Imagen
© DesconocidoEl Dr. Hugo Marietán, autor del libro.
El psicópata con poder está en su salsa. Es un depredador voraz e impiadoso. Una apasionante libro que describe las tipologías de los jefes psicópatas."El jefe psicópata. Radiografía de un depredador". Dr. Hugo Marietan.

El psicópata con poder está en su salsa. Su natural narcisismo le devuelve una y otra vez una imagen embellecida que justifica, en todo, su accionar; no hay resquicio, en su mente, para el error propio. Sin error no hay arrepentimiento y sin arrepentimiento no hay corrección del rumbo, sino persistencia. Su obrar psicopático se ajusta a sus códigos propios y lo hace impermeable e intolerante a las críticas. El que lo critica no es un adversario, sino un enemigo.

El líder no psicópata adversario del psicópata, en cambio, es una persona que dirige personas y basa su poder en el consenso, en la discusión. Al no saber que se opone a un psicópata trata de elaborar sus estrategias basadas en un error: la empatía, "si yo estuviese en su lugar...". El psicópata no piensa como él, no es empático. Es un depredador voraz e impiadoso.

Espero contar con un lector que se atreva a lo nuevo, que se despoje de prejuicios e ideologías, que no confunda distinguir con discriminar, y que me acompañe en este apasionante laberinto de desmesuras que conforman la mente del psicópata (Hugo Marietan).

Fragamento del capítulo dos del libro (tipos de jefes psicópatas)

Algunos de los personajes del poder

El fanático es un tipo de personaje que toma las consignas del poderoso como un dogma y no utiliza ningún tipo de criterio para pensarlas o criticarlas. Para el fanático, lo que dice el poderoso es lo que es, y ciegamente debe cumplir las órdenes que le dan. El fanático, a su vez, es un adoctrinador constante. En función de su automatismo es un elemento peligroso para la sociedad, sobre todo para aquellos que son opositores al régimen imperante. El fanático está movido por la fe, es absolutamente irracional y no median en su accionar intereses propios objetivos, es decir, no lo hace por un interés económico o para generar poder él mismo, sino que lo hace por una convicción y una certeza incontrastable. Puede morir defendiendo al poderoso o a su lema y es el último en ser reducido cuando se acaba el período del poderoso. Difícilmente el fanático cambia de bandera; cuando su líder es derrocado se sume en el resentimiento y la añoranza del tiempo pasado. Es un soldado del poder.

El secuaz es el que está en las inmediaciones del poder, en contacto muy cercano al poderoso, quien deposita sobre él un porcentaje de su confianza y le otorga una cuota de poder para que pueda llevar a cabo las acciones accesorias bajo sus órdenes. Es el encargado del trabajo sucio del poder. El poderoso, en realidad, no confía totalmente en nadie. El poderoso lo cubre en todas sus acciones oscuras porque es una herramienta útil del engranaje del poder. Es el encargado de bloquear a los opositores y, en casos graves, de diagramar la supresión de ellos. Es también aquel que se encarga de los factores económicos que contribuyen a agrandar, no lícitamente, las arcas del poder. El secuaz maneja recursos y es el depositario de muchos secretos de la trama que se sucede detrás del telón del poder. El secuaz es una persona con ambiciones propias que momentáneamente coinciden con las ambiciones del poderoso. Este tipo de persona es la encargada de negociar el traspaso de poder cuando las circunstancias son desfavorables para el poderoso. La imagen del secuaz para los mandados es odiosa y les resulta incomprensible que permanezca al lado del líder, que muestra siempre una actitud ambivalente en lo externo hacia el secuaz. Este juego está tan bien hecho, cuando es realizado con arte, que los mandados en su mayoría están seguros de que las acciones negativas del poder son ejercidas individualmente por los secuaces a espaldas del líder, quien permanece con su imagen impoluta.

