Mordechai Vanunu
© DEIAMordechai Vanunu vive en Tel Aviv entre multitud de restricciones
Era octubre del año 86 y el secreto mejor guardado de Israel quedaba al descubierto. Mordechai Vanunu, un joven técnico de 32 años que trabajaba en la central de Dimona había tomado la decisión de contar al mundo todo lo que sucedía entre sus misteriosas paredes. Que Israel era una potencia nuclear era ya un secreto a voces. Fueron las cifras que confirmaron el rumor las que causaron el escándalo; del dato proporcionado por Vanunu sobre la cantidad de plutonio utilizado al año en Dimona se deducía que Israel se hallaba en posesión de al menos 100 cabezas nucleares, una cifra casi tres veces superior a las estimaciones de la CIA.

Días antes de la publicación del artículo en The Sunday Times, una joven agente del Mossad que respondía al nombre de Cindy y que se hacía pasar por una turista estadounidense seducía al técnico y le convencía para abandonar suelo inglés y viajar a Roma. Allí, Vanunu era drogado, secuestrado y transportado por el Mossad a Israel en un barco. 25 años después de aquello, y tras cumplir una condena de 18 años en prisión, 11 de ellos en régimen de aislamiento, el pasado mes los tribunales renovaron de nuevo las restricciones con las que Mordechai Vanunu vive desde 2004, entre cuyas prohibiciones se encuentran las de no mantener contacto con extranjeros, no acercarse a menos de 500 metros de cualquier consulado, embajada, frontera o puerto de salida y no abandonar el país.

Tras ser arrestado y encarcelado varias veces por violar las restricciones en Jerusalén Este, donde se sentía amenazado por sus propios vecinos israelíes, Vanunu se trasladó el pasado septiembre al más abierto, laico y distendido Tel Aviv. Allí fue donde tuvo noticia de la nueva Ley de la Revocación de la Ciudadanía, aprobada por Israel el pasado marzo y según la cual todo aquel acusado de traición o espionaje perdería su ciudadanía israelí. Vanunu no quiso perder la oportunidad y, hace unas semanas, escribió una carta al ministro de Interior, Eli Yishai, en la que pedía que "la ley se aplique punto por punto y mi ciudadanía sea revocada aquí y ahora". "Tras el tratamiento que he recibido por parte de este país y sus ciudadanos -prosigue- no puedo sentirme un ciudadano querido aquí". Explica que "todo lo que sé lo dije ya en 1986; no tengo más información confidencial". Y concluye: "Ha llegado el momento de dejarme abandonar Israel después de un cuarto de siglo de encarcelamiento".

Ciudadanía Gideon Spiro, fundador del Comité a favor de Mordechai Vanunu y por un Oriente Medio libre de armas nucleares, químicas y biológicas, le ayudó a escribir la carta. "La Ley no tiene efecto retroactivo", explica, "pero fue un acto de rebeldía inteligente, porque existen multitud de países dispuestos a darle su ciudadanía y proporcionarle asilo político".

La versión oficial del Gobierno para mantener las restricciones sobre Vanunu es que aún supone un peligro para el país, pero dada la antigüedad de la información que posee, muchos de sus defensores creen, más bien, lo que Israel teme es perder los 3 billones anuales de ayuda militar proveniente de Estados Unidos si el interés por Vanunu devuelve a los titulares la capacidad nuclear israelí, pues EE.UU. tiene prohibido donar fondos a cualquier país que desarrolle armas de destrucción masiva.

Según Spiro, cuyo comité fue el que consiguió sacar a Vanunu de su aislamiento en la cárcel, "es una cuestión de venganza". "No están dispuestos a perdonar a un judío de origen marroquí que se convirtió al cristianismo anglicano a principios de los 80 para protestar por el chauvinismo judío y que no tiene la menor intención de pedir disculpas por lo que hizo". En este sentido, sostiene que "tenemos un sistema de seguridad dictatorial, pues el Shin Bet (servicios de seguridad) controla el país. El currículum de los nuevos jueces tiene que ser revisado por el Shin Bet, y si han hecho algo en contra del sistema israelí nunca contarán con su aprobación".

Mordechai Vanunu ha recibido multitud de premios de organizaciones de Derechos Humanos e, incluso, ha sido nominado al Nobel de la Paz. Sin embargo, en 2009 escribió una carta al comité de Oslo pidiendo ser eliminado como candidato porque "no quiero formar parte de una lista que incluye a Shimon Peres, el hombre que estableció el programa nuclear de Dimona y ordenó mi secuestro". A sus 57 años, Vanunu sueña con viajar por todo el mundo cuando recupere su libertad y, pese a todo lo vivido, su lucha es la misma que la de 25 años atrás: "No soy un traidor ni un espía; solo quería que el mundo supiese lo que pasaba", ha repetido en sus apariciones públicas. Las estimaciones actuales sitúan entre 300 y 500 el número de cabezas nucleares construidas por Israel.