El anuncio esta semana de que Arabia Saudí -el regímen más brutal y represivo del mundo- fue escogido para liderar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU provocó reacciones de indignación en todo el mundo por razones obvias.

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© Pierre Albouy / UN GENEVA / FLICKR
Arabia Saudí ha ejecutado a más 100 personas ya este año, la mayoría de ellas por decapitación (una cada dos días) y castiga con la pena de muerte y latigazos a los disidentes. El régimen saudí se dispone ahora a llevar a cabo una nueva ejecución de Ali Mohammed al Nimr, sobrino del líder religioso shií Nimr al Nimr, que condenado a la edad de 17 años por participar en protestas contra el gobierno y por "llevar armas", según una acusación del régimen. Él ha sido sentenciado a ser decapitado y luego crucificado, una bárbara pena que está dirigida a atemorizar a los opositores para que se abstengan de realizar protestas.

Sin embargo, el horror del mundo contrasta con la satisfacción del Departamento de Estado de EEUU. En una conferencia de prensa el 22 de este mes, el viceportavoz del Departamento, Mark Toner, fue preguntado sobre los derechos humanos en Arabia Saudí y sobre la condena a muerte de Ali Mohammed al Nimr, y prefirió contestar con evasivas.

En realidad, señala el periodista Glenn Greenwald de The Intercept, "el gobierno de EEUU saluda el nombramiento de Arabia Saudí porque es un estrecho aliado... EEUU ama a los regímenes represivos y siempre lo ha hecho. La única vez en que EEUU finge preoocuparse por los derechos humanos es cuando se trata de países que no cooperan".