Traducción del Averiguador

Morrissey and Genoways
Kevin Morrissey (derecha) se suicidó luego del maltrato laboral de Ted Genoways (izquierda).
El año pasado, escribí sobre los psicópatas corporativos y el proceso en "cinco fases" que utilizan para abrirse camino hacia posiciones influyentes y riqueza. Caramba, también podría agregar "efluentes" a la lista. Después de todo, la interacción con un psicópata te dejará el mismo sabor en tu boca y podría terminar matándote. Además, rima. Tomemos el ejemplo de Kevin Morrissey, editor principal del Virginia Quarterly Review, quien fue llevado a cometer suicidio luego de repetidos sucesos de persecución y desprecio por parte de su jefe, Ted Genoways.

El problema de Morrissey es uno persistente, y va directo al corazón de la ponerología. Los psicópatas criminales se emborrachan, se involucran en peleas, llevan vidas de criminalidad serial, y cuando matan personas, habitualmente utilizan armas, o cualquier objeto conveniente que esté a su alcance. Los psicópatas exitosos, por el otro lado, llevan vidas relativamente "normales". No quiebran la ley (al menos abiertamente) y pueden parecer ciudadanos ideales y altamente exitosos. Pero sea a través de años de jugar con los límites, derrumbar la voluntad de una persona llevándola a vivir mentalmente torturada y consumiendo su alma, o el "daño colateral" causado por los tóxicos químicos que sus corporaciones producen simplemente porque no les importa y porque pueden hacer dinero rápido, los psicópatas exitosos también matan. La diferencia principal es, ellos matan mucho más, y se salen con la suya.

Pero no se trata solo de los peces gordos corporativos y las "parejas" estilo Tucker Max. Como hemos visto, una mirada a las maquinaciones de grupos políticos como los soviéticos y los Nazis con la misma perspectiva es realmente reveladora. Los psicópatas que obtienen acceso y prominencia a grupos políticos utilizan el mismo proceso en cinco fases como aquellos estudiados por Babiak. Este proceso no solo ocurre dentro de la dinámica competitiva de la "política del poder", también sucede a medida que el grupo como un todo busca y logra la dominación política. O, para agregar un poco de color para responder a esa exposición parcialmente académica: la escoria trepa a la cima. Lo interesante es cómo llega allí, y esas tempranas etapas son las más esquivas y pobremente estudiadas. Hasta que Lobaczewski escribió su libro.

Según describe Babiak, la primera fase de la manipulación es ganar la entrada al grupo. Esto es bastante fácil para un psicópata en un medioambiente político (por ejemplo, Blagojevich, Cheney, Netanyahu, Mubarak, etc.), y dadas las motivaciones y tipos de personalidades que caracterizan a un grupo revolucionario como los inexpertos Nazis, más aún. Pandillas de secuaces necesitan secuaces tontos y son felices de sumarlos a sus filas y darles un arma, una pistola eléctrica, o lapicera en sus manos. De igual manera, los grupos con aspiraciones políticas valoran el trato psicopático, y los ideólogos como el manipulador de Stalin, L.P. Beria, por ejemplo, encajan perfecto. Los políticos deben ser encantadores, convincentes, mentirosos superficiales, dispuestos a destruir el carácter y las vidas de los demás para apoyar su llegada al poder. Contrario a la inusual imagen de pesados fanáticos de un equipo político u otro, los políticos adoptan cínicamente aquel partido que cumpla con sus objetivos, sea de "Izquierda" o "Derecha". Pero tales etiquetas son simples medios para un fin, herramientas a explotar, como es todo lo demás en el medioambiente del psicópata, llevando a la alienación de aquellos que eventualmente aprenden que hay "mucho ruido y pocas nueces" detrás de los juegos nacionales que denominamos elecciones.

Beria
El torturador L.P. Beria sostiene a la hija de Stalin', Svetlana, de quien se dice que abusó sexualmente.
En los primeros momentos de cada movimiento político, a medida que el núcleo de un grupo o partido intenta llegar al poder en un país, una convincente máscara (generalmente de naturaleza humanitaria) sería necesaria. A la gente le gustan los políticos que besan bebés y prometen hacer cosas "buenas". Imaginen a un aspirante de político publicando la siguiente biografía: "John B. Handsome disfruta viendo sufrir a la gente, infligir daños físicos a distancia, y violar pequeños niños". Eso no va a suceder, a pesar del hecho que probablemente sea verdad (ver el trabajo de Dave McGowan sobre grupos pedófilos en altas esferas). Sin embargo, una vez alcanzado el poder, además de una fina fachada para las cámaras (y para los ya mencionados fanáticos) y observadores extranjeros, el psicópata político queda relativamente libre de dejar caer su máscara y mostrar su verdadera naturaleza. Beria era un típico ejemplo, como lo era Hermann Goering para los Nazis. Todos sabían que eran "monstruos" y ellos no lo ocultaban. Después de todo, ¿quién iba a hacer algo al respecto?

