Traducido por el equipo de SOTT.net

La palabra resiliencia puede resultar desconcertante. ¿Significa mantener la calma ante el estrés? ¿Recuperarse rápidamente? ¿Crecer a partir de la adversidad? ¿Es la resiliencia una actitud, un rasgo del carácter o una habilidad? ¿Y las percepciones erróneas sobre la resiliencia pueden perjudicar a las personas en lugar de ayudarlas?
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© mihtiander/iStock via Getty Images PlusAl igual que se adquieren las habilidades necesarias para escalar una montaña o realizar otra tarea física, la resiliencia puede aprenderse con el tiempo, sostiene una experta.
Para resumirlo en una frase: La resiliencia es la capacidad de gestionar el estrés de manera eficaz. No es una cualidad o atributo estático con el que se nace, ni una elección de actitud. Por el contrario, es un conjunto de habilidades que pueden desarrollarse repitiendo comportamientos específicos. Como psicóloga clínica, investigadora y educadora especializada en entrenar a las personas para afrontar el estrés de forma más eficaz, sé que la resiliencia puede desarrollarse.

Pero, al igual que ocurre con la forma física, no se consiguen abdominales más fuertes sólo con desearlos. Hay que repetir ejercicios específicos que fortalezcan los abdominales; no basta con la intención.

Cultivar la resiliencia es muy parecido. Al igual que la forma física, la resiliencia no es una cualidad única, sino más bien muchos ingredientes que contribuyen de forma diferente a una serie de puntos fuertes y situaciones. Por ejemplo, una persona puede manejar bastante bien los problemas de pareja, pero ser incapaz de hacer frente al estrés de un atasco de tráfico.

Algunos componentes básicos de la resiliencia son factores que escapan en gran medida al control de uno mismo, como tener mayores ingresos y educación y contar con entornos propicios. Otros son cosas que se pueden hacer en la vida diaria, como el ejercicio, las aficiones y actividades, y dormir lo suficiente. Otras facetas pueden tardar más tiempo en desarrollarse, como alimentar relaciones de apoyo, desarrollar habilidades para tolerar la angustia y regular las emociones, meditar, incorporar la espiritualidad o la religión y practicar menos la autocrítica y más la autocompasión.

La resiliencia puede cultivarse

Las connotaciones confusas sobre la resiliencia impregnan no sólo la literatura científica y los enfoques de salud mental, sino también la cultura popular. La idea de que las experiencias difíciles convierten a alguien en resiliente es incorrecta, o al menos incompleta.

Durante el primer año de la pandemia de COVID-19, oí a la gente afirmar que "los niños son resilientes". Sin embargo, una de las mayores investigaciones sobre experiencias difíciles en la infancia, el estudio Adverse Childhood Experiences (Experiencias adversas en la infancia), realizado en la década de 1990 en Kaiser Permanente con más de 17.000 adultos, estableció que los factores estresantes acumulados experimentados en la infancia perjudican la salud mental y física. También descubrió que un mayor estrés predice peores resultados.

¿Qué ayudó realmente a las personas a ser más resilientes durante la pandemia de COVID-19?

Los estudios demuestran que los mismos elementos básicos mencionados anteriormente ayudaron a las personas a superar la pandemia con mayor bienestar. Muchos de estos mismos elementos básicos también mejoran los resultados de las personas tras otras experiencias estresantes, como el desempleo, el cáncer, el divorcio y la exposición a la violencia.

Todo esto indica que la resiliencia puede florecer mediante la incorporación de comportamientos específicos y la creación de entornos saludables. La gente suele pensar que lo mejor es permanecer relativamente indiferente al estrés, es decir, "superarlo" rápidamente. En muchos casos, puede ser así. Si se olvida de una reunión importante, por ejemplo, una respuesta del tipo "¡Oh, no! tengo que disculparme enseguida y volver a programarla" es probablemente más saludable que pegar un puñetazo a la pared o llegar a la conclusión de que uno es una persona terrible.

Pero, ¿y si una relación se acaba? ¿Siempre es mejor superarlo rápidamente, o podría un proceso de reflexión y curación más largo conducir a un aprendizaje y un crecimiento más profundos? Lo que parece resiliencia podría ser, en cambio, reprimir, adormecer u ocultar sentimientos. Estas tendencias están relacionadas con una peor salud mental.

Por eso, el concepto de resiliencia es algo matizado; algunas personas que parecen resilientes sólo están encubriendo o afrontando de forma poco saludable -como consumir alcohol para hacer frente a sentimientos difíciles-.

A veces los sentimientos o experiencias dolorosos contribuyen al desarrollo personal. El crecimiento postraumático se refiere a los cambios positivos que algunas personas manifiestan haber experimentado después de un trauma, especialmente cuando incorporan algunos de los "componentes básicos" de la resiliencia enumerados anteriormente. Esto incluye mejores relaciones, una mayor apreciación de la vida y una mayor comprensión espiritual o filosófica. En lugar de esperar sentirse siempre bien o recuperarse rápidamente, en algunas situaciones puede ser sensato permitirse experimentar sentimientos profundamente desafiantes y el crecimiento personal que puede resultar de ello.

La resiliencia no siempre es la respuesta

La resiliencia es algo más complejo que ser fuerte mentalmente o no dejar que las cosas nos afecten. Presionarse para parecer estar bien cuando no lo estamos -lo que también se conoce como perfección emocional- puede empeorar las cosas e impedir que busquemos ayuda. A veces, cambiar los entornos estresantes, como un trabajo o una situación vital, en lugar de simplemente adaptarse a ellos, es una opción más saludable.

Puede leer el artículo completo aquí (en inglés), pero tenga cuidado: se pone woke.