Traducido por el equipo de SOTT.net

Yuval Hariri, portavoz de Klaus Schwab, hizo recientemente una declaración que debería producir escalofríos a todo el mundo. Harari dijo: "Si las cosas van mal y llega el Diluvio", él y la camarilla de oscuros amos del mundo "construirán un Arca y dejarán que el resto se ahogue".
Psychos!
© Rumble.comKlaus Schwab (izq.) y Yuval Hariri (der.)
En otro lugar, Harari explica las razones de la fría indiferencia de sus compañeros elitistas hacia el destino de la gran mayoría de los habitantes de la Tierra:

"Si nos remontamos a mediados del siglo XX... y pensamos en construir el futuro, entonces los materiales de construcción son esos millones de personas que trabajan duro en las fábricas, en las granjas, los soldados. Los necesitas. Sin ellos no hay futuro".

Lo que quiere decir es que ustedes -refiriéndose a las élites sociales y financieras dominantes de aquella época- seguían "necesitando" el trabajo de millones de personas en los diversos campos del quehacer económico para obtener beneficios. Desde entonces, ¿cómo han cambiado las cosas según el "futurólogo" Harari?

"Ahora, avancemos rápido hasta principios del siglo XXI, cuando ya no necesitemos a la inmensa mayoría de la población, porque el futuro pasa por desarrollar tecnología cada vez más sofisticada, como la inteligencia artificial [y] la bioingeniería, la mayoría de la gente no aporta nada a eso, salvo quizá sus datos, y las personas que todavía estén haciendo algo útil, estas tecnologías las harán cada vez más redundantes y permitirán reemplazar a esas personas."

El portavoz elitista Harari merece crédito por su honestidad que hiela la sangre, aunque no por la moralidad de sus "visiones" y las de sus amos. Está señalando claramente la opinión de que este escritor, los editores de este portal, sus lectores y el resto de la humanidad son prescindibles y, aparte de cualquier utilidad económica que todavía puedan poseer, están desprovistos de cualquier dignidad o valor inherente.

Harari y su superior inmediato en la nomenclatura elitista, Klaus Schwab, son técnicamente particulares. Su vehículo organizativo, el Foro Económico Mundial, es una ONG privada registrada en Suiza. Formalmente, no representan ni hablan en nombre de ningún gobierno o estructura oficial con legitimidad. No tienen licencia para planificar u organizar el futuro de la humanidad, aparte de la autoautorización para hacerlo que ellos mismos y los centros de poder globalistas oligárquicos con los que comulgan y se mezclan se han arrogado. Nadie les eligió ni les autorizó a planificar el futuro de nadie, salvo el suyo propio, e incluso eso estrictamente a título privado.

Sin embargo, disponer del futuro de la humanidad es precisamente lo que presumen hacer, en Davos en sesión plenaria una vez al año y el resto del tiempo en confabulación conspirativa entre ellos.

La naturaleza de la "planificación" a la que se dedican debería interesar profundamente y preocupar gravemente a todo el mundo. No sólo por la arrogancia desenfrenada que demuestra, sino más concretamente por el designio homicida que subyace, a una escala vasta y hasta ahora inimaginable que Raphael Lemkin era incapaz de concebir cuando acuñó el término "genocidio".

Cuando se produzca el predicho "tsunami" que ahogará a la humanidad, y podemos estar seguros de que Harari y sus secuaces tienen la capacidad de hacer que ocurra en el momento y de la manera que ellos elijan, como ha demostrado el reciente suceso sanitario fabricado, no llorarán a las víctimas. Al contrario, estarán encantados con el éxito de su obra. Mientras el grueso de la humanidad "se ahoga", ellos se regodearán.

Es indiscutible que Harari no sólo habla en su nombre o en el de Schwab. Está articulando públicamente la visión ideológica de una Tierra despoblada, limpia de presencia humana y teñida de misantropía ocultista. Esa visión es ampliamente compartida por las luminarias de su elitista grupo. Uno de los miembros más destacados de ese grupo, Bill Gates, ha estado insistiendo en la necesidad de deshacerse de las multitudes inútiles por cualquier medio, justo o sucio. Una de las elocuciones alarmantemente explícitas de Gates sobre este tema fue eliminada por YouTube, supuestamente por "violar las normas de la comunidad". La verdadera razón para expurgar sus comentarios de Internet fue el peligro de que pudieran dar la voz de alarma entre las "víctimas de la inundación", provocándolas a reaccionar con una rabia incontrolable una vez descubrieran lo que los "visionarios" elitistas tienen reservado para ellas.

