Nadie que se dedique a la observación de la vida pública en España corre peligro de aburrirse. Todo lo contrario, lo corre de perecer de emociones y exceso de trabajo. Adjunto un somero resumen con cierta interpretación de la pintoresca jornada de ayer, que fue como una representación de la esencia española. Por la mañana, la España de hoy; al mediodía, la España profunda; por la tarde, la España eterna.

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© El PaísEl ex-ministro Arias Cañete, su nombramiento como comisario de energía ha desatado polémica recientemente.
Por la mañana: la España de hoy.

Amaneció el día con los catalanes desbordándose por las calles en protesta por la decisión del Tribunal Constitucional de suspender la consulta. Protesta que ya se inició el día anterior, lunes. Al tiempo, el Govern remitía al alto tribunal sus alegaciones y paralizaba la campaña institucional entre protestas de sus aliados más radicales. A poco, los Mossos empezaron a dar estopa a los manifestantes, en especial a los aficionados a las acampadas. Se desató la indignación en las redes. Es probable que la táctica de Mas sea mantener el pulso legal y, al tiempo, el orden público, incluso dando muestras de autoritarismo, para inspirar confianza en todas partes. Pero no ha conseguido evitar, y quizá fuera lo que pretendía, que el ministro del Interior, en uso de sus competencias y siguiendo sus ideas sobre la forma española de resolver los problemas de diálogo, le enviara 400 agentes antidisturbios, para ayudar al entendimiento.

Y, por supuesto, en prudente previsión de que pueda pasar lo que, si pasa, será probablemente por esa previsión.

La prensa internacional sigue entusiasmada la cuestión española y respira mayoritariamente simpatía por el catalanismo. Bloomsberg News publica un editorial contundente, titulado First Scotland, Now Spain (ojo a la asimetría de nombres) en el que se dice textualmente a Rajoy que haga el favor de viajar a Cataluña a encontrar una solución dialogada con Mas en la línea escocesa. Rajoy ha perdido la batalla de la comunicación exterior, probablemente por no hablar idiomas. Nadie afuera entiende ese cierre en redondo del gobierno central a cualquier tipo de negociación. Tampoco dentro, por cierto, pero todos lo apoyan por miedo a parecer menos patriotas que los vecinos en un tiempo en el que el patriotismo se hace más y más vociferante.

El patriotismo nacionalcatólico, claro, el único consistente que hay en España; el de españolizar a los niños catalanes. Pues ya estamos en plena guerra sucia, alguien ha insinuado que el editorial de Bloomberg News está comprado. Supongo que con dinero de la Generalitat. Como si fuera tan fácil comprar medios extranjeros como los patrios. Que se lo digan a Aznar, que se gastó dos millones de euros de nuestro dinero en comprar una medalla del Congreso de los Estados Unidos que, al final, no le dieron.

De todas formas, es igual; si los catalanes insisten en su movilización pacífica y en sus alegaciones y decisiones, se los denuncia ante los tribunales y, llegado el caso, se los encarcela; a los demás, se los disuelve a palos. La adhesión sin fisuras de la oposición socialista al gobierno en el asunto catalán lo deja literalmente con las manos libres. Y un gobierno con las manos libres es un peligro en toda sociedad civilizada.

¿A quién interesa esta situación? Al gobierno más que a nadie porque, sobre verse con las manos libres, consigue que no se hable de sus peplas de corrupción e incompetencia evidente en gestión de la crisis.

Al nacionalismo catalán no le interesa en absoluto, pero está obligado a hacerle frente en condiciones cada vez más difíciles, con un margen de acción que se estrecha por días. El país en general se entera poco porque la información sobre Cataluña está secuestrada por la opinión más patriotera y porque, además, surgen nuevos focos de atención que distraen la suya.

Al mediodía: la España profunda.

La comparecencia de Cañete en el Parlamento Europeo, el hearing, vaya, una práctica tan desconocida en España que no tiene ni nombre. Consiste en que las personas que las autoridades competentes proponen para desempeñar ciertos cargos pasan un exhaustivo examen de idoneidad en todos los aspectos ante el órgano legislativo que ha de nombrarlas. Son interrogatorios en profundidad que hurgan en el comportamiento del candidato, sus conocimientos, su pasado, sus opiniones en otros contextos. Mera exigencia democrática.