La segunda, fase de reconocimiento de la ascensión al poder del psicópata es una guerra en dos frentes. Debe no solo identificar posibles objetivos y rivales dentro del grupo, sino también afuera. Adentro, identifica a aquellos más peligrosos para su propia ambición, cuyo apoyo debe conseguir, es decir, influyentes agentes de poder, o patrones, y los peones que él manipulará y utilizara como chivos expiatorios para garantizar su propio ascenso como "importante" persona poseedora de poder. Fuera del grupo se encuentran los rivales políticos, críticos, y autoridades existentes que amenazan con restringir el poder que tiene el grupo y/o que necesitan ser amenazados o por el contrario "atraídos" para dar su apoyo. Y, por supuesto, están aquellos que saben dónde están los huesos enterrados. Estos están a un paso del ataque cardíaco o de sufrir un "extraño accidente aéreo" y dejar de ser un problema.

Al igual que los psicópatas corporativos cultivan alianzas y relaciones con influyentes ejecutivos para asegurar su protección, los psicópatas políticos aseguran su poder ganándose la influencia de las poderosas instituciones legales, militares, económicas y comerciales de la sociedad, así como también las de otros países. En la tercera, fase de manipulación, los psicópatas políticos sacan ventaja de todos estos grupos, creando y manteniendo su propia ficción psicopática a escala masiva, diseminando propaganda positiva sobre ellos mismos y propaganda negativa sobre sus percibidos (y generalmente completamente creados) "enemigos", y creando y manejando los conflictos que solidifican sus posiciones. El incestuoso matrimonio del poder corporativo, económico, militar, y político termina creando un sistema de control virtualmente inconquistable.

Mientras que los diplomáticos y militares Nazis, estudiados por Gustav Gilbert, eran de hecho los menos caracterizados por la psicopatología, queda claro porqué estos "realistas sofisticados" fueron manipulados tan fácilmente. Las motivaciones de este grupo político estaban claras; eran trepadores sociales, oportunistas políticos, y fuertemente identificados con su propio grupo social. Después de todo, estos hombres eran las figuras principales (los principales conformistas sociales) en las funciones del estado, la ley, la iglesia, y el capital, y su deseo de estar entre la nueva élite gobernante demostró ser mucho mas fuerte que su voluntad a enfrentar una desgraciada caída en la escalera social, o peor aún, ser etiquetados como "enemigo del estado" (G. Gilbert, The Psychology of Dictatorship, pp. 154 - 5). Estos hombres fueron producto de la cultura autoritaria que influyó a Alemania antes del Nazismo, en la cual el sometimiento a la autoridad era la norma cultural, sin importar la naturaleza de esa autoridad. De cara a esta "nueva realidad", hombres como el alguna vez canciller de la República de Weimar, Franz von Papen, adoptaron el camino de menor resistencia y del consenso ante la agresión psicopática de la que eran testigos.

Los militaristas, también, sucumbieron a los incentivos para escalar y a su propia ciega obediencia a la autoridad. A pesar de incluso considerar suicidarse por las "dudas" que tuvo sobre muchas de sus órdenes, el Mariscal Keitel lo hizo al final por su sentido de lealtad a su superior. Hoy en día no es diferente. Los científicos todavía quieren mantener sus trabajos y financiamiento, los hombres y mujeres del ejército quieren sus ascensos, y los empleados de los grandes o pequeños estados saben de qué lado del pan se unta la manteca.

