No son pocas las veces que he hablado sobre la flexibilidad metabólica (FM), pero aún así, es posible que alguien todavía no lo tenga especialmente claro. ¡Veamos!, podemos definir la FM como la capacidad de nuestro organismo para alternar con eficacia entre los diferentes sustratos energéticos en función de las circunstancias en las que nos encontremos (de momento el concepto es impreciso, luego se aclarará más).
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(Aunque en determinadas ocasiones los valores pueden irse fuera del rango señalado. En una alimentación exclusiva en hidratos de carbono que ocasiona lipogénesis el valor podría ser superior a 1, esto es debido a que los azúcares presentan mayor cantidad de oxigeno que las grasas, y en caso contrario, por debajo de 0'7, indicaría que las proteínas se están convirtiendo en glucosa por un proceso de gluconeogénesis a espensas de los aminoácidos, caso este de ayuno prolongado o diabetes II)
Los principales sustratos energéticos son los hidratos de carbono y las grasas. Las proteínas, a pesar de cumplir funciones estructurales, inmunológicas, enzimáticas, etc, etc, también pueden, en determinadas circunstancias, ser empleados para satisfacer las necesidades energéticas, aunque esta no sea en principio su principal función (si es importante su contribucción a la gluconeogénesis)

Cuanto mayor sea nuestra capacidad para alternar entre los diferentes sustratos energéticos a nivel mitocondrial, mayor será el rédito que podremos obtener en cualquiera de las circunstancias en las que nos encontremos. Esto no se circunscribe únicamente a consumir más o menos de un determinado macronutriente; nuestra actividad física y el estado de ayuno o alimentado determinarán principalmente el combustible a emplear.

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Pero este recambio entre hidratos de carbono y grasas, no sólo obedece a la intensidad física con la que nos ejercitamos. Si por cualquier circunstancia, alguno de los dos macronutrientes se redujese de manera drástica en nuestra alimentación, nuestro organismo debería intentar adapatarse para funcionar eficazmente con el sustrato que queda. Es decir, el elevado consumo de hidratos y la casi ausencia de grasas nos transformaría en buenos quemadores de glucosa, y viceversa. Esto es fundamental, porque si nuestro cuerpo tuviese problemas para metabolizar correctamente cualquiera de ellos sin duda los niveles de ATP podrían reducirse de manera drástica, lo que daría lugar a BAJOS NIVELES DE ENERGÍA.


Comentario: No necesariamente. El metabolismo a base de glucosa y la intolerancia a los hidratos de carbono está detrás del síndrome metabólico, obesidad, diabetes, hipertensión arterial, etc que está golpeando tan fuertemente a la sociedad.

Nuestros órganos y tejidos del cuerpo trabajan mucho mejor cuando utilizan cetonas como una fuente de combustible, incluyendo el cerebro, el corazón y el núcleo de los riñones.

Si alguna vez has tenido la oportunidad de ver un corazón trabajando en tiempo real, pudiste haber notado el grueso tejido adiposo que lo rodea. De hecho, los cirujanos del corazón llegan a ver esto todos los días.

Un corazón que late alegre es uno que está rodeado por capas de grasa saludable.
Tanto el corazón como el cerebro trabajan al menos un 25% más eficiente en cetosis que con el azúcar en la sangre.

Las cetonas son el combustible ideal para nuestro cuerpo, a diferencia de la glucosa - que es dañina, menos estable, más excitatoria y, de hecho, acorta su esperanza de vida. Las cetonas son no glicolisantes, es decir, que no tienen un efecto caramelizante, de envejecimiento en su cuerpo. Una cetosis saludable también ayuda a matar de hambre a las células cancerosas, ya que son incapaces de usar cetonas como combustible, porque dependen de la glucosa sola para su crecimiento. [5]

Las fábricas de producción de energía en nuestras células - la mitocondria - funciona mucho mejor en una dieta cetogénica, ya que son capaces de aumentar los niveles de energía de una forma estable, con combustión duradera, eficiente y constante. No sólo eso, una dieta cetogénica induce cambios epigenéticos [6], que aumentan el rendimiento energético de nuestras mitocondrias, reduce la producción de radicales libres y favorece la producción de GABA [ácido gamma-amino butírico] - un importante químico cerebral inhibitorio. El GABA tiene una influencia esencial relajante y su producción favorecida por la cetosis también reduce los efectos tóxicos de las vías excitatorias en nuestro cerebro. Además, datos recientes sugieren que la cetosis alivia el dolor, aparte de tener un efecto anti-inflamatorio en general. [7]

La dieta cetogénica actúa en varios niveles a la vez, algo que ningún medicamento ha sido capaz de imitar. Esto se debe a que las mitocondrias están específicamente diseñadas para utilizar la grasa para obtener energía. Cuando nuestras mitocondrias usan grasa como fuente de energía, se reduce su carga tóxica, la expresión de los genes productores de energía se incrementan, su rendimiento energético se incrementa, y se disminuye la carga de los productos finales energéticos inflamatorios.

