"Allí donde ellos la vida o la mentira subyugaban
revolucionario era yo.
Allí donde ellos contra natura en las leyes recalcaban
revolucionario era yo.
Con los vivamente afligidos me he afligido yo.
Allí donde ellos Libertad como frase utilizaban
reaccionario era yo.
Allí donde ellos el Arte con su "poder" ensuciaban
reaccionario era yo.
Y retrocedía hasta los orígenes"

KARL KRAUS. La Tercera Noche de Walpurgis Icaria Editorial Barcelona 1977.
Estos que ahora martirizan a los habitantes de la Franja de Gaza sometiéndolos a un calculadamente cruel bloqueo, con recurrentes períodos de cruenta actividad bélica, durante los cuales masacran a la población palestina y destruyen su infraestructura básica, no son aquellos judíos (no sionistas, desde luego) que combatieron dentro de las filas del bando republicano en la guerra civil española, militaron en las filas del anarcosindicalismo catalán de entonces o en las de la Unión General de Trabajadores(UGT), de filiación socialista, la que junto con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), de filiación anarquista, agrupaban a la mayor parte de la clase trabajadora organizada durante aquellos frenéticos y esperanzadores años de la Segunda República Española(1931-1939).
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Estos genocidas no son, no pueden ser jamás, como aquellas señoras judías originarias de Cataluña y radicadas en México, a quienes pude ver en un documental de la televisión, cuando recordaban hace apenas una década esa heroica y desigual lucha contra el fascismo nacional-católico español y cantaban con nostalgia himnos revolucionarios: "negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver y aunque nos espera el dolor y la muerte contra el enemigo nos llama el deber... en pie pueblo obrero, a la batalla, hay que derrocar a la reacción...alta la bandera revolucionaria que del triunfo sin cesar nos lleva en pos", mientras evocaban muchos detalles de aquel pasado de lucha y los grandes sacrificios de la generación de sus padres, una generación de luchadores españoles en defensa la justicia social y la libertad.

Estas gentes que hablan falsamente en nombre del universo cultural y religioso judío, cayendo en la trampa sionista de hablar del pueblo o la raza judía al igual que el régimen nacionalsocialistas alemán, para prepararse luego a ejecutar el exterminio de todo un pueblo, no son aquellos judíos no sionistas como Isaac Deutscher (1907-1967) autor de numerosas obras, de gran interés histórico y de un importante opúsculo al que tituló EL JUDÍO NO SIONISTA, en el que reitera sus posiciones críticas sobre la ideología y las prácticas de los sionistas, a partir de la conformación del estado de Israel en 1948, ni tampoco aquellos otros como algunos valiosos intelectuales humanistas centroeuropeos, de raigambre judía, como fue el caso de Karl Kraus, Joseph Roth, Walter Benjamin, Stefan Sweig, Víctor Frankl o del francés André Breton, una de las cabezas más visibles del movimiento surrealista y otros no menos importantes, quienes junto con Sigmund Freud y Franz Kafka se movieron dentro de aquel convulso e inestable Imperio Austrohúngaro que naufragó en ese absurdo y vergonzoso baño de sangre que hoy se conoce como Primera Guerra Mundial.

Su valiente y casi solitaria lucha antifascista en la Austria residual del período de entreguerras (1918-1938), los llevó por el camino de la muerte violenta y el destierro, como uno de los resultados más visibles de la alucinante persecución que sufrieron en los diferentes territorios europeos, sucesivamente alcanzados por la maquinaria político-militar nazi-fascista.

Estos criminales enloquecidos, actuando en nombre de un universo cultural que no representan de ninguna manera, no son en modo alguno aquellos jóvenes demócratas judíos, que arriesgaron y hasta dieron su vida por el triunfo del movimiento de los derechos civiles, protagonizado por la población afroestadounidense, durante la década de los 1960, bajo el liderazgo de Martin Luther King y otros líderes negros del sur de los Estados Unidos, haciéndole frente a las arremetidas del Klu Klux klan.

Tampoco muchas de las víctimas directas del holocausto o shoah, soportada por los judíos y gitanos europeos, entre otros y ejecutada por el nazi-fascismo alemán, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), aprobarían ni aprueban el asesinato sistemático de niños y madres palestinas ejecutado por Netanyahu y su aparato militar.

Tampoco lo hubieran hecho muchos de los que militaron en la resistencia antifascista en la Bielorrusia ocupada por los nazis, entre muchos combatientes judíos que ofrendaron sus vidas para salvar a muchos ancianos, niños y mujeres judías que estaban a punto de ser exterminados por el aparato militar de los nazis de aquel entonces.

Es por ello que no podemos dejar de contrastar la conducta de aquella generación de judíos humanistas, capaces de dar la vida por la libertad y la dignidad de otros seres humanos, con la inaudita ferocidad con que el régimen sionista de Israel ha venido atacando a la población palestina de la Franja de Gaza, un estrecho pasadizo colindante con el Mar Mediterráneo, en realidad una especie de nueva versión del Guetto de Varsovia, a lo largo de muchas semanas. Estos crímenes que nos avergüenzan por su inhumanidad son algo que no puede dejar indiferente a ninguna persona que se respete a sí misma, además de ser una amenaza constante aunque se haya aprobado un nuevo alto al fuego, que podría ser desacatado en cualquier momento.

Para agravar las cosas, no puede dejarse de lado la obligada censura a la insensata e inhumana combinación, en distintos grados, de la ignorancia y el cinismo de quienes apoyan el exterminio del pueblo palestino, por parte de los sionistas, hablando de antisemitismo, cuando son en realidad estos gobernantes de Israel los mayores criminales antisemitas, desde hace varias décadas consagrados al exterminio de un pueblo semita como es el palestino, cuyo derecho a una nación y al respeto de sus derechos como seres humanos es algo que no contradice sino que refuerza las mejores tradiciones del humanismo judío, como lo ha hecho notar hace algunos días, el valiente profesor judío estadounidense Norman Finkelstein, uno de cuyos pilares es la afirmación de que solamente la verdad nos hará libres.