El miércoles por la mañana me acercaba a mi lugar de trabajo, cuando escuché sobre un nuevo atentado en París, Francia, en el que 3 hombres armados, y aparentemente muy bien entrenados, habían entrado al periódico Charlie Hebdo y asesinado a 10 personas, luego a dos policías.

Inmediatamente se alzó todo el mundo en respuesta a este nuevo atentado, el sentimiento general de los espectadores parece ser el esperado, todos se preguntan: ¿cómo pueden existir personas tan intolerantes?, ¿tan ignorantes?, ¿tan agresivas?, ¿por qué atacar a quienes intentan hacernos reír al crear parodias gráficas de la realidad en la que vivimos?
Charlie Hebdo
© Reuters/Jason Lee
Y fue allí cuando recordé el ultimo atentado de este tipo, en Australia, donde hubieron rehenes, peticiones y demás, y el sentimiento fue el mismo, ¿cómo pueden existir personas tan inestables capaces de tomar rehenes en una cafetería?

Pero después de varios años de prestar atención, uno se vuelve un poco inmune a estas noticias, aprende a no dejarse llevar por la carga emocional imprimida desde los medios de comunicación y a comprender que las víctimas son víctimas, pero no de quienes pareciese a primera vista, y que al final el objetivo de todos estos atentados no era asesinar a cuantos más se pueda en el tiempo mínimo, sino generar la mayor cantidad de miedo, odio y discordia con los no directamente afectados.

Como en una obra de teatro, la idea no es actuar, la idea es generar la reacción adecuada en el público y así poder dirigir su atención y su percepción, pero como en el teatro, debe existir un acuerdo por parte de la audiencia; la audiencia tiene el conocimiento de que lo que está observando no es real, pero se convence de lo contrario.

Me gustaría invitar a todos a que se sienten frente a la tarima en la que Francia acaba de tomar el centro y observen todo en silencio, sin quitarle ningún mérito ni simpatía a las víctimas directas del atentado, y observen y se pregunten, ¿a quién beneficia esto? ¿Cómo podemos conciliar el hecho de que existan personas con la capacidad intelectual de aprender a manejarse en una de las situaciones mas tensas para un ser humano, pero al mismo tiempo con la falta de visión como para ver las inevitables consecuencias de los mismos actos?

Me explico.

Lo único que generó todo esto en la población fue odio y desprecio masivo por la aparente intolerancia de los musulmanes pero, ¿a quién beneficia esto? A ningún movimiento musulmán por supuesto, a ningún musulmán en Europa o Estados Unidos, en absoluto, entonces, ¿a quién?

¿Podría todo esto estar conectado a las recientes declaraciones de François Hollande en contra de las sanciones impuestas a Rusia?
¿O el hecho de que Francia apoye el reconocimiento del Estado de Palestina? Sería bastante curioso que el odio generado por la población musulmana y árabe del mundo hiciese de esto una moción poco popular.

Sea como sea, todo parece estar teniendo el efecto deseado: la intolerancia crece, la confianza por el vecino desaparece, la culpabilidad racial mantiene un fantasma vivo atormentándonos a todos al mismo tiempo, y no es difícil cuando nuestros botones de paranoia son presionados constantemente. En Francia, desde el miércoles, ha habido situaciones que capturan nuestra atención, cementando así la ya gigantesca división en el planeta, el caos actual en Francia hace que se torne tenso el ambiente.

El ejecutar a personas inocentes frente a un público expectante tiene como fin solidificar una narrativa, polarizar los roles en escena. Piensen en una película, la mejor forma de saber quién es el malo es cuando uno lo ve haciendo algo malo... ¿verdad?

foley
© Youtube
Ahora, quiero que piensen en las decapitaciones del año pasado, fue esto lo que polarizó al EI en la lista negra de todos, dándole así a Estados Unidos la autoridad moral para empezar a bombardear Siria y regresar a Irak.

Hace un par de semanas fue la escena de Australia, el año pasado le tocó a Canadá, y ahora todos vemos como Francia salta en escena, para seguir otorgándonos a todos una narrativa sólida, con malos y buenos, con lágrimas y dolor, con culpables y con héroes.

Pero así no funciona en realidad porque la guerra que nos dicen que están peleando por nosotros, es en contra de nosotros, en contra de la población musulmana y árabe del mundo, en contra de los soldados que regresan a casa destrozados psicológicamente, en contra de los civiles que pagan unos impuestos utilizados en gran parte para la guerra.

Ningún habitante de Siria o Irak gana nada del odio colectivo generado por este tipo de evento, del odio ni de la división generada, del respaldo moral de todos a una guerra sin fin. Los únicos beneficiados de actos como los del miércoles son los que sacan ganancias de las guerras, los que están empeñados en que el odio se esparza y eche raíces, los que se mantienen en el poder generando miedo en la población para que crea que hay un yihadista debajo de su cama.

Al final, si uno presta atención, la guerra, la perpetua guerra en contra de cualquier enemigo es en contra de todos nosotros, y a todos nos afecta. Todos jugamos un rol en ella y ninguno de nosotros está mejor por ella, y tarde o temprano nos tocará a todos de manera directa.