La clave de estos efectos curativos milagrosos se basa en el hecho de que el metabolismo de las grasas y su generación de cuerpos cetónicos (beta-hidroxibutirato y acetoacetato) por el hígado sólo pueden ocurrir dentro de la mitocondria, dejando los productos químicos dentro de la célula, pero fuera de la mitocondria, fácilmente disponibles para estimular poderosos antioxidantes anti-inflamatorios. El estado de nuestra mitocondria es la clave definitiva para una salud óptima y, si bien es cierto que algunos de nosotros podrían necesitar de un apoyo adicional en forma de suplementos nutricionales para curar estas muy necesarias fábricas de energía [mitocondrias], la dieta sigue siendo la clave final para un equilibrio adecuado.

La fuente energética básica de nuestro mundo moderno es el azúcar que necesita ser procesada primero en la matriz célular antes de que pueda ser pasada a la fábrica de energía de la célula- la mitocondria. Las fuentes de energía de la grasa no requieren este proceso, sino que van directamente a la mitocondria para usos energéticos. Es decir, es más complicado crear energía del azúcar que de la grasa. Como Christian B. Allan (PhD) y Wolfgang Lutz (MD) dijeron en su libro Vida Sin Pan:
Los carbohidratos no son necesarios para obtener energía. La grasa suministra más energía que una cantidad similar de hidratos de carbono, y las dietas bajas en carbohidratos tienden a hacer que su sistema de producción de energía sea más eficiente. Además, muchos órganos prefieren la energía de la grasa.
El hecho es que obtienes MÁS energía por molécula de grasa que del azúcar. ¿Cuántas enfermedades crónicas y autoinmunes tienen un componente de déficit de energía? ¿Qué hay de la fatiga crónica? ¿La fibromialgia? ¿La artritis reumatoide? ¿La esclerosis múltiple? ¿Cáncer? De regreso a Allan y Lutz:
Las mitocondrias son las plantas de energía de la célula. Debido a que producen la mayor parte de la energía en el cuerpo, la cantidad de energía disponible está basada en lo bien que las mitocondrias estén trabajando. Cuando pienses en la energía, piensa en todas aquellas mitocondrias produciendo ATP para hacer que todo el cuerpo funcione correctamente. La cantidad de mitocondrias en cada célula varía, pero hasta el 50 por ciento del volumen celular total puede ser las mitocondrias. Cuando te cansas, no des por hecho que necesitas más carbohidratos; más bien, piensa en términos de cómo puedes maximizar tu producción de energía mitocondrial...

Si te pudieras reducir a un tamaño lo suficientemente pequeño para entrar en la mitocondria, ¿qué descubrirías? La primera cosa que aprenderías es que ¡las mitocondrias están principalmente diseñadas para utilizar la grasa para producir energía!
En pocas palabras, ¡permite que la grasa sea tu medicina y la medicina sea tu grasa!

Para más información vea: La dieta cetogénica - Una visión general


Esto que describo aquí de manera simple es un mecanismo mucho más complejo que pertenece a nuestro pasado evolutivo. Es cierto, debemos pensar que la alimentación nunca fue un bien tan sencillo de conseguir como lo es en la actualidad. En aquellos momentos de nuestra prehistoria, la alternancia entre los diferentes macronutrientes estuvo bastante influenciada por el entorno y la época del año, de tal forma que en determinadas momentos podría haber un mayor consumo de frutas y vegetales y otras en cambio más grasas y proteínas, además de una mayor o menor cantidad de calorías. Pero a pesar de estas enormes fluctuaciones en la cantidad y composición de la dieta, el disponer de amplios niveles de energía se convertía en algo fundamental para tener mayor probabilidad de supervivencia. El ATP es vida, si los niveles de esta molécula son adecuados, todo los procesos dentro de nuestro organismo sucederán con normalidad, pero si esta moneda de recambio energético declina, nuestro cuerpo comenzará a experimentar un deterioro progresivo.

Hoy en día seguimos enfrascados en búsqueda de la dieta perfecta, ¡cómo si existiese!, estamos empecinados en encontrar la proporción óptima de cada macronutriente, pero todavía esto no se ha conseguido..., y dudo mucho que se logre, pues simplemente no hay perfección en la medida. Muchos percibirán elevados niveles de energía con una dieta alta en hidratos (al menos al principio), otros, en cambio con grasas, y algunos más, no percibirán tal energía en ninguna de las circunstancias descritas.

Pero lo que sí es necesario entender, es que la alimentación debe estar acoplada a la actividad física, variando el porcentaje de macronutrientes y las calorías ingeridas en función de la intensidad empleada, eso es lo más importante, si no es así, podríamos perder progresivametne la FM.