Según describió Gilbert, las dictaduras prosperan con el caos social, la fuerza bruta y el consenso. Al igual que los psicópatas comunes cuentan con el consentimiento de sus parientes, esposas, amigos, empleadores, la policía y los jueces, que habitualmente racionalizan su comportamiento o responden que no hay nada que puedan hacer, los psicópatas políticos cuentan con el consentimiento de sus propios ciudadanos así como también de los países del mundo. En la forma de ver el mundo del psicópata, donde el compromiso es visto como señal de debilidad, el consentimiento solo hace que su comportamiento sea más dañino. Los psicópatas son maestros en tantear los límites. A medida que se salen con la suya con acciones cada vez más abiertas, siguen empujando los límites hasta que es demasiado tarde como para hacer una diferencia. El psicópata político queda libre de adoptar la cuarta fase, de confrontación, hasta el límite. Los rivales simplemente no pierden sus posiciones; son difamados, arrestados, torturados y asesinados. La ley y los tribunales no representan ninguna amenaza; están en los bolsillos traseros del Partido (recuerden la tercera fase). Los medios son censurados y controlados, y todo material que critique al gobierno es desacreditado por "expertos" especialmente elegidos. Los idealistas que fueron útiles en las primeras instancias del Partido son descartados ahora que su apoyo ya no es necesario. Poblaciones enteras se vuelven chivos expiatorios, que sirven las funciones de 1) suprimir el criticismo, 2) condicionar al público a aceptar la violenta "defensa contra nuestros enemigos", y 3) incentivar la conformidad y "acatar la línea del partido".

Según descubrió Babiak sobre los psicópatas corporativos, el "caos organizacional" no solo los atrae a las empresas, sino que les provee "cobertura". En tiempos semejantes, "una organización se encuentra en su punto más débil y abierta a la manipulación" (Babiak, "De la oscuridad a la luz: psicopatía en la psicología industrial y organizacional", en Herve y Yuille El Psicópata: Teoría, investigación y práctica, p. 420). La gente normal tiende a evitar tales ambientes, pero los psicópatas prosperan en ellos. Al igual que los psicópatas corporativos explotan el caos organizacional, los psicópatas políticos explotan el caos social. Después de todo, la lealtad y hostilidad de un grupo proveen el material en el que el prospera el conflicto y la agresión política. Los prejuicios y estereotipos de larga data persisten y se vuelven grano para el molino de políticos ambiciosos. Las tensiones, temores, frustraciones, y aspiraciones de grandes sectores de la población son fácilmente manipulados proveyendo medios políticamente convenientes para la agresión.

En el caso de Alemania, con una población de serbios, croatas, húngaros, checos, eslavos, judíos, católicos y protestantes, los conflictos fueron fáciles de explotar. La devastación de la Primera Guerra Mundial y el caos que engendro creó un agujero, que iba a ser llenado por nuevas reformas sociales y políticas. Se adoptaron nuevas ideas que fueron adaptadas para servir los agresivos propósitos del núcleo revolucionario Nazi. La evolución justificó luchas étnicas basadas en pseudociencia, y las leyes económicas impulsaron una "implacable guerra de clases". Los Nazis comenzaron como rebeldes pero obtuvieron apoyo de muchos alemanes a través de su espectacular manipulación de la opinión popular. Eventualmente alcanzaron el poder intensificando los conflictos sociales y manteniéndolos por un reinado del terror.

Para los fanáticos de un régimen, estas políticas son venganzas personales, mientras que los psicópatas las utilizan de manera más calculada, como convenientes medios para acumular poder. Los estereotipos son mecanismos auto-perpetuadores, y encajan perfecto con el psicópata político. Gilbert escribe, "El caso excepcional que confirma el prejuicio tendrá repercusiones sensacionales, mientras que en casos donde lo contrario sea verdad, o no se crucen líneas raciales, pasará comparativamente inadvertido" (p. 290). Este proceso es facilitado por la propaganda. Aquellos miembros del grupo atacado que reaccionan defensivamente son considerados como prueba del estereotipo, y aquellos que intentan conformar con la mayoría discriminadora son vistos como una siniestra quinta columna - "¡seguro que no tienen buenas intenciones!". La discriminación social en efecto fomenta el desarrollo de diferencias de grupo, que luego puede identificarse como evidencia del estereotipo. Por ejemplo, se han mantenido a los esclavos sin educar, transformándose en evidencia de su "inferioridad mental"; la inteligencia fue asesinada y la gente permaneció "involucionada" y "primitiva". Las nuevas realidades simplemente se crean y luego son tomadas como "evidencia" de aquello que buscan promover quienes manipulan la realidad. Que conveniente.

Hitler fue un gran éxito en este sentido. Su paranoia, la agresión contra sus "enemigos" y la obsesión con la superioridad nacional resonaron y se aferró profundamente a las mentes de los alemanes, y su duplicidad alcanzó el nivel de política nacional, ocultando los desconocidos motivos del Partido detrás de plausibles historias encubiertas y grandilocuentes ideales. Según remarcó Gilbert, "Incluso la constitución no presentó un obstáculo serio a la dictadura, ya que cualquiera de sus provisiones podían ser suspendidas ante una 'emergencia nacional' en la que se viera amenazada la seguridad de la nación; y tales emergencias, que Napoleón conocía demasiado bien, siempre podían proveerse mediante la propaganda" (p. 8).