Cañete había sido propuesto para otra cosa pero, al final, Juncker lo derivó florentinamente a la comisaría de energía pensando que, si se asustaba ante el hearing que le esperaba dada su biografía, desistiese. El presidente de la Comisión no puede enfrentarse así como así con los de gobierno de la UE; pero sí puede frustrarlos. Al fin y al cabo, era de dominio público que, por razones de negocios, Cañete hace pocas migas con el medio ambiente y por convicciones profundas tiene en solidaria estima a las mujeres en cuanto seres disminuidos. Todavía no se sabía que, además, era olvidadizo y dejaba de tributar inadvertidamente por unos miles de euros que le habían llovido en forma de sobresueldos, concepto contable originalísimo que la España profunda aporta a la cultura europea. Con esos antecedentes, calculaba el malvado de Juncker, Cañete retiraría su candidatura. No conocía el coriáceo pellejo de los políticos españoles a quienes no hace dimitir ni el hundimiento del cielo.

¿Por qué habría de hacerlo Cañete, que viene de un gobierno en el que media docena de ministros, sin contarlo a él, tienen razones iguales o más graves para dimitir y ni se les pasa por las mientes? Si estaría seguro el simpático exministro que ni siquiera necesitó un SMS de su padrino, del tipo Miguel (se llama Miguel, ¿no?) sé fuerte. Así que el buen hombre hizo el ridículo en su hearing con absoluta pachorra y buena conciencia y hasta en francés, cosa que habrá dejado a Rajoy boquiabierto. Pero muy contento porque se demuestra que la gran nación mantiene su sagrada costumbre de nombrar siempre para los cargos a los menos idóneos.

Por la tarde: la España eterna.

Entretenido estaba el personal con estas quisicosas y saltó la noticia de que un selecto grupo de mangantes se había pulido 15,5 millones de euros públicos y de los impositores de Cajamadrid a lo largo de catorce o quince años en francachelas, viajes y lo que les saliera de las narices. Se valían de unas tarjetas opacas a efectos fiscales. No había que declarar. Había que pillar la pasta y correr. O callar. Hay quien dice que ese desfalco era el chocolate con el que los directivos de la Caja compraban a los supuestos consejeros, guardianes, chambelanes o lo que esta gente fuere, para que hicieran la vista gorda mientras ellos desfalcaban veinte mil millones, que ya es una cantidad por la que un caballero puede mancharse la corbata. Será o no será, pero va estando claro que, si sumamos esta estafa a todas las demás conocidas en todos los órdenes, no hay que ir a buscar el origen de la crisis más que a los despachos de los políticos, los empresarios, los financieros y toda la basura que arrastran.

En la Caja Madrid, el comportamiento de los consejeros de la izquierda, de IU y del PSOE no se diferencia en nada del de los otros. Se lo llevaban crudo y punto. A los representantes de los sindicatos, al parecer, se les untaba más generosamente, lo que habla en favor de la sensibilidad social de aparato corrupto. Supongo que la izquierda tendrá algo que decir sobre esto, que le hace mucho más daño que a la derecha. Sánchez ha prometido echar a los responsables y obligarles a devolver lo trincado. Eso es lo que ya ha hecho Rodrigo Rato y alguno más: han devuelto 200.000 pavos y, de paso, han hecho trizas las excusas de muchos otros de que estaban convencidos de que era legal.

Las abundantes fotos, los testimonios gráficos del vidorro que se daba el capo scuola, el compañero de pupitre de Aznar, esas instantáneas rifle en mano, con caza mayor exótica a los pies, a bordo de potentes y lujosas embarcaciones, esas mansiones de ensueño, hablan de una vida vertiginosa, de derroche y boato. Esos ocho mil emails que Blesa trata de mantener en secreto pero cuyo contenido se ha ido conociendo muestran un mundo de gentes sin escrúpulos, de gentes que manejan los fondos públicos y ajenos de un modo depredador, que asimilan gestión con expolio. Todo muy moderno, trepidante, al estilo Inside Job. Pero, en realidad, cuando se despacha el pastel, la España eterna. La cleptocracia como forma de gobierno.