversión, de ayuda financiera, de comunicación, y el apoyo a Argentina en el caso de los "fondos buitre", así lo testimonian.

Sucede que, como oportunamente lo definiera el sociólogo Daniel Bensaid, la globalización es un movimiento contradictorio. Por un lado expresión de la profundización de la tendencia histórica a la mundialización del capital, por el otro de la vigencia del orden de las dominaciones interestatales. El desembarco de los Brics en la región es resultante de estas dos tendencias: expansión de un mercado mundial sin fronteras y organización territorial en base a Estados nacionales. La VI Cumbre expresa lo primero, los acuerdos bilaterales lo segundo.

Reestructuración del poder

La crisis financiera internacional dio por terminado el período que se iniciara con el colapso de la URSS. El unilateralismo, que llevó a los EEUU a la categoría de un hegemón se terminó, hoy la potencia del norte sigue siendo hegemónica en términos económico-militares pero esa hegemonía está siendo cuestionada en forma creciente y su liderazgo se ha debilitado.

Síntoma privilegiado del nuevo ciclo político abierto a nivel mundial es el ascenso de los Brics, el grupo de países que busca tener peso propio en las decisiones y que se mueve cada vez con mayor independencia de los centros mundiales, situación que el G-8 (EEUU, Canadá, Japón, Alemania Francia, Inglaterra, Italia, Rusia), ya no podía contener.

Al inicio de la crisis la respuesta de los países poderosos no fue otra que la convocatoria al G-20 cuyo principal tema de debate en las sucesivas reuniones fue el sistema financiero internacional y la necesidad de su reforma. Este fue el centro de la propuesta de China, acompañada entre otros por la Argentina.

Se lo pretendió como "un nuevo" Bretton Woods, en el sentido que como a aquel se le imponía la misión de establecer los mecanismos para organizar una salida ordenada de la crisis y, en términos políticos, garantizar la organicidad del sistema y su gobernabilidad.

Nada de eso ha pasado, especialmente por la negativa del parlamento estadounidense a aprobar la reforma de los estatutos del FMI. El G-20 decretó el fin del Consenso de Washington pero recapitalizó al Fondo y lo colocó en el centro de las decisiones, como puede verificarse en la Europa de estos días y su nefasta alianza con el BCE y la UE (la llamada Troyca).

Potencialidades y límites

La respuesta "al hecho de que el FMI no haya implementado las reformas acordadas en 2010, lo que impacta negativamente en su credibilidad, legitimidad y eficacia", según la declaración de Fortaleza, tomó forma días pasados con el Acta Constitutiva de un Nuevo Banco de Desarrollo y de un Fondo de Reservas. Si bien la idea de que era necesario una nueva arquitectura financiera internacional se viene discutiendo desde hace unos 15 años fue planteada en forma concreta por la India en la Cumbre de Nueva Delhi en 2012. Es más que emblemático se haya concretado ahora, justo cuando se cumplen 70 años de la creación del "viejo" Bretton Woods, ocurrida en julio de 1944.

Su impacto será por ahora más simbólico que efectivo. El NBD tendrá un capital inicial autorizado de 100.000 millones de dólares, pero el suscripto y desembolsado será de solo 50.000. Mientras que el Acuerdo de Reservas Contingentes por 100.000 millones es en rigor un compromiso de los respectivos Bancos Centrales -ya que los fondos no se transfieren- de poner a disposición parte de sus reservas como asistencia en caso de crisis financiera de alguno de esos países.

De todas formas, más allá de sus limitaciones se trata de la creación de organismos financieros que presuponen potenciales alternativas al FMI y al BM.

Disputas al interior del sistema

No faltan en estos días analistas algo apresurados que ven en este avance de los Brics una alternativa antiimperialista o, quiénes más moderados -retomando la línea de los populistas latinoamericanos- buscan diferenciar entre capitalismos, como en aquellos años '70 en relación al europeo frente al norteamericano.

