Un estudio dice que se puede influir en la opinión moral de una persona solo con seguir el movimiento de sus ojos y pedirle que decida en el momento preciso.

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© Daniel RichardsonNuestras decisiones morales entre dos opciones pueden ser influenciadas siguiendo momento a momento el movimiento de los ojos durante la deliberación
Decir una pequeña mentira, avisar al camarero en el restaurante de que no nos ha cobrado los entrantes, ceder el asiento en el autobús o dar dinero a un mendigo... Muchas de las opciones a las que nos enfrentamos en la vida cotidiana tienen un carácter moral. Quizás se muestre muy seguro de cómo reaccionaría ante cada situación y crea que sus opiniones sobre lo que es bueno o malo son tan sólidas como el acero, pero hasta la más firme de las creencias puede tambalearse en algún momento.
Un equipo de investigadores del University College de Londres, la Universidad de California Merced y la de Lund, en Suecia, cree que manipularlas es más fácil de lo que parece. Según explican, nuestras decisiones morales entre dos opciones pueden ser influenciadas siguiendo momento a momento el movimiento de los ojos durante la deliberación, sin argumentos contrarios, sugerencias ni discusiones. Tan solo hay que elegir el momento en el que el sujeto tiene que decidir.
«La gente a menudo asume que sus opiniones morales son las preferencias estables que ya existen en sus corazones y mentes - dice Michael Spivey, de la California, Merced-, pero nosotros creemos que muchas de sus decisiones morales pueden surgir sobre la marcha como resultado de cómo mire e interactue con el entorno».
Los investigadores utilizaron un sistema de seguimiento de ojos («eye tracking») para vigilar la mirada de unos voluntarios mientras pensaban acerca de cuestiones morales complejas como «¿puede ser justificable participar en un asesinato?». A los participantes se les presentó en una pantalla dos alternativas para cada pregunta («a veces es justificable» o «nunca es justificable»), y se les pidió que las miraran un rato y luego eligieran lo que consideraban moralmente correcto. Durante la deliberación, los participantes podían mirar libremente las dos alternativas.

Los movimientos oculares de los voluntarios fueron determinantes cuando se les pidió que tomaran su decisión. Para cada pregunta, se seleccionó al azar una de las dos alternativas, y una vez que el rastreador ocular registraba que los participantes habían mirado esa alternativa una cierta cantidad de tiempo, se les pedía que tomaran su decisión inmediatamente. Los resultados, publicados en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS), mostraron que las decisiones morales de los participantes eran sistemáticamente sesgadas hacia esa alternativa en concreto. En general, optaron por la alternativa seleccionada al azar como su propia opinión moral en el 58% de las pruebas, en lugar del 50% sin la manipulación.

Mirar el mundo
«Lo que encontramos en este estudio es que el momento preciso de tomar una decisión puede ser una poderosa influencia en las elecciones que terminamos haciendo. El proceso de llegar a una decisión moral no sólo se refleja en la mirada de la gente, sino que también puede determinarse por ello»
Dice Philip Pärnamets, uno de los autores, de la Universidad de Lund. Los participantes fueron influenciados sin habérseles presentado diferentes argumentos o información. Esto sugiere, dice Pärnamets, que el proceso de llegar a una decisión moral se entrelaza con el proceso de mirar el mundo, y más en general, que los procesos de decisión de la gente se reflejan en sus ojos.
«En otras palabras, la misma interacción entre el cerebro, la mano y el ojo que interviene cuando asimos una taza de café, también está implicada en el razonamiento de si algo es moralmente correcto o incorrecto», dice Daniel Richardson, también autor del estudio, de la University College.
«Los científicos ya sabían que cuando miramos hacia atrás y hacia adelante entre dos elementos en un menú, por ejemplo, nuestros patrones de mirada revelan lo que podríamos elegir. Nuestra contribución principal es mostrar que controlando exactamente cuándo alguien toma una decisión, podemos influir en lo que decida», dice Daniel Richardson.
El asunto es especialmente inquietante si se tiene en cuenta esta reflexión del investigador Petter Johansson, de Lund:
«Hoy en día -dice- se fabrican para los teléfonos móviles todo tipo de sensores, que incluso son capaces de realizar un seguimiento de los movimientos oculares. Simplemente mediante el control de pequeños cambios en nuestro comportamiento, estos dispositivos tienen el potencial de ayudar en nuestras decisiones en formas que no eran posibles antes.