Van Der Lubbe
El chivo expiatorio Marinus van der Lubbe.
Una de esas "emergencias", que también recurrió a otra técnica usada habitualmente por psicópatas políticos para crear caos social, y que fue fundamental en la consolidación del poder Nazi, fue el incendio del Reichstag el 27 de febrero de 1933. Quizás el chivo expiatorio más importante de la historia (además de Lee Harvey Oswald, por supuesto), el comunista holandés Marinus van der Lubbe, fue acusado, enjuiciado, y ejecutado por el crimen. De hecho, la última investigación alemana ha demostrado que esta fue otra operación de "falsa bandera" por parte de los Nazis. Según testimonios de los juicios de Nuremberg, el incendio fue parte de la campaña de propaganda de Goebbels y fue producido en conjunto con Goering y las Tropas de Asalto de Berlín. Una herida auto infligida; los Nazis produjeron el incendio para luego poder utilizarlo como "evidencia" de un complot comunista en contra del gobierno. El "estado de emergencia" causado por esta "amenaza comunista" precisaba medidas extremas. Poco después, se aprobó el Acta de Permisión, que esencialmente otorgó poderes ilimitados a Hitler.
El totalitarismo fue primero implementado mediante la prohibición del partido Comunista y del Social Demócrata, y para fines de año, todo el resto. Finalmente, Himmler recibió poderes policiales extraordinarios para eliminar todo "peligro a la seguridad pública", según una nueva ley que proporcionaba la pena de muerte para tales ofensas sin definir. (Gilbert, p. 72)
Aquellos que sabían demasiado sobre el incendio del Reichstag, entre otros cuya lealtad estaba en duda, fueron rodeados y asesinados el 30 de junio de 1934. Las ejecuciones todavía eran ilegales en aquel momento, pero Hitler las justificó como esenciales para la protección y seguridad del Reich. Hitler ahora determinaba la ley en Alemania.

Los paralelos entre la naturaleza maquiavélica y manipulativa del psicópata y de la "política del poder" moderna son tan obvios que es difícil no recordar la "conspiración del silencio" de Cleckley sobre el tema de la psicopatía como un todo. Mientras que los escritores alternativos en Internet están realizando las conexiones de forma consistente, todavía falta que el tema llegue seriamente a los principales medios. El estudio de Gilbert ha sido olvidado por los más reconocidos psicólogos, y Lobaczewski ha sido completamente ignorado. De hecho, los miembros de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (por ejemplo, el contratista de la CIA James Elmer Mitchell y su colega Bruce Jessen) incluso ayudaron a desarrollar y participar en los "interrogatorios avanzados" de "combatientes enemigos" de la CIA en la bahía de Guantánamo y sitios ocultos de la CIA. En lugar de empezar a comprender las realidades de la tortura para poder detenerla, los psicólogos norteamericanos participan activamente en ella, utilizando la misma lógica torturadora empleada por Hitler y Goebbels setenta años atrás. Si existe una señal segura que un gobierno es psicopático, es su uso y justificación de la tortura, y las patéticas negaciones y redefiniciones para justificar su total barbarismo.

Si trazamos las raíces del pensamiento psicopático con más detalle, volvemos a la tercera fase de las técnicas psicopáticas de "dividir y conquistar" y de la desinformación. La fórmula es muy simple. El psicópata determina que necesita de alguien para realizar cierta acción. Entonces, crea una situación para que la persona reaccione de la manera deseada. De esta manera maneja conflictos que neutralizan las amenazas y promueven su propia auto-imagen. A escala masiva, estas realidades fabricadas alcanzan peligrosos índices de criminalidad. Los políticos ambiciosos utilizan su influencia entre la policía secreta, el ejército, y los servicios de inteligencia para efectuar ataques a sus propias poblaciones de civiles, culpando luego a un "enemigo" ficticio. La reacción pública apoya el vector predicho y los políticos ofrecen la "solución" (preparada de antemano) de una guerra contra el enemigo. Esta cínica y distorsionada realidad no es un fenómeno aislado. Es un procedimiento de operación estándar entre las mayores élites políticas/de inteligencia.

