Es curioso que 43 muertos y 239 heridos en el Líbano, en un atentado perpetrado por los mismos individuos denominados "terroristas del estado islámico", y en riguroso contemporáneo a los hechos de París, estén pasando desapercibidos en los medios de comunicación occidentales . Mismos actores (EI), mismas praxis (cinturones explosivos y kalashnikovs), mismos targets (población civil inocente), pero cobertura mediática desproporcionadamente desigual.

paris


Y es que estamos tan acostumbrados ya a que 6 millones de muertos en el Congo no valgan lo que uno en Europa, USA o Israel, que ya nos parece de lo más normal que lo que ocurre en Siria a diario, (que es lo que ocurrió ayer en París), no sea más que un molesto rumor de fondo al que ya nos hemos habituado, como el desagradable zumbido de una mosca cojonera que se sabe que está allí cuando vuela cerca de la oreja y nada más.

¿Y qué me dicen de los tropecientosmil cristianos de Nigeria carbonizados por Boko Haram, que no tuvieron el privilegio de ser "Charlie" a pocos días de la matanza parisina del 7 de enero, o la población de la franja de Gaza cuyos cadáveres semanales son tan virtuales para la prensa atlántica como los de un demodé videojuego de guerra?

Esos muertos "no caucásicos", pueden sin embargo en el imaginario colectivo de nuestra cultura, cincelada por el sesgo informativo al que estamos sometidos, oler realmente a cadáver y así producirnos asco, pena o terror, solamente si sus despojos van acompañados de una pertinente campaña publicitaria.

Asistimos impávidos a un nuevo y perverso fenómeno aupado por la cultura digital y la "civilización" de las redes sociales: el "trending topic de la desgracia", el "tragedy design", la "frivolité" estética viral, que se apresura a hacer de un ataque terrorista o un naufragio de refugiados una marca registrada con "logo distintivo de la desgracia", destinado a reproducirse hasta la nausea, eso sí, tan efímero como una estrella fugaz, por el espacio virtual, para enardecer la lágrima fácil de un sector de los internautas que, sin previa promoción estética del incidente a través de una foto "cult" o un leitmotiv verbal/gráfico, no sabrían ni tan siquiera situar en el mapa el lugar en que tuvo lugar la masacre, y mucho menos identificar remotamente las causas geopolíticas que la generaron. Ni les interesa en demasía, dicho sea de paso.

Estos "eslóganes del duelo", más parecidos a un anuncio de compresas que a un sentido réquiem por las circunstancias, son los que efectivamente colocan bajo los focos del imaginario colectivo occidental las terribles realidades derivadas de esta sucia guerra de poder de la que somos víctimas los del primer y el tercer mundo. Y las colocan en una esfera no de conciencia política y social, sino de tendencia estética y postureo moralista que no hace sino contribuir a la banalización del dolor, y a mantenernos debidamente desinteresados sobre los auténticos mandantes de la desgracia, mientras creemos demostrarnos a nosotros mismos y a la comunidad virtual lo empáticos y sensibles que somos ante la desgracia ajena a base de un "me gusta", "me enoja", "me emociona" , "me destroza", "me quita el apetito", "me pone to loca", "me conturba" o cualquiera que sea la nueva opción que ponga a nuestro abasto sentimental la red social en cuestión, para seguir deconstruyéndonos sibilinamente como seres humanos capaces de sentir realmente, relegándonos a una patética caricatura virtual de lo que fuimos antes del imperio tecnócrata hacia el que hemos involucionado, así, casi sin darnos cuenta.
Mientras cientos, miles de familias lloran por sus muertos en medio de una situación de caos emocional y desconcierto, estalla en las redes el "tragedy design" del momento, enloqueciendo los teclados internautas en una avalancha vírica de comparticiones de logos, imágenes, conceptos gráficos de tendencia, con mensaje fácil, rápido, pegadizo, sobre el que identificar ese supuesto espíritu de solidaridad que sólo nos despierta un dibujo bonito, una idea ingeniosa o un sintético logo de funcionalidad publicitario-empresarial.
Paralelamente y "offline", cientos de niños "Aylanes" siguen apareciendo ahogados a diario en las costas, pero esos ya no van a salir en la foto ni usted los va a conocer, porque el implacable ritmo de desgracias envejece cada vez con mayor rapidez el trending topic de la semana. El "sello estético de la catástrofe" tiene fecha de caducidad a muy corto plazo, el "diseño gráfico del terror" genera cada vez con más frenesí las "marcas registradas de la pena y el dolor" , que sintetizan nuestras lágrimas de cocodrilo digitales, y los que ayer fuimos Charlie, el león cecil o un niñito ahogado, hoy somos una torre Eiffel símbolo de la paz y cubrimos nuestro perfil digital con un tenue tricolor galo... y mañana, si a la próxima no nos toca a nosotros ser uno de los muertos, vaya usted a saber con qué nuevo producto enlatado digital teñiremos nuestra conciencia ante tal o cual nueva masacre, cuyo tsunami mediático será directamente proporcional a la cercanía étnica y geográfica que nos una a los cadáveres que se estén pudriendo.

No lo dude: entre bambalinas, los que generan esta nueva moda estupefaciente sembrando de muerte nuestra era, monetizan y contabilizan cada uno de nuestros clics desde sus tronos oligarcas.