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Los militantes y votantes de los partidos políticos tienden a compartir creencias, filosofías y formas de entender el mundo y la sociedad. A estos conglomerados conceptuales habitualmente los llamamos ideologías. Como es normal, las distintas ideologías entran en conflictos y disputas. Es un hecho positivo que exista intercambio de pareceres y debate entre las diferentes formas de entender cómo queremos gestionar la sociedad y los recursos. Sin embargo, puede ocurrir que los debates lleguen a puntos muertos porque las diferencias sean percibidas como tan alejadas que no haya progreso posible.
Por suerte, desde la psicología se han hecho algunos avances para entender cómo y por qué una persona se inclina por una determinada ideología, su forma de entender el mundo, sus preferencias y sus necesidades. Entender la forma de pensar de otras personas puede ayudarnos a comprender y mitigar estas desavenencias para una mejora del debate político.
Diversas investigaciones han indagado sobre
la relación que existe entre nuestra personalidad y nuestras preferencias políticas. La idea central es que
la preferencia política no es un elemento independiente de nuestro modo de ser, sino que se relaciona con nuestra personalidad y nuestra forma de tomar decisiones morales. Existen diversos trabajos que aportan pruebas a favor de la relación personalidad-política (
Hibbing, Smith, Peterson, & Feher, 2014). Así, sabemos que
los que se definen como progresistas tienden a puntuar más alto en empatía y apertura a la experiencia. (La apertura a la experiencia (
McCrae & Costa, 1997) es una de las dimensiones básicas de la personalidad según el modelo de los Cinco Grandes (
Digman, 1990).
Las personas de mayor apertura tienden a una mayor imaginación, sensibilidad estética, preferencia por la variedad o curiosidad intelectual.)
Por tanto, según los datos aportados,
el progresista estaría más inclinado a entender la situación de los demás y estaría más predispuesto a aceptar nuevas ideas. Los que se consideran conservadores, por otra parte, puntúan generalmente más alto en responsabilidad y educación-corrección. (Sobre cómo evaluar el conservadurismo se puede consultar
Everett, 2013). Es decir, más tendencia a buscar ser organizado y disciplinado, además de valorar la armonía social. La relación entre conservadurismo y apertura a la experiencia es más marcada cuando se considera el conservadurismo social (inclinación por los valores y familia tradicionales, patriotismo...) y se diluye al valorar el conservadurismo económico (menor defensa de los servicios sociales, redistribución económica...;
McRae & Sutin, 2009).
Un meta-análisis interesante en esta línea, que revisa 88 estudios en 12 países, con una muestra total de 22,818 participantes, aporta datos de la relación entre variables psicológicas e ideología autoinformada (
Jost, Glaser, Kruglanski, & Sulloway, 2003). Un pequeño resumen de sus principales resultados se presenta en el siguientes listado de correlaciones:
Tabla de correlaciones entre diferentes dimensiones psicológicas y el conservadurismo sociopolítico:
- Ansiedad ante la muerte = 0.47.
- Intolerancia a la ambigüedad = 0.34.
- Apertura a la experiencia = -0.32.
- Tolerancia a la incertidumbre = -0.27.
En el modelo que Jost y colaboradores (2003) proponen,
la ideología conservadora es una forma de satisfacer necesidades psicológicas. La motivación de ser conservador sería ofrecer una forma de lidiar con la incertidumbre y el miedo cuando procesamos información social. Es decir, abrazamos una ideología para poner en orden a nuestras percepciones de lo que debería ser la sociedad. Si el modelo de Jost es correcto, ser conservador es una forma de buscar un modelo social basado en la estabilidad, lo conocido y lo percibido como cierto. El núcleo de la ideología conservadora enfatiza la resistencia al cambio y este modo de pensar ayuda a manejar la incertidumbre y las amenazas. Este modo de razonar resulta funcional en tanto que un mayor conservadurismo se asocia con un mayor nivel de felicidad, satisfacción con la vida o bienestar subjetivo (
Napier & Jost, 2008) Eso sí, no está del todo claro si es la ideología la causa de los mayores niveles de felicidad o el motivo es alguna otra variable como el mayor estatus socioeconómico de los conservadores (
Jetten, Haslam, & Barlow, 2013).
Estos estudios resultan interesantes, no tanto por informar de la psicología de los conservadores, sino por aportar un punto de vista diferente de la política.
