(España) -
No. No se fue sola. Ni se perdió. Ni anduvo más de cuatro kilómetros en plena oscuridad por la plataforma de balasto de la vía del tren. «Se la llevaron».
© Fernando GonzálezManifestantes en la plaza de la Constitución.
A Almudena Hidalgo, la madre de Lucía Vivar, la niña de tres años desaparecida en Pizarra y hallada muerta en las vías del tren de la línea C2 de Cercanías que discurre entre Málaga y Álora el pasado 27 de julio, no le cabe ninguna duda. Lo tiene tan claro como su marido y padre de la pequeña, Antonio Vivar. Por lo que ambos, al igual que sus familias y los vecinos de la zona,
exigieron ayer que se abran nuevas líneas de investigación, sobre todo después de que desde el Juzgado de Instrucción número 10 de Málaga se les haya anunciado la posibilidad de que se proceda al archivo provisional de la causa.
Esa es una opción que ni Almudena ni Antonio contemplan ni piensan aceptar. Precisamente por su
oposición frontal al archivo de la investigación, ayer tuvo lugar en la capital una manifestación para exigir que se investigue y se esclarezcan todas las cuestiones que todavía no tienen respuesta.
Comentario: ¿En serio? ¿Qué demonios es esa cosa que parece un baño químico para ricos? Para muchos esto puede parecer una tontería sin importancia; incluso habrá algunos que crean que es una buena idea. Pero la realidad es que este tipo de iniciativas no hacen más que profundizar la profunda crisis de fragilidad patológica que atraviesa una buena parte de los jóvenes en nuestra moderna sociedad.
Sufrir estrés, ansiedad, e incluso depresión en diversos pasajes de nuestra vida es natural. Más allá de que a nadie le guste sufrir, desde una perspectiva amplia, si atravesamos estas etapas con coraje y sin intentar huir o escondernos del dolor, podemos salir fortalecidos y mejor preparados para enfrentar las vicisitudes de la vida. Ayudar a los jóvenes no significa tratarlos como frágiles pétalos de rosa que se pueden romper con una suave brisa, significa hacerlos sentir que, más allá de los rigores naturales propios del ciclo de la experiencia humana, se puede salir adelante, superarse, y convertirse en una mejor persona cuando se hace frente al sufrimiento con entereza, dignidad, e inteligencia. Facilitándoles lugares para esconderse a autocompadecerse ante la menor dificultad o contrariedad, no hace más que exacerbar el sentimiento de víctima y quitarles recursos para enfrentar la vida adulta con integridad y determinación.
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