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Como ya he anticipado, en el lenguaje de las modernas neurociencias cognoscitivas nuestra metáfora del paisaje mental toma una vertiente mucho más concreta: los modelos computacionales de las redes neurales artificiales
(como ejemplo, las redes de Hopfield, pequeñas simulaciones simplificadas de las redes neuronales biológicas) consideran 'un paisaje energético', hecho de valles y colinas, en el interior del cual el "estado mental" de la red rueda como si fuese una canica, sometida por un lado al efecto de la gravedad que tiende a tenerla atrapada en el fondo de los valles, y por otro lado a la acción de una especie de 'rumor térmico' - , que, en cambio, tiende a lanzarla fuera de estos valles.

Y parece justamente que, fuera de metáforas, también nuestro cerebro funciona así: en todos los momentos de nuestra vida nos encontramos inmersos en una determinada superposición de dominios cognitivos, o sea, como 'atrapados' en el interior de una determinada provincia de nuestro territorio mental. Las provincias corresponderían a las que podríamos oportunamente definir como 'Sub-Personalidad', o sea, agregaciones de muchos dominios cognitivos de varios tipos (los 'yo momentáneos' de Gurdjieff, o sea, los barrios y los municipios de la región SC). Cada situación, cada encuentro, cada circunstancia en la que nos encontramos ,implicados 'activa' en nosotros una cierta sub-personalidad: la canica se desliza mecánicamente a otro valle y nosotros nos vemos catapultados bruscamente a otra porción de nuestro espacio mental, en la que quedaremos confinados hasta que un nuevo estímulo, o incluso el 'rumor de fondo' aquí representado por la química de las emociones, nos arrojará fuera.
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Así hoy también se dibuja en un contexto estrechamente científico (en cuanto no ortodoxo) el mismo cuadro psicológico que el antiguo sistema desvelado por Gurdjieff había intuido hace mucho tiempo: nuestra consciencia es parecida a un escenario en el que se suceden numerosos actores, nuestras sub-personalidades, que luchan por hacerse con la escena.

Solo un actor puede en cada momento recitar su parte: su entrada a escena pero, es casi siempre accidental o provocada mecánicamente por el entorno (el público, la 'lucha' detrás de bastidores). Sobre todo y lo principal, en condiciones ordinarias no hay ningún director que supervise la comedia (o, mejor dicho, la tragedia) que se está representando.

Las sub-personalidades se siguen automáticamente las unas a las otras en el escenario de la consciencia, activadas por lo que las neurociencias definen como 'emparejamiento estructural' con el ambiente externo: un proceso aparentemente aleatorio o casual, pero en realidad determinista, que determina que prevalezca en cada momento uno u otro grupo de dominios cognitivos en resonancia con los estímulos externos (las influencias A, B y C de Gurdjieff).

Como afirma Ouspensky:
"Podéis decir que las personalidades consisten en diferentes 'yo'. Cualquiera puede encontrar en si mismo varias personalidades, y el verdadero estudio de si mismo empieza con el estudio de estas personalidades, porque no podemos estudiar los 'yo': hay demasiados. Con las personalidades en cambio es más fácil, ya que cada personalidad o grupo de 'yo' significa alguna inclinación o tendencia especial, o bien, a veces, aversión".
Si sustituimos la palabra 'personalidad' con 'sub-personalidad' y 'yo' con 'dominio cognitivo' tenemos que el pensamiento de Gurdjieff (o de Ouspensky) se casa con las neurociencias cognitivas: cada sub-personalidad nuestra estará pues caracterizada por las categorías de dominios cognitivos que prevalezcan en ella, intelectuales, sensitivo-motores, emocionales o instintivos, los cuales dependiendo del momento serán activos o pasivos, dominados por el hemisferio izquierdo o por el derecho. A su vez, el predominio en un cierto individuo de sub-personalidades de un cierto tipo, nos permitirá catalogarlo - según Gurdjieff- como un hombre nº 1,nº 2 o nº 3.

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Para esta categoría de hombres no existe un director, No existe un 'yo' permanente que decida qué provincia (sub-personalidad) del territorio mental tenga que ser activada en cada momento: todo sucede mecánicamente.

Y, sobre todo, todo ocurre normalmente dentro del enorme valle de la región SC en la que la sociedad que nos ha educado tiene interés en tenernos encerrados: solo potentes 'shocks adicionales', como había muy bien entendido G., podrían golpear nuestra 'canica' para mandarla a otro valle, a otra región de nuestro espacio mental. En este caso, pero, estaríamos hablando de estados alterados de consciencia.

Estaríamos hablando de experiencias transpersonales. Estaríamos hablando de Iluminación.

Tal vez estemos hablando del camino que lleva a la formación de un 'yo permanente'. Tal vez estemos hablando de hombre 4, 5, 6 y 7. Tal vez estemos hablando de 'círculo interno' de la humanidad.

Seguramente estamos hablando de un territorio aun inexplorado de nuestra mente, de regiones en las que las neurociencias están justo ahora empezando a aventurarse pero en es muy fuerte la sensación de que, como en una enorme espiral histórica, las puntas más avanzadas de la actual búsqueda científica están solo redescubriendo verdades muy antiguas sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza de nuestra consciencia.

FIN