Ganímedes, el satélite más grande del sistema solar, presenta un extraño bulto de unos 600 kilómetros de diámetro y tres kilómetros de alto, más o menos la mitad de la altura del monte Kilimanjaro. Sin embargo, no es lo que esperaban encontrar los expertos. «Lo vi por casualidad mientras observaba la cartografía completa de Ganímedes», afirma el científico planetario Paul Schenk, refiriéndose a las imágenes tomadas por la nave Galileo de la NASA.

ganímedes
© NASA
El tamaño y situación de la protuberancia, que parece compuesta de hielo, sugiere que en un momento dado la corteza helada del satélite rotó sobre el resto del satélite. Schenk cree que el bulto comenzó a formarse en uno de los polos y cuando se hizo lo suficientemente grande, su masa comenzó a arrastrarse hasta alcanzar una posición distinta. La corteza se deslizó sobre el océano, mientras que el interior del satélite permaneció en la misma orientación. Finalmente, la parte que un momento cubría los polos acabó en el ecuador.

«El único lugar en el que puede haber una gran masa como esta, no relacionada con la geología, son los polos, que están permanentemente fríos», explica.

Si el bulto nació en uno de sus polos y se deslizó hasta alcanzar su situación actual, los expertos esperan encontrar una protuberancia similar opuesta. «Esperamos observarla cuando llegue la próxima nave», dice Schenk.

Lo que intriga a los expertos no es el tamaño del bulto, sino el hecho de que esté ahí. El bulto no constituye la primera prueba de la existencia de un océano en el satélite, pues ya se sospechaba desde hace tiempo. De hecho, hace dos semanas un equipo distinto de científicos anunció que había confirmado la presencia de un océano subterráneo en el satélite.