Entrevista a Hugo Yepes, técnico del Instituto Geofísico que estuvo en Armero, Colombia. Hoy se cumplen 30 años de la erupción del coloso colombiano, que en dos pueblos dejó 23 000 muertos.
Imagen
© ElComercio.comHugo Yepes, técnico del Instituto Geofísico, estuvo en armero.
¿Por qué ocurrió la tragedia en Armero en 1985, tras la erupción del Nevado del Ruiz en Colombia?

Murieron 23 000 personas. La erupción fue de un índice de explosividad 3, que descongeló una parte del glaciar (del 10 al 15%) y generó lahares. Se sabía de su peligro, porque su erupción anterior fue en 1845.

¿Cómo pasó? ​

El volcán tiene dos drenajes. Uno va a la zona de Tolima y el otro a Caldas y a lo largo de los ríos que nacen del Nevado del Ruiz se habían asentado poblaciones. En Tolima está Armero y en Caldas, Chinchiná. Fueron arrasadas por los lahares de la erupción del 13 de noviembre de 1985. En Chinchiná murieron 1 000 y en Armero, 22 000.

¿No sabían de la erupción? ​

Mostraba signos de reactivación desde un año atrás. Por eso se movilizó el Servicio Geológico Colombiano, que en ese entonces se llamaba Ingeominas, para generar los mapas de peligro. Participó Minard Hall del Instituto Geofísico.

¿Se reactivó en 1985?

Empezó en 1984. Se instalaron equipos y la actividad era monitoreada, pero contrastaba con la población, que poco creía en una erupción.

¿La tragedia era evitable? ​

100% evitable. El flujo llegó en dos horas, pero la gente pudo haber ido a las partes altas en 10 o 20 minutos, caminando. La gente no sabía a dónde ir.

Nadie los alertó.

Esa noche llovió mucho y nadie oyó. Fue a las 21:00 de un jueves. La gente estaba interesada en un partido de fútbol en la televisión. En la parroquia les decían que se quedaran, que rezaran más, y en Bogotá estaban ocupados en la toma del Palacio de Justicia y no en el volcán.

¿Esos asentamientos se parecen a los que tiene el Cotopaxi, se puede hacer una analogía?

Sí, la topografía de alguna manera es similar. Del Nevado nace el río Lagunillas, que viaja 60 kilómetros por un encañonado y al llegar a Armero -una zona plana- el río se abre en un delta. Este viaje es similar a la topografía del Cotopaxi, porque entre este volcán y el valle de Los Chillos hay un recorrido de 60 kilómetros. En el sur, por la quebrada Barrancas, también es un encañonado y llega en menor distancia al norte de Latacunga, cerca del aeropuerto. El Cotopaxi y el Ruiz son similares: grandes volcanes, drenajes encañonados y unas planicies de depósito, donde se ha asentado la población.

¿Por qué murieron?

La gente y autoridades no creían que iba a erupcionar.Todo era muy cuestionado. Pero no tenemos que ir mucho a Colombia, porque acá en el caso del Tungurahua, los intereses económicos de los hoteleros hacían que se negara la erupción en curso.

¿Colombia vivía una situación política complicada?

La erupción coincidió con un período muy crítico de la política colombiana, en la cual el M19 se tomó el Palacio de Justicia. Las decisiones se tomaban en Bogotá, a 300 y 400 kilómetros de distancia de Armero, y muy poco se dimensionaban los efectos. Además, estaba la guerrilla, las FARC y el ELN. Eso hizo que los problemas del país fueran otros.

¿Las situaciones políticas impiden poner atención a las erupciones volcánicas?

Siempre. Solo luego del caso de Armero se hizo evidente la necesidad de trabajar desde todos los ámbitos en Colombia. En Ecuador, estas tragedias se asimilan desde lo científico y no desde lo social ni del Estado.

¿Qué sucede?

Aquí nuestra clase política es reactiva en vez de prospectiva, de hacer prevención. En el caso del Cotopaxi, teniendo mapas desde 1977, ¿por qué ha habido tanto crecimiento poblacional, tanta inversión, atrayendo a la gente a zonas de peligro? Las autoridades piensan nada les va a pasar. Cumplen sus cuatro años e irresponsablemente dejan que sea un problema de otros. Los ciudadanos somos cómplices, por no reclamar.

¿En Armero hubo simulacros de evacuación?

Una serie de circunstancias impidió una preparación. En primer lugar, los mapas de peligro se hicieron públicos durante la semana de la erupción. Luego, la poca aceptación de las ciudadanos y autoridades civiles y eclesiásticas, como que uno de los párrocos les decía que no salieran, que fueran a rezar con más fuerza para evitar la erupción.

¿Latinoamérica aprendió?

Colombia aprendió primero. Nació el Sistema de Nacional para la Prevención y Atención de Desastres, que impulsó la atención de riesgos en ese país. De ahí nace el sistema general de gestión de riesgo, que es el más fuerte de la región. De hecho, ha generado una escuela de pensamiento que incide a escala mundial.

¿Qué impacto hubo?

En Colombia es fuerte políticamente. Luego de la erupción viene la presidencia de Virgilio Barco, quien puso al lado de su oficina la de gestión de desastres y le dio un enorme peso político. En toda Colombia empieza a generar un sistema descentralizado y subsidiario, donde la responsabilidad de la gestión de desastres recae sobre el nivel local, vigilado por las autoridades nacionales y regionales. Desde lo político, los candidatos a alcaldes de Colombia basan sus plataformas políticas sobre eso y ganan elecciones. Un ejemplo, el alcalde de Tumaco gana porque dice que va a trabajar sobre los tsunamis, no promete aceras ni bordillos. Así se llega el cambio importante de concepto.

¿Aprendió Ecuador?

En realidad con la Defensa Civil nunca se aprendió. Con el gobierno actual, la Secretaría de Gestión de Riesgos tiene los conceptos claros.

¿Recién aprendemos?

Sí. 20 años después de lo que ha hecho Colombia, Centroamérica, Chile y Perú. En la parte científica decidimos que podíamos hacer lo posible para evitar otra tragedia como Armero. Nosotros como Geofísico, que habíamos nacido dos años antes, logramos traer proyectos para desarrollar la red de vigilancia de volcanes y hacer mapas de peligro.