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Los periodistas están abandonando su silencio cobarde y salen a las calles, convirtiéndose ellos mismos en noticia, pero no lo hacen para defender la verdad, reclamar independencia, pedir perdón por sus traiciones o poner fin al vergonzoso sometimiento a la publicidad, al poder político y al imperio de lo políticamente correcto, sino para manifestarse por el declive de la profesión, por los bajos sueldos, porque mas de 6.000 periodistas han perdido su puesto de trabajo en los últimos tiempos y porque todos tienen miedo de sumarse a las largas e inhóspitas filas del desempleo.


Muchos de los que han estado en las manifestaciones y actos de protesta son rostros conocidos, en su mayoría culpables del drama que sacude y aplasta hoy a la profesión, donde no todo es, como dicen, descenso de la publicidad y cuya principal causa es haber dejado de informar con independencia y veracidad al ciudadano, lo que ha generado un periodismo mediocre, poco elaborado, menos libre y con poca investigación, incapaz de cumplir su misión principal en democracia, que es fiscalizar a los grandes poderes, ofreciendo al ciudadano la información veraz y crítica que necesita para conocer el mundo y tomar decisiones correctas.

Muchos de los que ahora tienen la osadía de pedir ayudas públicas para la profesión periodística, como si los periodistas fueran banqueros, han vivido cargado de privilegios y ventajas, arrimados a los poderosos, a los que servían manipulando la realidad y confundiendo a la audiencia. Muchos de ellos hace mucho tiempo que dejaron de ser notarios veraces del acontecer para convertirse en bufones del poder y en servidores de partidos políticos, administraciones públicas y grandes empresas. Su abandono de la verdad libre e independiente ha sido causa importante del deterioro de la democracia, del abuso de poder y del hundimiento del prestigio de la política y de lo público en España.

El argumento principal que esgrimen, que "sin periodismo no puede haber democracia", es falso porque lo que la democracia demanda no es periodismo sometido, sino verdad, valentía y crítica independiente, tres valores escándalosamente ausentes en un periodismo español que ha cometido el grave error de abandonar al ciudadano para servir al poder.

Hace dos décadas, la profesión de periodista todavía era admirada y respetada por la sociedad, pero la cobardía y la incapacidad de defender la verdad y el rigor profesional hicieron posible que los periodistas perdieran el poder en las redacciones, entregarán la independencia a las empresas y se dejaran dominar y guiar por marketinianos obsesionados por el dinero y por editores vinculados al poder por pactos inconfesables que incluían dinero, concesiones, subvenciones y ventajas de todo tipo, siempre a cambio de difundir silencios y mentiras. Hoy, los periodistas, junto a sus amigos los políticos, son profesionales despreciados y rechazados por la ciudadanía, con razón.

La mayoría de las razones que las asociaciones de la prensa y los periodistas esgrimen para explicar la crisis son falsas. Basta ver las portadas de los diarios y las informaciones de cualquier medio para descubrir que la verdadera razón de la crisis del periodismo es que ha desaparecido la crítica, que se redactan panfletos y que la verdad, la investigación y el análisis crítico han sido sustituidos por un servicio al poder vergonzoso y sin valor añadido. Antes del suicidio de la profesión, la esencia del periodismo consistía en sacar a la luz aquello que alguien estaba muy interesado en que nunca se supiera, algo que ya casi nunca se hace porque priman el miedo, la autocensura y el morbo, se hace pornografía de las bajas pasiones y hasta se empuja al populacho para que tome partido por la causa del editor.

Muchos de los que han inundado los medios de basura se encuentran hoy en el paro y se dan ahora golpes de pecho, pero ya es tarde porque la audiencia ha decidido escapar del ya desprestigiado e inútil basurero mediático.

La consecuencia lógica es que los ciudadanos han dejado de leer periódicos y que ya buscan la información veraz y crítica en internet, antes que en la prensa, la radio y la televisión.

Lógicamente, las empresas, conscientes de la pérdida de audiencia y de poder de los medios, dejan de publicitarse o buscan otros espacios mas rentables para sus anuncios.

Internet, donde funciona un periodismo ciudadano y amateur que ha sabido llenar los espacios de investigación, independencia y osadía informativa abandonados por el periodismo tradicional, gana adeptos y cuotas publicitarias cada día en un mundo que está cambiando a marchar forzadas y en el que, por fortuna, los mentirosos, los cobardes y los ineptos no tendrán futuro.