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Queda claro el nombre de esta manera de comer, se trata de alimentarse con productos puros sin procesarse, o al menos en la menor medida posible, para consumir carnes, pescados, plantas en general. La revolución industrial hizo que llegaran a nuestros hogares alimentos muy raros para nuestro pH interno, tales como el azúcar, las harinas refinadas sin valor casi nutricional, los cereales instantáneos de compleja digestión, aceites vegetales de dudosa calidad, pan blanco y infinidad de alimentos sumamente procesados y desnaturalizados.

Si ahora volvemos a unos cuantos siglos atrás, a una de las revoluciones más decisivas para la humanidad, la revolución agrícola del Neolítico, un momento en la historia donde el ser humano aprendió el valor de los cereales, incluso cambiaron los hábitos de las sociedades antiguas. Carnes y pescados, huevos, fruta y frutos secos, agua, y vegetales durante decenas de milenios crearon al hombre moderno de hoy. Incluso los lácteos de los que tanta importancia se les ha dado erróneamente han estado durante casi toda esta etapa de la historia muy alejados de las regiones del planeta en las que se erguió el famoso homo sapiens padre de la evolución moderna. Los lácteos se circunscribieron a países fríos en forma de leches crudas y quesos y nunca fueron un abuso para las gentes del norte.

Es muy importante para nosotros en pleno siglo XXI recordar nuestras raíces nutricionales ya que nuestra genética fue gestándose despacio a través de hábitos alimentarios y factores ambientales. Pocos son los cambios en nuestro cuadro genético desde entonces, casi 100.000 años atrás en África, desde aquellos tiempos antiguos nos hemos adaptado a algunos cambios, uno de ellos el mantener desde la infancia la enzima lactasa para ser capaces de digerir la leche, sobretodo su lactosa, que viene a ser un azúcar del que ahora se abusa y que crea intolerancia a tanta gente, siendo las sociedades del climas fríos como las nórdicas las que más se han adaptado y menos las de oriente, y sin embargo es de hacer notar que nuestros principales procesos fisiológicos y bioquímicos se han mantenido idénticos desde entonces, desde el Paleolítico.

Así fueron apareciendo enfermedades degenerativas también gestadas en el tiempo más cercano, arterioesclerosis, coronarias, infartos cerebrales, obesidad, diabetes, enfermedades de piel, migrañas severas, diversas formas de cáncer reconociendo todos que los consejos nutricionales no han funcionado, podemos volver a nuestros orígenes, a la fundación natural y biológica de la humanidad, nuestra real herencia, y no me cabe la menor duda de que muchas de estas enfermedades desaparecerían.

Nuestros cuerpos están diseñados para albergar una gran fuerza, tanto muscular como ósea, y esto es posible en la vida moderna, recordemos que los humanos del Paleolítico eran muy parecidos en su estructura a los atletas del triatlón de hoy, fuerza y rapidez, energía sin cansancio.

Podemos seguir una dieta como ellos, combinando los hidratos de carbono de las frutas y vegetales con las carnes los huevos y el pescado y marisco, sin embargo hemos caído en el pan blanco refinado, el arroz y la pasta refinadas dejando lo que en realidad vale, es una lástima que los atletas de hoy usen una fuente de energía baja en calidad, además de abusar de la grasa. Además se puede crear una hiperinsulinemia, es decir demasiada insulina provocada por este exceso de hidratos de carbono de baja calidad, creándose en muchos de ellos una dependencia, ralentizando la recuperación muscular que se hace mucho más deprisa con concentrados de frutas antioxidantes, no a dietas demasiado ricas en carbohidratos refinados. Queda claro, solo que cambiar este paradigma va a costar mucho a la gente, solo los muy despiertos con sentido crítico, y los necesitados por diversas patologías van a recoger el mensaje. Cuanto más sigamos negando nuestra historia y nuestro pasado, más condenaremos nuestro futuro, el que ya se merece un cambio radical.