El investigador sudafricano Patrick Bond, frente a quienes creen ver un potencial antiimperialista plantea que los Brics "también encierran el peligro de que esos estados cumplan funciones de sub-imperialismo contribuyendo a sostener el régimen neoliberal".

La realidad muestra que los Brics constituyen un bloque en construcción que, aún con fuertes diferencias entre sus miembros, buscan disputar la hegemonía al bloque tradicional en el marco del sistema mundial. Todos sus integrantes son países capitalistas, todos ellos tienen fuertes diferenciaciones sociales, en todos ellos el peso de las corporaciones transnacionales es importante.

De conjunto explican el 25 por ciento del PBI mundial y son el principal acreedor del mundo, pero su peso en las decisiones políticas internacionales es inversamente proporcional a ese poderío económico. De ahí que el desembarco en América latina debe mirarse al menos desde tres perspectivas: como una decisión geopolítica buscando ampliar su área de influencia y su arco de alianzas internacionales; como interés comercial y de colocación de excedentes financieros, finalmente como necesidad de cada uno de esos países para sostener sus regímenes de acumulación internos.

Relaciones con Argentina

China y Rusia han sostenido posiciones en común con varios de los principales países de la región en temas fundamentales de la agenda global y en las votaciones en los organismos internacionales, como en Naciones Unidas,

FAO o FMI, mientras que en sendas giras han firmado numerosos acuerdos.

La relaciones de los Brics con nuestro país -especialmente Rusia y China ya que con la India el comercio esta creciendo aceleradamente pero aún es embrionario y con Sudáfrica es de poca significación- es una buena muestra. El presidente Vladimir Putin manifestó su interés de profundizar sus relaciones con lo que llamó el "continente ardiente". Calificó a la Argentina de "principal socio estratégico de Rusia en América latina". Esta declaración tiene un doble contenido, por un lado fortalecer la alianza política que ha llevado a apoyos mutuos en conflictos internacionales -Malvinas y Ucrania- y por el otro energético. Como lo puso en evidencia la presencia del titular de Gazprom, la principal empresa gasífera del mundo. Si Vaca Muerta es lo que se dice, si tiene el potencial que se supone -no por nada estuvo por aquí el secretario de Estado de Energía de los EEUU- ningún jugador mundial se puede quedar afuera. Gazprom ya está asociada a una empresa alemana que iniciará próximamente la explotación de yacimientos en la zona, la compañía rusa podría hacerlo también en poco tiempo.

La visita del presidente Xi Jinping tiene otra envergadura. China es el principal financista de largo plazo, y a tasas razonables que tiene hoy por hoy la Argentina. En esta visita se elevó el nivel de relación "estratégica" a "estratégica integral", lo que abre un abanico de posibilidades más allá de la coyuntura. En lo inmediato se cerraron los acuerdos para el financiamiento de dos represas y la rehabilitación del Ferrocarril Belgrano Cargas, así como la posibilidad de compra de treinta barcos y dragas, y por otro lado se avanzó en el estudio de dos posibles acueductos en la provincia de Entre Ríos, con los que se podrá experimentar nuevos sistemas de riego en zonas agrícolas. Como se sabe, el interés chino esta centrado en alimentos, energía y transporte que garantice la salida por el Pacífico.

El total de estos acuerdos de financiamiento suma unos 7.000 millones de dólares, parte de ellos destinado a financiar obras civiles y el resto, un 25 por ciento, a la compra de partes y equipos de fabricación china, la participación de la industria local por ahora no parece contemplada. El acuerdo de swap por 11.000 millones, es en realidad una suerte de reservas contingentes. En ningún caso pareciera que ingresarán divisas frescas para paliar la restricción externa en la coyuntura.

Como se puede comprobar hay disputa por la hegemonía a nivel mundial que abre ciertas posibilidades no despreciables, pero nada muy distinto de lo conocido.

Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.