El 4 de julio de 1776 se declaró la Independencia de los EE.UU. escindiéndose así del yugo y la explotación Inglesa. Los padres fundadores redactaron entonces un texto que expresaba una serie de principios fundamentales que han conducido el desarrollo de esta nación pero no como verdades vividas y practicadas por sus habitantes y sus líderes, sino como ilusiones o fantasías que alimentaron la convicción de ser una nación excepcional y de su predestinación a ser los mesías salvadores del mundo.
independence day
© tangaroa81
Nicolás Shumway, director de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Texas, acuñó el término "ficciones orientadoras" para referirse a estos mitos que se enraízan en una cultura y conducen su desarrollo y crecimiento más allá de los límites lógicos de su verdadera naturaleza, su destino y su lugar entre las demás naciones del mundo. Aunque el autor utiliza el término con una connotación positiva, dando a entender que las naciones necesitan creer estos mitos (que esencialmente son mentiras) para desarrollarse, salta a la vista que construir un Estado sobre verdades a medias y afirmar la identidad de un nación sobre la base de ser los portadores de valores que son enunciados con entusiasmo, pero apenas son puestos en práctica, equivale a edificar un espléndido y bello palacio sobre terrenos arenosos.

En su documento fundamental EE.UU. versa:
"...sostenemos estas verdades como evidentes, que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, y que entre ellos están la Vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad."
Durante las décadas posteriores a esta declaración, EE.UU. practicó la esclavitud llevándola a extremos de violencia inimaginables. Fueron muchos los estadounidenses que consideraron a los esclavos necesarios porque era una fuerza de producción muy económica (casi gratis) que permitía maximizar las ganancias. También la tan enaltecida conquista del este norteamericano fue un largo y cruento genocidio de todas las poblaciones nativas que habitaban aquel territorio desde hacía miles de años.

Desde entonces, "haz lo que yo digo pero no lo que yo hago" ha sido el lema implícito que ha conducido a esta nación y la ha encumbrado como la más poderosa del mundo. En nombre de la "libertad" han aniquilado a millones de seres humanos a lo largo del planeta, y como representantes autoproclamados de los valores humanos superiores han invadido, sometido, y conminado a la miseria a naciones enteras sin la más mínima piedad. Este mismo mito de la independencia y la libertad es el combustible de la guerra y la opresión. La población sumisa que cree en "el Sueño Americano" (y como diría el humorista George Carlin, "para soñar hay que estar dormido") permite esta realidad, y apoya invasiones, destrucción, asesinatos y sufrimiento, mientras 'sueña' que su nación es un faro de esperanza y democracia para el mundo.

Después de transitar el siglo XIX en medio de guerras internas y disputas de poderes, EE.UU. comenzó a erigirse como nación y a materializar su "grandioso destino" gracias al potencial acumulado por décadas de sembrar en el seno de su sociedad la idea de su excepcionalismo. Fueron estas fantasías las que permitieron que los patócratas encumbrados en posiciones de poder pudieran con el beneplácito de su pueblo invadir y conquistar varias regiones del globo con la misma voracidad con la que lo hicieron otros imperios bárbaros y despiadados cientos de años atrás.

En los primeros años del siglo XX se forjaron los cimientos de lo que sería a partir de entonces una práctica permanente: una política expansionista a fuerza de intervenir y socavar la soberanía de otras naciones con fines de dominación y control comercial de sus recursos,... una política de guerra e injerencia perpetua.

El asesinato de JFK y la muerte definitiva de una nación

JFK quote
© combatreform.org"Existe una conspiración en este país con el fin de esclavizar a cada hombre, mujer y niño. Antes de abandonar este alto puesto noble, mi intención es dejar expuesta dicha conspiración." No le permitieron cumplir su propósito.
Fue esta política expansionista la que llevó sin duda a que una gigantesca conspiración monolítica tomará como blanco en 1963 a quien fuese efectivamente el último gran presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy. Sus políticas contra la segregación en casa y a favor de la paz en el mundo, eran piedras en el zapato de la maquinaria que necesitaba de la guerra perpetua.