Kitties
Algunos nacen buenos, algunos nacen malos.
Al aplicar el modelo en cinco fases de Babiak, podemos identificar varios ciclos dentro de ciclos en la creación y sustento de la dictadura: el individual, el nacional, y el internacional. En el primero, un psicópata como Goering logra la entrada e influencia dentro de un movimiento político. En el segundo, un grupo político manipulado por psicópatas toma control de un país. En el tercero, expanden su influencia, invadiendo y tomando países con la esperanza de asegurar el dominio mundial. Este gran ciclo de gobierno mundial - al cual Hitler y los Nazis aspiraban y que no pudieron lograr - fue y es el deseo de todos los grandes imperios. Su necesidad es clara. Si la dictadura se contiene a si misma dentro de sus propias fronteras, se arriesga a perder poder ante fuerzas exteriores, sea mediante invasión o influencia de agentes externos sobre su propia población, fomentando en consecuencia movimientos anti-gubernamentales dentro de sus propias fronteras. Las dictaduras deben expandir su influencia constantemente para anular las "peligrosas" ideas de gobiernos más liberales. Eso no quiere decir que serán exitosas, tan solo que esa es la naturaleza de aquellos involucrados de querer apropiarse de más, por temor a perder todo. De hecho, mientras que tales gobiernos pueden estabilizar su poder durante décadas (por ejemplo, el imperio soviético) o incluso siglos (el imperio Romano), hasta el momento la regla siempre fue que todos sufren la derrota, sea desde su interior o desde el exterior.

El ciclo más pequeño puede ocurrir cualquier cantidad de veces y durante cualquiera y todas las fases de los ciclos mayores. Por ejemplo, los psicópatas podrían jugar su juego político antes o después que el Partido haya obtenido el poder. La constante competitividad por el poder dentro del sistema de gobierno es una característica esencial, como se ha visto en las diversas "purgas", convenientes "suicidios" y "desapariciones" que han caracterizado a los imperios corruptos. Mientras que tales gobiernos impactan a la mayoría de la humanidad por su dureza y opresión, la libre licencia provista por un estado policial es ideal para el psicópata político. De Gilbert:
Se gratifica manipulando el medioambiente por sentir el poder que este le otorga, para actuar de héroe agresivo solo por el placer de actuar. Es demasiado egocéntrico para amar u odiar profundamente, aunque el espectáculo de exteriorización de tales emociones podría ser parte del rol que juega. Su violación de las tradiciones sociales no es una obsesión neurótica sino un aspecto incidental de esta agresiva actuación. En situaciones de conflicto social, se identifica con el grupo que provee el mejor medio de agresión por la agresión misma... Buscando el aplauso por su teatralidad, él [podría jugar] el rol de agresivo campeón de los derechos humanos, si el escenario está armado para ese papel. (p. 284)
Ya he mencionado varias de las características fundamentales de la patocracia identificadas por Gilbert: desorden social, fuerza bruta contra enemigos internos y externos, una favorable constelación de grupos de liderazgo con intereses mutuos, y eventos cruciales que facilitan la consolidación del poder dictatorial. Los líderes psicopáticos también necesitan seguidores autoritarios, y un marco de referencia social autoritario:
La estructura social jerárquica... provee las recompensas de obediencia y parasitismo, seguridad de estatus, medios de agresión en situaciones de rivalidad entre hermanos y dominio de subordinados. (Gilbert, p. 268)
En una sociedad autoritaria, la gente se somete a la protección del liderazgo, aceptando sus decisiones y perdiendo el derecho a su propia habilidad de tomar sus propias decisiones. "Mis líderes toman las decisiones para que yo no las tenga que tomar". Cuando este sistema es arrebatado - como resultado de algún radical cambio social iniciado habitualmente por una guerra o revolución - la tolerancia a la inseguridad de los ciudadanos se reduce y voluntariamente aceptan las viejas y conservadoras costumbres. El mundo ha visto este proceso en acción en la "guerra global contra el terrorismo". El intento de los gobiernos occidentales de "exportar democracia" resulta inevitablemente en una regresión a los regímenes conservadores y autoritarios. Los talibanes han recuperado su influencia en Afganistán luego que EEUU y sus aliados invadieran en el 2001, supuestamente para "llevar la libertad" a los afganos. De forma similar, Irak es ahora una democracia solo nominalmente y está plagada de corrupción, ocupación y atrocidades militares diarias. Nuevamente, la "conspiración del silencio" se hace conocer. La basura y los desechos trepan a la cima. Sin embargo, eventualmente se llega al punto en el que todo individuo casi-normal puede percibir su mal olor y putrefacción. Los egipcios recientemente lo han hecho. Con suerte el resto del mundo también lo hará pronto.

tarhir
Masiva manifestación en la Plaza Tarhir en Egipto.