Casi 850 personas, según datos de Migrant Files, han muerto desde la cumbre de refugiados de la Unión Europea del pasado 14 de septiembre. Cuatro meses y varias "cumbres urgentes después", los líderes europeos no han sido capaces de ponerse de acuerdo para dar respuesta al millón de personas que, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ha llegado a sus costas a lo largo de 2015. Tampoco para establecer vías estables y seguras. De acuerdo a este organismo, 3.724 personas han muerto este año intentando llegar al Viejo Continente.

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© GoogleLa guarda que encierra a Europa: Frontex


Ante el fracaso, la última idea del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha sido la de asumir el control de las fronteras exteriores arrebatando la autoridad a los gobiernos nacionales y reforzar la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex), quien hasta ahora se encarga de esta tarea mediante contribuciones voluntarias. La falta de obligación es el motivo por el que, de los 775 efectivos que pidió la UE en octubre para ayudar a Italia y Grecia con la llegada de refugiados a sus costas, hasta el momento los Estados miembros sólo hayan enviado 447.
"La gestión de las fronteras exteriores deberá basarse en los principios del interés común y la responsabilidad compartida entre los Estados miembros y la UE", dijo el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans, el martes en la Eurocámara.
Y se hará, por un lado, a través de un aumento del personal permanente. Si antes había 400 personas a disposición de Frontex, ahora se fija una plantilla de 1.000 guardas y se podrán movilizar de forma obligatoria a otras 1.500 personas en un plazo de tres días, incluso si el país afectado se opone. También se aumentará el presupuesto, que este año ha sido de 143 millones de euros, hasta los 322 millones de euros en 2020.

Lo más novedoso es, no obstante, la apuesta por la soberanía compartida de las fronteras exteriores de la Unión Europea. Frontex podría intervenir directamente en un Estado en casos urgentes incluso sin la aprobación del país afectado. La Comisión Europea también ha propuesto que pueda hacerlo en terceros países, en especial para ayudar a deportar a los refugiados que los Estados Miembros no hayan admitido, en la actualidad en torno al 40%.

"[Es] una estructura no democrática subordinada a quién sabe qué", expresó al respecto Witold Waszczykowski, jefe de la diplomacia de Polonia, en cuya capital, Varsovia, se encuentra la sede de Frontex. Las reacciones del resto de países son diversas. Francia y Alemania han mostrado su apoyo explícito. España, en plena campaña electoral, no es partidaria de reforzar Frontex y ve mal ceder poderes a Bruselas en el control fronterizo.

Hungría, por su lado, ya dejó claro el lunes que no aceptará que la UE le arrebate la soberanía sobre sus fronteras. Solo en los primeros meses de 2015, el líder húngaro, Viktor Orbán, ha propuesto volver a introducir la pena de muerte y crear "campos de trabajo" para los refugiados y migrantes. "¿Cómo pretende Europa imponer su soberanía a Orbán, si ni siquiera le cortó el grifo cuando levantó muros, vallas y puso en jaque a Schengen?", valora el socialista húngaro, Tibor Szany, al que el partido del Gobierno ha tratado de censurar en varias ocasiones.

Berlín marca la batuta europea y ha pedido extremar el control en la entrada de los migrantes. A lo que la Comisión ha respondido que su idea no es otra que la de proteger el espacio de libre circulación de Schengen. Su intención última es avanzar en la gestión común de fronteras exteriores, ya que según Frans Timmermans, "lo que necesitamos hoy es más Europa".