Fue justamente su particular filosofía de respeto y colaboración en cuanto al antagonismo ascendente con la Unión Soviética lo que posiblemente selló su trágico destino. JFK era un hombre de paz que abogaba por un accionar responsable y comprometido con la ciudadanía y soñaba con una población informada y una administración transparente. Sus visiones progresistas y humanas fueron razón suficiente para que fuera ejecutado aquella trágica mañana de noviembre en Dallas, y fueron las mismas fuerzas motrices impulsadas por un metagobierno oculto pero poderoso, las que cinco años después asesinarían a su hermano Robert Kennedy... los patócratas que operaban tras bambalinas no estaban dispuestos a correr el riesgo de que otro hombre de paz pisara la oficina oval y echara por tierra sus planes.

Fue entonces cuando se inició un proceso que culminaría con el autoatentado del 11 de septiembre del 2001, durante y tras el cual miles de personas en el corazón de EE.UU. perecieron como consecuencia de un ataque maquinalmente planificado y ejecutado por los mismos poderes que casi 40 años antes aniquilaban las esperanzas no sólo de una nación, sino del mundo entero.

2001, el comienzo del fin

El 11 de septiembre de 2001 marcó para muchos el punto de inflexión a partir del cual las intenciones de dominación y control de los poderes al mando en EE.UU. entraron en la fase final de una agenda cuanto menos delineada años antes. Cualquier testigo despierto e imparcial que preste atención (aunque más no sea superficialmente) a toda la evidencia acumulada del evento, llegará sin duda a la conclusión de que al menos la historia oficial de la comisión que presidió la investigación sobre el supuesto "atentado terrorista" es falsa; para los más atrevidos e incisivos en sus investigaciones, existen suficientes pruebas que demuestran que se trató de una operación de falsa bandera. Es decir, fue el mismo gobierno de los EE.UU. o elementos dentro de éste los que atacaron a su propia población con la intención de darle un shock extremo y justificar así el inicio de una cacería de brujas que llevaría al mundo a un estado de guerra perpetua sin precedentes.

Patriot Act
© US. Inter-AffairsTípico del doble discurso, aunque pretende apelar al "patriotismo", el nombre de esta acta lo dice todo: "Uniendo y Fortaleciendo a América Proporcionando Herramientas Apropiadas y Requeridas para Interceptar y Obstruir el Terrorismo". ¡Pero sólo cuando se trata de un enemigo externo creado por el gobierno mismo!
45 días después del atentado, tras ser "redactada" en tiempo récord, fue promulgada una ley conocida como Patriot Act (Acta Patriota o Ley Patriota). La rapidez con que fue confeccionado este documento sugiere firmemente lo que resulta casi obvio a la luz de los hechos: el texto existía desde antes, sólo estaba esperando el momento oportuno para ser dado a conocer sin cuestionamientos ni objeciones.

La restricción de libertades y la desaparición de las garantías constitucionales que suponía esta ley para los ciudadanos tanto estadounidenses como extranjeros, no podrían ser objetadas ni por la población que se encontraba confundida y en estado de shock, ni por un poder legislativo al que le resultaría políticamente incorrecto oponerse, pues cualquiera de sus integrantes que constituyera una obstrucción a la misma corría el riesgo de ser inmediatamente catalogado como traidor y tratado como tal.

Fue a partir de entonces que comenzó una sistemática supresión de los derechos esenciales e indiscutibles de la ciudadanía, y leyes y decretos posteriores de la misma naturaleza que el Acta Patriota hicieron de la constitución algo totalmente inefectivo e inútil.

Esta es la breve crónica de cómo es que un encubierto estado de sitio entró en vigencia. La gran nación independiente que más de 200 años atrás declaraba orgullosa su independencia y prometía a cada hombre y mujer que garantizaría su libertad y el respeto de sus más elementales derechos, se transformó así definitivamente en un estado totalitario donde cada ciudadano puede ser vigilado constantemente sin posibilidad de reclamo o protesta, donde las listas negras para acceder a vuelos (no-fly list) son moneda corriente, y donde la pérdida de la privacidad y la libertad de expresión es la norma y nadie puede objetarla sin correr el riesgo de ser encarcelado por terrorista. Todo esto en nombre del mantenimiento de la "seguridad nacional", a salvo de un virtual enemigo omnipresente, una amenaza creada deliberadamente por los poderes fácticos del Imperio con el fin de mantener y aumentar el control, ya no sólo sobre su población, sino también sobre el mundo entero.