Veamos ahora algunas situaciones que disminuyen ese "ente extraño" que llamamos flexibilidad metabólica (no están todas):
  • LA OBESIDAD Y SOBREPESO.- La obesidad causa perdida de flexibilidad metabólica, pero a su vez la pérdida de FM causa obesidad. Esto es algo así: ¿qué fue antes, la gallina o el huevo?. Bueno, esto es un ciclo que se retroalimenta mutuamente, la menor capacidad de oxidar sustratos produce una naturaleza acumulativa que te predispone a la obesidad y esta a su vez interfiere, por el aumento de la inflamación y la acumulación ectópica de grasa, con la señalización de la insulina, impidiendo utilizar eficazmente la glucosa. La glucosa al no poder penetrar con eficacia en las células, principalmente en el miocito, tiene más posibilidades de acabar convertida en grasa (más información aquí).
  • LA RESISTENCIA A LA INSULINA.- Muy relacionada con el punto anterior, aunque no necesariamente; cualquier alteración de la señal de la insulina reduce notablemente el uso de la glucosa como fuente de energía. Y no sólo la hipertrofia del adipocito produce un aumento de la inflamación de bajo grado que causa RI, existen otras patologías que cursan también con inflamación que podría interferir la señal de la insulina. Lo vemos en el siguiente punto.
  • DISBIOSOS INTESTINAL.-Un desequilibrio en nuestras bacterias intestinales podría producir la inflamación de la mucosa intestinal, que podemos considerar perfectamente como nuestra primera barrera defensiva o inmunidad innata, la cual es capaz de reconocer ciertos patrones concretos presentes en estructuras de hongos, virus y bacterias, como puede ser el lipopolisacarido (componente de las membranas de las bacterias gram-negativo), gracias a los receptores toll-like presentes en los macrófagos, esto promueve la traslocación del Factor Nuclear Kappa Beta al núcleo e induce la expresión de citoquinas inflamatorias como TNF-a, IL-6. Además esto podría generar espacios en nuestra mucosa haciendo permeable nuestro intestino lo que podría propiciar el paso de moléculas extrañas en la circulación aumentando la inflamación sistémica de bajo grado, con capacidad de alterar, del mismo modo que la obesidad, la señal de la insulina, disminuyendo la flexibilidad metabólica. Pero no sólo la inflamación puede provenir del tejido adiposo o la mucosa intestinal, otros focos podrían estar presentes en infecciones periodontales, las cuáles también disminuyen la sensibilidad a la insulina y por tanto deterioran la FM (aquí). Pero quien poseea desgraciadamente una enfermedad de tipo autoinmune debe considerar perdida la FM.
  • ESTRÉS CRÓNICO.-Efectivamente, el estrés tiene la capacidad de aumentar los niveles de cortisol, si estos se mantienen elevados durante tiempo tendrían la capacidad de causar resistencia a la insulina y disminuir la flexiblidad metabólica. Hemos de pensar que una de la funciones principales del cortisol no es sólo como hormona contrarreguladora que mantiene los niveles de glucosa en sangre, también tiene la capacidad de modular la respuesta inflamatoria, pero una situación de estrés prolongado podría provocar una resistencia a los glucocorticoides que interferiría con el adecuado control de la inflamación (aquí)
Si nos fijamos siempre la pérdida de FM está asociado al incremento de la inflamación (o al revés). Pero fuera de estos casos bastantes obvios, podemos ser inflexibles metabólicamente hablando por otros motivos no tan evidentes; basta mantenerse durante muchos años sin realizar una actividad física consistente o reducir de modo permanente uno de los dos sustratos energéticos principales para que nuestra capacidad de oxidar sustratos se resienta, o dicho de otro modo, basta consumir un sustrato energético que se desacople de nuestra actividad física de modo permanente para que esa necesaria plasticidad mitocondrial se altere (aquí). Aunque la herencia genética también influye bastante, pues contar con familiares directos con diabetes tipo II también podría disminuir esa flexibilidad metabólica (aquí). Esto es algo que puede ser evidenciado mediante el cociente respiratorio (Vo CO2/Vo O2), que permite conocer el sustrato energético consumido en la producción de energía. Cuando son las grasas el sustrato principal, el cociente entre el CO2 expirado y el volumen de O2 consumido mostrará un valor próximo a 0'7, en cambio, si es la glucosa la que se consume preferencialmente el valor estará próximo a 1.

Cuando se posee FM el cuerpo empleará eficazmente las grasas como sustrato energético en ayunas, y mostrará valores cercanos a 0'7 (0'7 indica un 100% de oxidación de lípidos), pero después de la ingesta de alimentos y previa estimulación insulínica se producirá un cambio metabólico a favor de la oxidación de la glucosa, mostrándose valores cercanos a 1. la inflexibilidad metabólica mostrará valores intermedios a los mencionados que indicarán una peor oxidación de grasas en ayunas, pero posterioremente tras la ingesta de alimentos tampoco se percibirá un cambio sustacial a favor de la glucosa. Esto yo lo llamo encefalogramo plano.

Podemos pensar que disminuir nuestros niveles de energía tampoco es tan grave, pero nada más lejos de la realidad. La energía lo es todo, sin niveles altos de ella nuestros procesos metabólicos se detienen y todo nuestro organismo se resiente. Sin ATP suficiente sólo se produciría catabolismo, restándonos calidad de vida y acercándonos peligrosamente a la enfermedad.