Imagen
© Desconocido
El influyente realiza el vínculo entre los mandados y los estamentos del poder. Este personaje debe tener un don de gente muy agilizado. Es en realidad un diplomático fuera de la jerarquía de la diplomacia, que es otro de los trucos en la estructura del poder, ya que el influyente consigue las prerrogativas que solicita el mandado, previo acuerdo de los estamentos del poder, que en función de las circunstancias conviene que aparezcan como un favor del influyente hacia el mandado, dejando otra vez libre de culpa y cargo a los estamentos del poder. Estamos hablando aquí del influyente real y no del mentiroso que hace creer que es influyente, pero que, en realidad, es un estafador. El influyente es un negociador que permite acercar al poder aquellas estructuras disidentes que en determinado momento conviene que estén menos críticas o que apoyen ciertos actos de poder. En el campo de la negociación estos actos siempre tienen un costo que beneficia, en parte, a los mandados y, por supuesto, al influyente en sí. El influyente es una especie de comerciante, cuya materia prima de comercio es su acceso a las estructuras de poder. Es un personaje muy voluble y muy dado a cambiar rápidamente de bando cuando cae una estructura de poder. Algunos exagerados los tildan de traidores, pero en realidad son elementos útiles en cualquier esquema de poder. Aun en las revoluciones más recalcitrantes se hace buen uso de estos personajes. Así en la Revolución Francesa un buen porcentaje de nobles pasó a cumplir esta función. Lo mismo pasó en la Revolución de 1917 en Rusia, donde algunos nobles zaristas pasaron a formar parte de la nueva estructura revolucionaria.

El aliado tiene un compromiso transitorio, en función de sus propios intereses de poder, con la estructura del poderoso. La alianza es el resultado de una negociación donde la estructura del poder debió ceder parte de su poder para conseguir el refuerzo del poder que le otorga el aliado. La relación entre esta estructura y el aliado siempre es metaestable, es decir, requiere una constante atención para controlar el estado de la alianza. Y siempre es insatisfactoria. Para el aliado, no se ha recibido el suficiente poder, y para la estructura, se ha cedido demasiado poder al aliado. Este vínculo inestable permanece mientras se sigan las reglas establecidas en el contrato de alianza. Detrás de esto siempre subyace la esperanza de la estructura de fagocitar al aliado o a los factores de poder del aliado. Y el aliado, a su vez, espera en algún momento suplantar a la estructura de poder, es decir, son enemigos latentes con máscara de amigos.

El negociador es la cara visible, a diferencia de los otros negociadores solapados ya mencionados, el encargado del acercamiento de las posiciones entre la estructura del poder y los disidentes. Generalmente son los que tienen cargos de ministros, secretarios u otro cargo jerárquico y constituyen, en realidad, los fusibles en caso de que las negociaciones salgan mal o que el resultado de las negociaciones sea negativo para los mandados. Estos fusibles, otra vez, son resguardos para la imagen del poderoso. El grado de independencia del negociador es mínimo. Ostenta un poder neta y visiblemente delegado, y aquellos que participan de la negociación tienen claro que es un mero intermediario. El negociador tiene que tener la característica de saber con claridad qué es lo que quiere conseguir el poderoso de la gestión que está realizando. A su vez, el poderoso no le da toda la información, sino sólo aquella fracción de información que le es útil para llevar adelante su gestión. Así, muchos negociadores no tienen idea del efecto real de su negociación. Saben que responde a una táctica del poder, pero desconocen la estrategia completa que guía el accionar de esa negociación. Y esto debe ser así, ya que en el proceso de la negociación, el negociador inevitablemente dejará traslucir intenciones del poderoso. De ahí la precaución de otorgarle sólo una fracción de la información necesaria. No cualquiera puede cumplir este rol, debe ser una persona con un don de gente especial y, a su vez, con una firmeza de carácter que lo mantenga tenazmente en el objetivo mientras aparenta plasticidad frente a los otros negociadores. La negociación en sí es un arte, ya que implica elementos prácticos y efectivos; también influye el talento innato del negociador. Suelen ser personajes muy requeridos para la estructura del poder y de difícil hallazgo, ya que, como sabemos, los técnicos abundan pero los artistas son pocos. Por lo general el negociador no tiene una sólida postura doctrinaria y es también un personaje voluble.

El autor

Dr. Hugo Marietán (Bio)

Es psiquiatra especializado en psicopatía y escritor. Se desempeña como docente en la Universidad de Buenos Aires, y ha escrito libros de cuentos y teatro. Entre sus obras relacionadas con la psiquiatría puede citarse El complementario y su psicópata (Ananké 2007).

Referencias: "El jefe psicópata".
Editorial Libros del Zorzal, Argentina.