Guantanamo
© Lemonde.fr"...todos los hombres [...] son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, y que entre ellos están la Vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad", pero existen excepciones... como Guantánamo.
En medio de esta realidad casi distópica, los medios masivos de comunicación se transformaron en la punta de lanza de las huestes imperiales bombardeando constantemente a la población con muestras del terrorismo que inundan el mundo y consagrando su voluntad y destino a la grotesca misión de mantener a las masas en un estado de miedo permanente de tal intensidad que apenas les permita pensar. Gracias a esta labor, la palabra "terrorismo" se convirtió en algo tan flexible que puede aplicarse a cualquier persona, grupo, o país que desobedezca las directivas del Imperio, inclusive a aquellos que se animen a protestar contra la corrupción del gobierno y las corporaciones, como fue el caso en Occupy Wall Street.

La voracidad del Imperio en acción

bin laden bush
© mirror.uncyc.org¿Bush u Osama? Los verdaderos terroristas siguen indemnes.
Las primeras víctimas de este "jaque al rey" fueron los ciudadanos de Afganistán, una nación asiática que limita con Irán en su frontera noreste. El pretexto fue bautizado con nombre y apellido: Osama Bin Laden. Este hombre fue clasificado por EE.UU. como el supuesto autor intelectual de los hechos acaecidos el 11 de septiembre del 2001, aunque claro está, él lo negó rotundamente. A partir de aquel momento su nombre se transformó en sinónimo de todo lo malo y diabólico que el lector pueda imaginar.

Lo que la mayoría no se animó a denunciar a viva voz en aquel momento fue que este sujeto y su supuesta organización terrorista Al Qaeda años antes habían sido entrenados y financiados por la propia CIA en su intento por provocar que la Unión Soviética interviniese de manera fallida en Afganistán. Tampoco fueron muchos los que expusieron el hecho de que la familia de la que provenía, la adinerada familia Bin Laden, fue socia comercial durante décadas de la acaudalada familia Bush en el negocio petrolero.

Así fue como las fuerzas militares estadounidense salieron a buscar a este temible terrorista, supuesto autor de un crimen atroz. Él se encontraba en territorio afgano según unos dudosos informes de inteligencia, así que sin dudarlo ni pedir permiso u opinión a otras naciones EE.UU. inició una cacería de brujas que se transformó en una auténtica carnicería. George Bush hijo, en medio de un montaje escénico hollywoodense exacerbó a las masas con un discurso signado por destacar el excepcionalismo de su nación y su derecho a tomar venganza a cualquier precio. El ciudadano promedio estadounidense compró "el paquete" y se transformó en un socio virtual de la perversidad y vileza de su gobierno.

De este modo el ejército norteamericano entró en territorio afgano en busca de "su enemigo", pero la verdad fue que nunca lo encontraron y el país quedó devastado con un saldo de decenas de miles de civiles inocentes muertos. Al día de hoy Afganistán sigue siendo ocupada por las fuerzas de "libertad y democracia" de la gran nación que declaró con vehemencia aquel 4 de julio de 1776 "que todos los hombres [...] son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, y que entre ellos están la Vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad". Evidentemente, para Norteamérica los afganos no deben ser "hombres" o bien han olvidado los valores fundamentales sobre los que supuestamente cimentaron su nación.
Afghanistan dead
© CommonDreams.orgMuertes en Afganistán: "...todos los hombres [...] son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, y que entre ellos están la Vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad", pero existen excepciones...
Apenas unos meses después de esta campaña "justiciera" que sólo sirvió para posicionar con fines geoestratégicos a las fuerzas bélicas estadounidenses a escasos "metros" de la frontera con Irán, se inició la siguiente fase de esta brutal avanzada, la destrucción de Irak. Lo que resultó curiosos y sin duda muy significativo fue que EE.UU. atacó a otro ex-socio: Sadam Husein. Este sujeto, presidente durante muchos años de Irak, fue aliado de EE.UU. durante la guerra con Irán que se libró durante buena parte de la década de los 80.