Sirven como invitación a trascender el lenguaje partidista y plantear un debate donde preguntarnos a qué necesidades psicológicas puede apuntar cada idea o eje político. Avanzando en saber cómo pensamos, sentimos y razonamos los humanos podremos entender mejor el debate de ideas políticas. Tal y como señalan Hibbing y colaboradores (2014),
hemos de reconocer que las opiniones políticas no son un producto puramente razonado y consciente. No en vano, algunos autores señalan la heredabilidad del nivel de conservadurismo en el 56% (
Bouchard et al., 2003).
Por otra parte, quedan pendientes investigaciones adicionales en esta línea en las que preguntarnos no únicamente cuál es la psicología del conservador, sino indagar en la psicología de otras ideologías. Cabe preguntarse también en qué medida el afán de las ciencias sociales por explicar los orígenes del conservadurismo no es manifestación del
sesgo político de los científicos. Uno tiende a interesarse las razones de aquello que no comparte y cuya existencia le sorprende.
Entendiendo la forma de pensar, sentir y creer que motiva a abrazar una ideología, podemos aspirar a un debate político donde sea más fácil lograr consensos y acuerdos.
Comentario: De hecho, hay quienes han investigado y formulado marcos teóricos para explicar ciertos rasgos de lo que el artículo denomina el rasgo psicológico de los conservadores. El psicólogo Bob Altemeyer ha hecho una amplia investigación sobre este tema y él ha acuñado el término
Personalidad autoritaria. Según el
Diccionario Cambridge de Psicología: "personalidad autoritaria" y "seguidores autoritarios":
"Los seguidores autoritarios tienen la característica psicológica conocida como el autoritarismo de derechas. Este rasgo de la personalidad consiste en la sumisión autoritaria, un alto grado de sumisión a las autoridades establecidas en la sociedad a la que se pertenece; agresión autoritaria, agresión dirigida contra varias personas en el nombre de dichas autoridades; y el convencionalismo, una fuerte adhesión a las convenciones sociales aprobados por dichas autoridades.
El autoritarismo de derechas ("derecho" viene de "legal") se mide en la llamada escala RWA (escala de autoritarismo de derechas)." El Diccionario nos dice que:
[...] las personas que obtienen altas puntuaciones en la escala RWA se someten totalmente y con bastante facilidad a las autoridades establecidas en sus vidas y confían en ellas mucho más de lo que la mayoría de la gente lo hace.
Apoyaron a Richard Nixon hasta el final durante la crisis del Watergate. Aquellos con una alta puntuación en RWA también creyeron en George W. Bush cuando dijo que Irak tenía armas de destrucción masiva, y apoyaron la guerra en ese país mucho después de que otros la hubieran abandonado. Los mismos están también relativamente dispuestos a dejar que las autoridades atropellen las libertades civiles y las garantías constitucionales de libertad personal. Ellos parecen pensar que las autoridades están por encima de la ley.
Bob Altemeyer, uno de los campeones en la psicología de los autoritarios, da cuenta de que los autoritarios se caracterizan por una cierta conducta cognitiva específica:
En comparación con los demás, los autoritarios no dedican mucho tiempo a examinar las pruebas, pensar críticamente, llegar a conclusiones independientes ni analizar si sus conclusiones engranan con las otras cosas que creen. (...) Ellos tienen una lista de "falsas enseñanzas" e ideologías rechazadas en sus cabezas. Pero por lo general aprendieron cuales eran las ideas malas de la misma manera que aprendieron cuales eran las buenas, de las autoridades en sus vidas. Los que obtienen alta puntuación no están preparados para pensar de manera crítica.
Y a esto podemos agregar los estudios citados por Barbara Oakley en su libro
Evil Genes [Genes malvados]:
"Un reciente estudio de imágenes realizado por el psicólogo Drew Westen y sus colegas en la Universidad de Emory ofrece un firme argumento para la existencia del razonamiento emocional. Justo antes de las elecciones presidenciales del 2004 entre Bush y Kerry, se reclutaron dos grupos de individuos; quince ardientes demócratas y quince ardientes republicanos. A cada uno se le presentó declaraciones conflictivas y aparentemente dañinas sobre su candidato, así como también más individuos más neutrales como el actor Tom Hanks (que, según parece, resulta agradable para personas de cualquier inclinación política). Como era de esperar, cuando a los participantes se les pidió realizar una conclusión lógica sobre el candidato del partido político opuesto, los mismos encontraron una manera de llegar a una conclusión que hiciera ver mal al candidato, incluso aunque la lógica debería haber mitigado las circunstancias particulares y haberles permitido llegar a una conclusión diferente. Aquí es donde se pone interesante.
