El fraude y los plagios, y no los errores cometidos sin intención, principal causa de rechazo en la publicación de investigaciones científicas.

paleontólogo aficionado Charles Dawson
© ArchivoEl paleontólogo aficionado Charles Dawson con el cráneo del hombre de Piltdown, uno de los mayores fraudes científicos
La publicación de una investigación en una revista científica de prestigio, como «Science», «Nature» o «The Lancet», exige unos rigurosos filtros para evaluar si el trabajo presentado es veraz y novedoso. Cada estudio es desmenuzado y analizado con lupa por otros científicos independientes, especialistas en el área sobre la que versa el trabajo. Es lo que se llama una revisión por pares, indispensable para que el editor tome la decisión de publicarlo o no. Hasta ahora, se creía que el principal motivo de rechazo era el hallazgo de errores en los artículos, pero un nuevo estudio señala que la causa principal es, para vergüenza de algunos, una mala práctica profesional, lo que incluye el fraude, el plagio o la publicación duplicada (cuando el autor quiere pasar por nuevo un artículo que no lo es). En concreto, el hallazgo de mala fe es la causa de dos tercios de todas las negativas, lo cual se ha multiplicado por diez en menos de cuarenta años, según puede leerse en la revista «Proceedings» de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) de EE.UU.

«La investigación biomédica se lleva la palma al respecto, con incentivos perversos que empujan a los científicos a recortar gastos y, en algunos casos, falsear datos o cometer otros actos de mala conducta», dice el autor principal de la investigación, Arturo Casadevall, profesor de microbiología, inmunología y medicina en la Universidad Yeshiva de Nueva York.

El estudio revisó 2.047 documentos retirados de la literatura biomédica. Para determinar las razones de los rechazos, los investigadores consultaron varias fuentes secundarias, como los Institutos Nacionales de Salud (NIH), la Oficina de Integridad de la Investigación y Retractionwatch.com, organismos que investigan la mala práctica científica.

Fraudes sin detectar

Los investigadores encontraron que alrededor del 21% de los rechazos es atribuible a errores, mientras que el 67% (¡nada menos!) fue debido a mala conducta, incluyendo fraude o sospecha de fraude (43%), publicación duplicada (14%), y plagio (10%). Razones diversas o desconocidas representaron el restante 12%. «Lo que es preocupante es que cuanto más hábil sea el fraude, menos probable es que se descubra, por lo que probablemente existen artículos fraudulentos por ahí que aún no han sido detectados», afirma Casadevall.

El estudio de PNAS también encontró que las revistas con mayor factor de impacto (una medida de la influencia de una publicación en los círculos científicos) tuvieron tasas especialmente altas de rechazos. Casadevall atribuye este creciente número de artículos rechazados a la cultura dominante en la ciencia, que premia a los científicos de manera desproporcionada por la publicación de un gran número de artículos, especialmente en revistas de prestigio.

Demasiada presión

«Si tus artículos son aceptados en ciertas revistas, es mucho más probable conseguir reconocimiento, becas, premios y mejores empleos o promociones», señala. «Los científicos son humanos, y algunos de ellos sucumben a esta presión, sobre todo cuando hay tanta competencia por la financiación. Tal vez nuestro hallazgo más revelador es que el número de manzanas podridas comenzó a dispararse después de 2005. Eso es exactamente cuando la financiación del NIH comenzó a ponerse muy ajustada».

Para solucionar el problema, Casadevall propone varias medidas como poner más énfasis en la calidad de las publicaciones y no en la cantidad, fomentar la cooperación y colaboración entre los investigadores, desarrollar fuentes más estables de financiación y crear trayectorias profesionales más flexibles para evitar la pérdida permanente de científicos capaces debido a la falta de financiación. Y ante tanta sospecha, ofrece un dato positivo: «El 43% de todos los rechazos vino de tan solo 38 de los miles de laboratorios en todo el mundo». La gran mayoría de los científicos son, como era de esperar, profesionales honestos cuyo trabajo es intachable.