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Quizás el navegante portugués Fernando de Magallanes durante su expedición alrededor del mundo se equivocó en nombrar en 1520 como Pacífico al hasta entonces denominado Mar del Sur por el explorador español Vasco Núñez de Balboa.

Al servicio del rey de España, el lusitano fue el primer europeo en atravesar desde el Atlántico lo que llamó Estrecho de Magallanes (paso marítimo ubicado en el extremo sur de Suramérica entre la Patagonia, la Isla Grande de Tierra del Fuego y varios islotes al oeste de ésta). En su viaje en busca de rutas comerciales con Asia (al haberse confirmado que las tierras descubiertas por Cristóbal Colón pertenecían a otro continente) entró al mayor océano de la Tierra que llamó Pacífico por encontrarlo muy calmado durante su travesía por él.

Sin embargo, esa gran masa de agua no resulta tan tranquila como le pareció al navegante.Y es que precisamente ahí, circunvalando sus costas en forma de herradura, se encuentra el Cinturón de Fuego, con 40 mil kilómetros de extensión y 452 volcanes.

Las regiones que abarca presentan una elevada actividad sísmica y volcánica por concentrarse a lo largo de todo ese anillo algunas de las principales zonas de subducción (deslizamiento del borde de una placa de la corteza terrestre por debajo del de otra) del mundo. Como el referido desplazamiento no se produce en forma continua y las placas tectónicas están en constante fricción, máxime en las costas donde se hunden varios centímetros cada año, se acumula tensión hasta llegar a un nivel de energía, liberada en forma de terremotos.

Eso fue lo que pasó recientemente en Japón, país situado en el anillo y sacudido el 11 de marzo último por un devastador sismo de 9.0 grados de magnitud en la escala abierta de Richter, con epicentro poco profundo cercano a zonas costeras, el mayor en la historia de ese territorio.

A este gran movimiento telúrico, precedido por otro de 7,2 grados, le siguió un tsunami de olas de hasta 10 metros de altura que inundaron y arrasaron poblados en los litorales del noreste nipón, con saldo de unos 30 mil muertos y desaparecidos y graves daños a reactores nucleares, incluidos escapes de sustancias radiactivas que sobrepasaron las fronteras de la nación.

Este último evento disparó las alarmas en 20 de los demás países del cinturón, que incluye a Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Centroamérica, México, Estados Unidos, Canadá, las Islas Aleutianas, las costas e islas de Rusia, China, Filipinas, Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Australia y Nueva Zelanda.

Vale recordar que la mayoría de los volcanes se forman entre las enormes fisuras que encuentran cuando ocurre un choque entre placas. Así liberan la extrema presión existente en el interior del manto de la Tierra, lo cual hace emerger hacia la superficie el magma (lava de roca fundida). En la zona del Cinturón confluyen cuatro placas tectónicas: la Euroasiática, la Filipina, la Norteamericana y la Pacífica. Esta última -la más grande del planeta- se desplaza por debajo de la anterior a una velocidad aproximada de nueve centímetros por año.

Y, a tan sólo 50 kilómetros del Sur de Tokio, la ciudad más poblada del mundo, con 33 millones de habitantes, se sitúa el límite entre la primera y la tercera. Precisamente ahí es donde se produce uno de los mayores movimientos tectónicos de la Tierra. Otro aspecto interesante es que el número de erupciones y sismos en esa red de arcos volcánicos y fosas oceánicas del Pacífico está aumentando desde 2008, aunque algunos expertos estiman que no guardan relación entre sí.

Sin embargo, es curioso observar cómo cuando ocurre un evento de gran magnitud, poco antes o después tienen lugar otros de una actividad o intensidad considerable. Durante 2008, por ejemplo, el terremoto de 7,5 grados del 12 de mayo en la provincia china de Sichuan fue el segundo más desastroso en la historia de ese país asiático, después del de Tangshan de 1976, en Hebei, que provocó la muerte de 250 mil personas.

A principio de ese mes, el día 2, el volcán Chaitén, en Chile, tras unos nueve mil años en reposo, comenzó a tener actividad. Emitió lava, cenizas, rocas y hasta una espectacular descarga eléctrica en la columna de humo, erupción precedida por unos 60 temblores de mediana intensidad.

En febrero de 2009, el nuevo domo formado en el cráter de ese volcán explotó por su lado sur, y provocó una grieta de más de un kilómetro. Luego, en 2010, después de mostrar un descenso de la actividad sísmica y fumarólica se decide bajar el nivel de alerta por primera vez en dos años a amarilla (aviso de que el volcán presenta signos de inestabilidad elevada).

En febrero de ese año, un sismo de 8,8 grados de magnitud sacudió también a Chile. El estremecimiento fue 31 veces más fuerte y liberó cerca de 178 veces mayor cantidad de energía que el devastador terremoto de Haití ocurrido el mes anterior.

Representativo también es el Merapi, el más activo de Indonesia, que en octubre y noviembre de 2010 lanzó cenizas 1,5 kilómetros al sur, poco menos después de 24 horas de que un terremoto de 7,5 grados de magnitud, y posterior tsunami, devastaran las islas Mentawai. Mientras, geólogos temen -sin precisar fecha- de una mega-erupción en esa montaña debido a la cantidad de magma acumulado, tres veces superior al del Tambora en 1815, que redujo la temperatura del planeta.

A las erupciones de Indonesia se unieron otras ese año como las de la región rusa de Kamchatka, donde seis volcanes expulsaban cenizas al mismo tiempo. Según el vulcanólogo Yaroslav Muraviyev, tanta actividad fue registrada por última vez hace 55 años.

En 2011, el 7 de marzo, el volcán hawaiano Kilauea elevó considerablemente su energía hasta estallar y lanzar fuego a 20 metros de altura, erupción calificada por geólogos como extraordinaria. En 2008 lanzó gigantescos chorros de lava de 12 metros de altura. Pocos días después, el día 10, ocurrió el de la meridional provincia china de Yunnan, de 5,4 grados en la escala de Richter, por el cual hubo que evacuar a unas 127 mil personas.

Cuatro terremotos, dos de 7,0 grados, uno de 7,1 y otro de 7,2 sacudieron en enero a Argentina, las Islas de la Lealtad y Chile y Paquistán, respectivamente, y en febrero otro de 6,3 a la Isla Sur de Nueva Zelanda, región que también había sido afectada por un sismo de 7,1 en septiembre de 2010.

Ante la inestabilidad sísmica y volcánica en el Cinturón de Fuego del Pacífico y otras regiones, a la que se suman eventos cósmicos sorpresivos de los últimos tiempos, muchos recuerdan las profecías mayas del fin del mundo para diciembre de 2012. Próximo a ese año una ola de calor aumentará la temperatura del planeta, lo cual conducirá de manera rápida a cambios climáticos, geológicos y sociales sin precedentes, según sus predicciones.

Luego de esta era comenzará una nueva llamada "Sexto Sol", que según esa cultura representa "el final del tiempo del miedo" y una Humanidad renovada cósmicamente, la cual construirá una civilización superior. Después de todas estas explicaciones y criterios diversos sobre el tema, solo vale mejorar los pronósticos para estar mejor preparados y evitar grandes pérdidas de vidas humanas, mientras esperamos tranquilos y seguros el próximo año.