El pretexto esta vez para invadir a un ex-socio fue que Irak tuvo un rol (por cierto, nunca bien definido ni probado) en los atentados del 11 de septiembre y que poseía armas de destrucción masiva. Claro, ¿cómo se atrevía alguien que no fuera EE.UU. (o alguno de sus socio actuales) a poseer armas de destrucción masivas? La cuestión fue que casi replicando el modelo de la invasión a Afganistán, EE.UU. invadió Irak dejando un saldo de 1 millón y medio de inocentes muertos y un país que tenía un estándar de vida envidiable en medio de una ruina y miseria espantosa. ¿Y las armas de destrucción masivas?... Nunca fueron encontradas, y finalmente años después el Secretario de Estado en aquel entonces, Colin Powell, reconoció que habían presentado ante el Consejo de Seguridad de la ONU pruebas falsas sobre la presencia de las armas para justificar la ofensiva. Como frutilla del postre, un par de años más tarde, quien fuera uno de los mejores amigos de Washington en su lucha contra Irán, sería ejecutado públicamente. Sí, Saddam Hussein, al mejor estilo de los ajusticiamientos que se acostumbraban en el lejano oeste norteamericano, fue ahorcado el 2 de enero del 2007.
Irak dead
© AlterinfoIrak, 2003. "...todos los hombres [...] son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, y que entre ellos están la Vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad", pero existen excepciones... La armas de destrucción masiva deben estar escondidas debajo de tantos cuerpecitos inocentes.
Así fue como nuevamente EE.UU. hizo "honor" a las palabras enunciadas en aquel documento redactado el 4 de julio: "...todos los hombres [...] son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, y que entre ellos están la Vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad". Hoy en día estas palabras resuenan como un eco lejano apenas audible y están tan gastadas por su uso y abuso que escucharlas de boca de un político estadounidense tiene tanto significado como escuchar los sonidos guturales de un zombie creado por la ficción hollywoodense.

Desde entonces, la gran nación del norte americano nos acostumbró a ver su peculiar modo de actuar como normal, casi natural. Escuchamos una vez tras otra cómo el discurso implícito de sus líderes nos susurra al oído: "tu no me agradas así que voy por ti...". La fórmula es muy simple para ellos: cuando desean invadir un país, provocan algún evento violento con víctimas civiles, luego con ayuda de su monstruosa maquinaria propagandística convencen, seducen, o asustan al público de una amenaza inminente para el mundo occidental y cristiano, y finalmente se "ven forzados" por las circunstancias a actuar para defender la "libertad y la democracia". Así fue como ocurrió en Libia poco después de Irak, y así lo intentaron hacer luego en Siria, en donde si no fuera por la intervención rusa hoy estaríamos viendo los restos en ruinas de otra nación víctima más.

Syria dead
© AFP"...todos los hombres [...] son dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, y que entre ellos están la Vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad", pero al parecer para el gobierno de EE.UU. hay "hombres" y "hombres", y los niños sirios no cuentan.
Finalmente el último bastión de la brutalidad norteamericana se materializó a finales del 2013 en Ucrania, donde promovieron y financiaron un golpe de estado a un gobierno democrático, pusieron sus títeres en un nuevo gobierno surgido a partir de entonces, y armaron a la moderna encarnación europea de los nazis hitlerianos para que sea su ejército de matones privado. Todo esto sólo por la ambición de cercar a Rusia, pues esta nación promueve un modelo de mundo multipolar y pacífico que constituye una auténtica amenaza mortal para la codicia imperial de EE.UU. y sus socios.

¿Y por casa cómo andamos?

corporatocracia
© Frontpagemag
Para consumar sus planes, la guerra que Washington libra contra cada habitante del planeta debe ser luchada en dos frentes, el foráneo y el doméstico. Puertas adentro, en su propia casa, Estados Unidos ha permitido y estimulado que agentes de corporaciones privadas lleguen a posiciones influyentes en instituciones públicas, convirtiendo a las mismas en los guardianes y los brazos ejecutores que posibilitan el logro de sus oscuros intereses. Cada uno de estos agentes es parte de una cadena de mando que pavimenta el camino para facilitar y "agilizar" la molesta burocracia de la salud, de la educación, del cuidado al consumidor y al medio ambiente. Estos mismos "devotos soldados" de esta corporatocracia, usando artimañas y un conocimiento al que pocos tienen acceso, se aseguraron que eventos catastróficos para el común denominador de la gente como el colapso económico del 2008 ocurrieran sin consecuencias para sí mismos y para sus "patrones".

