¿Nos conducen el fenómeno del narcotráfico, y su vástago el crimen organizado, hacia una nueva definición de Estado o hacia la aniquilación de éste?

narcopolítica
© ABC Color

"Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es el elemento distintivo) reclama con éxito para sí el monopolio de la violencia física legítima"
arremete Max Weber en "La Política como vocación" (1919). Una definición como ésta, ante los acontecimientos actuales, ya ha quedado completamente desmentida. Weber habla aún desde un contexto optimista ante esta entelequia política, no obstante, el siglo ha desvelado verdades sombrías que nos presentan un panorama más incierto y menos esperanzador.

Los Estados ya no poseen el monopolio de la violencia. América Latina se debate en su seno contra diversos carteles del narcotráfico que exhiben un poderío militar y económico superior al de sus propios gobiernos. Estas mafias han destrozado el contrato social en que se asienta el edificio ideológico estatal puesto que ellas mismas llegan a cobrar "impuestos". Es harto sabido que estas organizaciones imponen el pago de una cuota mensual en diversas locaciones, con el fin no solo de sustentarse sino de obtener el sometimiento de la gente.

México es el paradigma del Estado quebrado, ya seudo-Estado, en donde el creciente y prepotente imperio de la muerte hace que sea 'normal' encontrarse con cadáveres colgando de viaductos durante la cotidianeidad. Ni qué hablar de la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa. En Paraguay no vivimos en una burbuja: este país desde hace décadas padece el cáncer del narcotráfico y su poder, que se ha trasladado en antecedentes (y presentes) de la esfera pública y privada. En el 2014, tres periodistas de este país fueron asesinados a manos del crimen organizado: Edgar Pantaleón Fernández Fleitas, Fausto Gabriel Alcaraz y Pablo Medina (junto a su asistente Antonia Almada).

El prefijo "narco" es utilizado hoy en día ad nauseam ante cualquier sustantivo. Hablamos de narcomodelos, narcoautos, narcopolíticos, narcoartistas, etc. No hay esfera de la vida que no esté gobernada prácticamente por los "patrones del mal". En lo público, ya no solo influencian sino que ocupan altos cargos. En lo privado, lavan dinero y distorsionan el mercado haciendo imposible el comercio justo.

El 26 de enero de 2015, amanecimos con la noticia de que el departamento de Amambay tiene una de las tasas de homicidios más altas, no de la región, ni siquiera de América Latina, ¡sino del mundo![1] Honduras aún nos sigue ganando en esa lúgubre estadística.

Ante este embrollo dantesco, que no debe envidiar a ninguna ficción distópica, ¿qué ocurrirá con el Estado? ¿América Latina vivirá en pocos años la realidad africana, donde los Estados-Naciones son fantasía y en donde los que en realidad mandan son los señores de la guerra? ¿Será la legalización de las drogas, como muchos políticos pregonan, la panacea a este exterminio humano y barbarie? ¿O la legalización simplemente devendrá el delito de narcotráfico en contrabando y blanqueará fortunas?

Las interrogantes son muchas, infinitas, pero son el mejor comienzo para crear sentido de esta situación y esbozar la mejor salida posible. Lo que sí parece obvio, al menos a esta humilde y falible observadora, es que es necesario reformular el Contrato Social. Crear un nuevo Contrato Social a la altura de los tiempos. Las teorías sociopolíticas, hijas del romanticismo y la revolución industrial, ya son inútiles ante estas realidades.

Contrato Social, Estado y Democracia son conceptos que urgentemente necesitan nuestra atención o de lo contrario seremos engullidos en una vorágine de exterminio y decadencia.

[1]http://www.ultimahora.com/la-frontera-paraguay-brasil-tiene-una-tasa-homicidios-cercana-la-peor-del-mundo-n867220.html

[*Norma Flores Allende es estudiante de periodismo y ha colaborado con este artículo - NdE]