Estos psicópatas asesinos en serie (no deberíamos andarnos con rodeos), utilizando sus vastos recursos financieros, políticos y mediáticos (lavado de cerebro), están poniendo en práctica inexorablemente una agenda homicida de despoblación global. La despoblación, como Harari ha admitido honestamente, significa eliminar físicamente a tantos seres humanos como consideren superfluos o inútiles para sus fines. El concepto de control de la población, para no andarnos con rodeos, es su código para el genocidio global.

El Club de Roma, uno de los componentes institucionales de la red de despoblación, en un documento programático publicado en 1974, no podría haber expresado con más crudeza el principio fundamental de su filosofía genocida: "La Tierra tiene cáncer y el cáncer es el Hombre". ¿Es necesario aclarar que los cánceres no se alimentan ni se cultivan? Los cánceres hay que extirparlos.

F. William Engdahl ha arrojado recientemente una luz extraordinaria sobre las profundas raíces del nefasto plan, discutido e implementado abiertamente por sus malévolos promotores a la vista de las víctimas previstas. Engdahl ha demostrado que pervertidos como Schwab y Harari no son sino las caras públicas de un malévolo plan transgeneracional.

Engdahl cita un informe publicado por el Club de Roma, "La primera revolución global". Allí se admite que las afirmaciones sobre el calentamiento global por CO2, que sirven de conveniente justificación para imponer por la fuerza a la humanidad un sinfín de cambios estructurales destructivos, no son más que un ardid inventado.

Porque "...el enemigo común de la humanidad es el hombre. En la búsqueda de un nuevo enemigo que nos uniera, se nos ocurrió que la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, el hambre y otros peligros similares encajarían a la perfección. Todos estos peligros están causados por la intervención humana, y sólo pueden superarse mediante un cambio de actitudes y comportamientos. El verdadero enemigo es, pues, la propia humanidad".

"La agenda", concluye sombríamente Engdahl, "es oscura, distópica y está destinada a eliminar a miles de millones de nosotros, 'humanos corrientes'".

Hay que hacer una aclaración importante. La humanidad no es el enemigo, sino que, por el contrario, es la corona de la creación de Dios. Y es la propia humanidad la que se enfrenta ahora a un enemigo implacable, en este caso una encarnación colectiva de la característica definitoria que Edward Gibbon atribuyó a los depravados emperadores Cómodo y Caracalla: "enemigo común de la humanidad".

Esta vez, sin embargo, la humanidad ya no se enfrenta a las perversas excentricidades de un desviado individual. Hoy debe enfrentarse a la personificación colectiva de Cómodo y Caracalla, en forma de una depravada oligarquía mundial, imbuida de peligrosos delirios de omnipotencia e impunidad.

¿Por qué hemos decidido detenernos en este oscuro tema?En primer lugar, porque las pretendidas víctimas del genocidio en todo el mundo tienen derecho a estar informadas y, naturalmente, también tienen derecho a la autodefensa, para preservar su propia vida y la de sus familias, así como para garantizar la integridad de sus sociedades, culturas, memoria histórica y modo de vida.

Pero también hay otra razón importante, desenmascarar el cinismo y la amoralidad absoluta de los fanáticos genocidas que siguen dirigiendo el destino de una parte considerable de la humanidad y ejercen sus energías continuamente para recuperar el control total sobre el resto.

Actuando a través de sus apoderados Alemania y Ruanda, a los que recientemente se han unido Francia y algunos otros gobiernos títeres, tuvieron la desfachatez de presentar en la Asamblea General de las Naciones Unidas una resolución para condenar y conmemorar el "genocidio" fabricado en Srebrenica, censurando por genocidio a una nación que a lo largo del siglo XX ha sido ella misma objetivo de una extinción efectiva.

Ese es el crimen que ellos mismos están conspirando descaradamente para cometer, no en algún remoto municipio de los Balcanes, sino contra toda la humanidad.