Por supuesto que para el resto de los ciudadanos la historia resultó ser sustancialmente diferente: miles de familias perdieron sus ahorros vitalicios y sus hogares, los negocios pequeños quebraron y el desempleo llegó a niveles récord. Fue un movimiento excepcionalmente macabro y astuto mediante el cual consiguieron robar a un país entero dos veces en una sola jugada.

Así fue como una vez más en el "país de la libertad" reinó la corrupción y la avaricia de un puñado que condenó por enésima vez a su propia gente a vivir una vida marginal, disminuida a su mínima expresión y motivada por la urgencia de sobrevivir, sin posibilidad de pensar su realidad y comprenderla por el permanente shock que produce la amenaza constante a ser virtualmente extinto, desalojado de la sociedad, conminado a vivir una existencia miserable,... a no vivir el tan publicitado "sueño americano".

Pero la labor depredadora de estos psicópatas que son sin duda auténticos patógenos del organismo humano no termina allí,... de hecho, no parece terminar nunca. Los síntomas de esta enfermedad están por todos lados.

police brutality
© Cocky McSwagsalot La brutalidad policial se ha vuelto noticia cotidiana...
Fue a partir del año 2001 que un par de hechos particulares que se manifestaron como esporádico en otros tiempos, comenzaron a hacerse más frecuentes e intensos: los tiroteos en lugares públicos y la violencia policial. Ambos acontecimiento, cada vez más comunes, pusieron en evidencia entonces una realidad que día a día se hace más clara: la tensión social va en franco aumento y es muy posible que una sociedad abrumada y asustada por este incremento pidan a su gobierno que los proteja.

Los atentados de "locos solitarios" en Virginia Tech, Aurora, Sandy Hook, y finalmente Charleston hace apenas unos días, acompañados de las palabras justas y una cobertura mediática acorde, han exacerbado el miedo de los ciudadanos. Esta condición ha permitido que convenientemente el gobierno instale en la sociedad un virtual debate sobre los peligros que acechan al pueblo si no se toman decisiones drásticas sobre las leyes que permiten que los ciudadanos posean armas. De esta lógica se deriva una conclusión obvia: se debe desarmar al ciudadano común por su propia seguridad.

Acompañando a lo que parece ser una maniobra deliberada que pretende crear condiciones más propicias para que el gobierno aumente aún más el control sobre su población, la aparición repentina de una policía cada vez más militarizada y que se ha habituado a proceder con brutalidad bajo el amparada de la justicia, no parece ser un hecho casual. De los miles de asesinatos y abusos a manos de las fuerzas públicas que deberían proteger a los ciudadanos, un porcentaje casi insignificante llega a ser juzgado y condenado a favor de la población civil.

Los crímenes de las fuerzas policiales en Ferguson y Baltimore contra ciudadanos afroamericanos y la increíble muestra de desprecio por la vida de estas víctimas por parte de un poder judicial que exoneró de culpa y cargo sin titubear a lo que fue evidentemente un abuso de poder con resultados trágicos, es una muestra más del modo en cómo se están desenvolviendo los hechos dentro de la nación que siglos atrás se autoproclamaba como defensora de los derechos inalienables de los hombres.

Simultáneamente con el aumento de la violencia absurda y sin aparente sentido de "locos solitarios" que asesinan civiles, y el incremento de la brutalidad policial, los medios de comunicación parecen obstinados en utilizar el descontento de la población marginada del país para reforzar las líneas existentes de división entre la población; blancos contra negros, pobres contra ricos, inmigrantes contra nativos, policías contra civiles... Elija una, la que más le guste, y verá que cualquiera de ellas está en el menú televisivo del ciudadano norteamericano.

En medio de este caos creciente EE.UU. se da el lujo de emitir un informe anual en donde ellos mismos evalúan que tanto se respetan los derechos humanos en el resto del mundo. El país que tiene la población carcelaria más grande del mundo, que movido por los intereses de las grandes farmacéuticas ha decretado que las vacunas son obligatorias y trata como delincuente a cualquiera que se oponga con argumentos o sin ellos, que obliga a un enfermo de cáncer a recibir quimioterapia en contra de su voluntad, que ha llevado el espionaje sobre sus ciudadanos a extremos casi fantásticos, que protege a un policía asesino y arresta a un hombre decente por alimentar a un indigente,... ese país se cree con suficiente autoridad para juzgar qué tanto el resto de las naciones respetan los derechos humanos.