Las creencias en falsa dialéctica alrededor de la política y la religión hacen cosas extrañas al cerebro humano.Cuando este "control emocional" comenzó a ocurrir, las partes del cerebro normalmente involucradas en el razonamiento no se activaron. En cambio, se produjo una constelación de activaciones en las mismas áreas del cerebro donde se experimentan el castigo, el dolor y las emociones negativas, (es decir, en la ínsula izquierda, la corteza frontal lateral y la corteza prefrontal ventromedial). Una vez que se encontró una manera de ignorar la información que no puede ser rechazada racionalmente, las áreas neurológicas del castigo se apagaron, y el participante recibió un destello de activación en los circuitos relacionados con recompensas -similar a la sensación que recibe un adicto al conseguir su dosis.
En esencia, los participantes no estaban dispuestos a dejar que los hechos se interpusieran en sus tomas de decisiones candentes y rápidas recompensas.
"No se activó ningún circuito involucrado en el razonamiento consciente", dice Westen. "Fundamentalmente, pareciera como si los participantes giraran el calidoscopio cognitivo hasta llegar a las conclusiones que ellos quieren, y luego las refuerzan masivamente con la eliminación de estados emocionales negativos y la activación de los positivos". [...]
En última instancia, Westen y sus colegas creen que "un razonamiento emocional parcial conduce al 'grabado' o refuerzo de una creencia defensiva, asociando el relato 'revisionista' de la información por parte del participante con emociones positiva o el alivio y la eliminación de la angustia. El resultado es que las creencias parciales se calcifican y la persona poco aprende de nuevos datos'", señala Westen. El extraordinario estudio de Westen demostró que el proceso de la información neurológica relacionada a lo que llama "razonamiento motivado"... parece ser cualitativamente diferente al razonamiento de una persona que no posee conexiones emocionales en las conclusiones a las que llegar.
El estudio es, pues, el primero en describir los procesos neuronales que subyacen al juicio político y la toma de decisiones, así como para describir los procesos que implican control emotivo, psicológico de defensa, el sesgo de confirmación, y algunas formas de la disonancia cognitiva. La importancia de estos hallazgos va más allá del estudio de la política: "Todo el mundo, desde los ejecutivos y los jueces a los científicos y los políticos pueden razonar a partir de juicios sesgados emocionalmente cuando tienen un interés personal en la forma de interpretar 'los hechos'," de acuerdo con Westen".
Genes Malvados
Barbara Oakley
Dicho esto, está claro que la mayoría de las veces quizás, la elección de una ideología no se da de manera razonada y consciente y, tal como lo dice el artículo más arriba, responde a ciertas necesidades psicológicas antes que a una reflexión lógica y meditada.
Estar conscientes de esto es sumamente importante para entendernos a nosotros mismos y nuestra manera de pensar... ¿y por qué no nuestra historia? ¿Se imaginan lo que esto significa si nos ponemos a pensar en los efectos que tienen nuestras elecciones colectivas a través de la historia y lo fácil que es entonces manipular la opinión pública a partir de esas necesidades psicológicas?
Recomendamos leer:
Patocracia mundial, seguidores autoritarios y la esperanza del mundo
Comentario: De hecho, hay quienes han investigado y formulado marcos teóricos para explicar ciertos rasgos de lo que el artículo denomina el rasgo psicológico de los conservadores. El psicólogo Bob Altemeyer ha hecho una amplia investigación sobre este tema y él ha acuñado el término Personalidad autoritaria. Según el Diccionario Cambridge de Psicología: "personalidad autoritaria" y "seguidores autoritarios": Y a esto podemos agregar los estudios citados por Barbara Oakley en su libro Evil Genes [Genes malvados]: Dicho esto, está claro que la mayoría de las veces quizás, la elección de una ideología no se da de manera razonada y consciente y, tal como lo dice el artículo más arriba, responde a ciertas necesidades psicológicas antes que a una reflexión lógica y meditada.
Estar conscientes de esto es sumamente importante para entendernos a nosotros mismos y nuestra manera de pensar... ¿y por qué no nuestra historia? ¿Se imaginan lo que esto significa si nos ponemos a pensar en los efectos que tienen nuestras elecciones colectivas a través de la historia y lo fácil que es entonces manipular la opinión pública a partir de esas necesidades psicológicas?
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