Un nuevo estudio de distintas universidades en España y Holanda, encontró que el consumo de alimentos ricos en grasas trans tiene un efecto sobre el riesgo de depresión

Cuidado con lo que comes, nos dice un estudio de las universidades españolas de Las Palmas, en Gran Canaria, y de Navarra, así como de Wagenigen, Holanda, el cual encontró una relación importante entre el consumo de alimentos ricos en grasas trans, grasas saturadas, y el riesgo de la depresión.

El estudio duró seis años, analizaron la dieta y estilo de vida de más de 12.000 voluntarios. Al principio, ninguno de los participantes ha sido diagnosticado con depresión. Al final, más de 600 personas luchaban contra la enfermedad.
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"Los participantes con un elevado consumo de grasas trans (grasas presentes en forma artificial en pastelería industrial, comida rápida o comida chatarra) presentó un incremento de hasta 48 por ciento en el riesgo de depresión cuando se compararon a los participantes que no consumen estas grasas", afirmó Almudena Sánchez-Villegas, profesor asociado de medicina preventiva de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

En el otro extremo del espectro, los investigadores analizaron el impacto que los alimentos como el pescado, aceites vegetales y aceite de oliva había sobre la salud mental, y que se encuentran están "asociadas con un menor riesgo de sufrir depresión."

El negocio mundial de las comida rápida o comida chatarra en el mundo es de grandes proporciones, sólo en los Estados Unidos se calcula que en 2009 las ventas de comida rápida llegaron a los 163 mil millones de dólares y tiene un crecimiento del 4 por ciento anual. Según el Instituto Nacional de Salud Mental, se calcula que en los Estados Unidos 15 millones de personas sufren de depresión.

El costo relacionado al tratamiento de este enfermedad en los Estados Unidos es de cerca de 83 mil millones de dólares, un gran negocio para las empresas farmacéuticas. Así pues, encontramos una relación simbiótica entre la gran industria de la comida chatarra que genera nuevos enfermos que, a su vez, caen en la garras de la gran industria farmacéutica creando así un un círculo virtuoso para el gran capital pero vicioso para el ciudadano común.