Un tipejo marginal, José Enrique Abuín, un hampón de poca monta y menos luces, ha confesado ser el asesino de Diana Quer, la chica desaparecida hace más de un año en Galicia. Un crimen vulgar, una de esas trágicas excepciones que llegan a los papeles precisamente por serlo, la triste materia de la que está hecha la sección de Sucesos.

Diana Quer
© LVEDiana Quer (derecha) y su asesino Enrique Abuín Gey (izquierda).
Hay una Ley de Violencia de Género que ha pulverizado fundamentos jurídicos tan importantes como la presunción de inocencia o la igualdad de los sexos, ley a la que recientemente han dedicado nuevas y más que sustanciosas partidas presupuestarias. Pero las mujeres siguen muriendo a manos de los hombres con los que viven o han vivido en cifras similares.

Hay, sobre todo, una demonización del varón y una fe absurda y ciega en la educación y propaganda masiva, como si el ser humano fuera un androide que solo necesita la programación correcta. Curiosamente, estos que creen en la 'educación' como determinismo mecanicista, como medio para lograr infaliblemente el resultado apetecido, suelen ser los mismos a los que no se les cae la palabra 'libertad' de la boca.

Es demencialmente absurdo. El asesino de Diana no ignoraba que matar estuviera mal, o asaltar mujeres. Tampoco lo hizo por una ideología -o falta de ideología-, o porque, siendo varón, estuviera de algún modo programado irremediablemente para hacerlo.

El sospechoso acabó siendo detenido y confesando después de que volviera a intentarlo con otra chica a la que amenazó con un cuchillo de cocina y, ¿saben qué?, la chica se salvó porque unos jóvenes lo vieron y corrieron a auxiliarla. Pero, de algún modo, para el consenso mediático el asaltante es representativo de su sexo y sus rescatadores, no.

No vamos a abolir el mal por decreto, viejo sueño de la Ilustración, pero hay medios para contenerlo. Desgraciadamente, se prefiere usar estos casos para avanzar una ideología enloquecida antes que para ponerles remedios eficaces.

La idea extendida por políticos y pensadores mediáticos es que la masculinidad es tóxica y la manera de aguar ese veneno consiste en feminizar a los hombres, es decir, hacerlos más parecidos a nosotras, que somos impecables ángeles de virtud.

Titular El País feminismo
© Captura de pantallaTitular de ‘El País’ en el que se criminaliza a los hombres por el hecho de serlo.
Hemos convenido en que todos los hombres matan por 'machismo', incluso se trata el aserto como si fuera una tautología, evidente en sí mismo. Como si no hubiese mil motivos por los que alguien puede llegar a matar a otro u otra. En el diario El País aparece un titular según el cual entre 25 y 30 varones están en este momento pensando en matar a su pareja.

Quitando que eso no parece suficiente para criminalizar a un sexo en un país de 48 millones, sospecho que la cifra es muy superior. Y me atrevería a decir que es mucho mayor aún la de quienes piensan en matar a su jefe o atracar un banco.

He tenido que leer en redes las sandeces más indignantes y las generalizaciones más aberrantes. Coincidimos en que, pese a que todos los ataques terroristas masivos en Europa en los últimos años han sido cometidos al grito de "¡Alá es grande!", sería una injusticia monstruosa criminalizar a todos los musulmanes. Pero, de algún modo, esta norma de equidad elemental no se aplica a todo un sexo, a la mitad de la humanidad.

Ha salido un político extremeño, el socialista Guillermo Fernández Vara, con un mensaje en el que dice que "a las mujeres las matan, a las mujeres las matamos los hombres por haber nacido mujeres".

Si el señor Fernández Vara quiere confesar algo, que lo haga en la Comisaría, pero que no ensucie el buen nombre de mi marido y de mis hijos. Este demagogo de tres al cuarto no soñaría con generalizar igual ante un atentado yihadista ni hasta arriba de vino peleón.

Si el brutal condicionamiento al que quiere someter a los varones esta gentuza que nos gobierna tiene éxito -y, naturalmente, efecto no puede dejar de tener-, no van a desaparecer los Abuín, porque no hay sistema perfecto. Sí, en cambio, es probable que cada vez haya menos jóvenes dispuestos y preparados para defender a una mujer en peligro.

Al fanático no le importan las personas y el caso de Diana Quer es doblemente sangrante por ello. Es solo un caso, alimento para su enfermiza campaña de misandria.