EE.UU. camino a consumar la pesadilla orwelliana

Pongamos lo expuesto en perspectiva y no hace falta ser un genio para imaginar hacia dónde se dirige la patria de Washington. El control total de su población se presenta ante nuestros ojos como la meta indispensable, y al parecer este singular objetivo no está muy lejos de alcanzarse. Hoy el gobierno, o posiblemente los poderes que operan a través de él, ya controlan lo que la población come, los medicamentos y tratamientos médicos a los que acceden, la información que reciben a través de los medios, y también la distracción y el entretenimiento banalizando la existencia con deportes, realities, y la vida de las celebridades.

Poco falta para que también controlen cuándo pueden salir a la calle y cuándo no, y lo que puedan decir o deban dejar de decir ya sea en el ámbito público o privado. Este último eslabón de la cadena que implicaría la instauración de una auténtica ley marcial en los EE.UU. podría no estar lejos de concretarse, sólo resta un evento extraordinario que justifique su existencia.

Ya hemos tenido la oportunidad de ver anteriormente cómo es que a través de una operación maquiavélicamente pergeñada han logrado crear las condiciones propicias para luego ejecutar una agenda previamente confeccionada. Los eventos del 11 de septiembre son el exponente más claro de una estrategia que se ha repetido durante décadas hasta el aburrimiento.

¿Cuál puede ser entonces este evento catalizador? Todo parece indicar que se estarían gestando a fuego lento en la sociedad las bases de un conflicto que saque a la gente a las calles. La presión ejercida desde varios frentes sobre distintos sectores de la sociales es el caldo de cultivo óptimo para que se desarrolle un movimiento ciudadano al mejor estilo de las archiconocidas revoluciones de colores a las que EE.UU. nos tiene acostumbrados y ha utilizado infinidad de veces en el extranjero para provocar caos social y derrocar gobiernos que no le eran afines a sus intereses.

Esta vez es posible que puertas adentro se desencadene una revolución ciudadana sin precedentes, donde los sentimientos válidos de indignación de la población marginada, robada, y ultrajada, se detonen al unísono. Tales condiciones crearían las "razones lógicas" para que el gobierno contraataque con una tormenta perfecta que abriría el camino para un cambio definitivo de régimen cerrando finalmente la saga comenzada el 11 de septiembre del 2001.

Una reflexión final
Imagen
Alexander Solzhenitsyn, escritor ruso crítico del totalitarismo soviético, escribió alguna vez: "puedes mantener el poder sobre la gente, mientras les des algo a cambio. Quítale todo a un hombre, y ese hombre ya no estará en tu poder.". EE.UU. y el Imperio que encabeza han saqueado durante décadas el mundo entero. Su ambición y codicia ha crecido y se ha multiplicado alcanzando niveles casi inaguantables para la humanidad. Cegados por sus ansias depredadoras parecen no estar midiendo con precisión las consecuencias de sus actos, parecen no entender el efecto que puede tener sobre el ser humano la desesperación y la necesidad de sobrevivir, de no perecer.

Ya no es que quieren mucho, ni tampoco que quieren la mayoría,... ¡ellos quieren todo!, inclusive la vida humana y su voluntad; es una pasión devoradora que quiere digerir a todo y a todos sin importar las consecuencias. De algún modo intuyen que sus nefastos planes provocarán caos y una rebelión del hombre común, y es justamente por esta razón que posiblemente estén tratando de anticiparse y ganar las calles con su ejército antes de que los acontecimientos se precipiten. Pero como psicópatas que son, apenas pueden entender la naturaleza humana y esto puede llevarlos a su ruina. ¿Quién puede precisar cómo se desenvolverán los hechos?... No es nada fácil decirlo, pero el futuro se presenta ante nosotros con claras señales de alarma...

Ante este singular y trascendente momento de la historia humana sólo nos resta invitar al lector a que abra sus ojos, su mente, y también su corazón, porque posiblemente en los tiempos venideros todos necesitaremos de los tres para sobrevivir.