Para lograr una vida rica en emociones positivas, es necesario el fomento consciente de estas emociones. Sea cual sea nuestra forma particular de fomentar las emociones positivas, lo importante es recrear conscientemente estados de renovación para poder enfrentarnos sanamente a los retos estresantes de la vida diaria, sin perder progresivamente nuestra capacidad para sentirnos bien y tener emociones positivas.
Para ello existe una condición básica que es el autoconocimiento. Éste es la piedra de toque del manejo positivo de las emociones. A pesar de su importancia, debido a un enfoque educativo trasnochado, crecemos con un profundo desconocimiento de nuestra naturaleza emocional. Aprender a guiarse por el mundo emocional —es decir, desarrollar una mayor inteligencia emocional— es el primer paso para un mayor control y disfrute de la vida.
Conocernos a nosotros mismos es esencial para poder dotarnos de aquellas experiencias que nos hacen sentirnos plenos y felices en determinados momentos. Cuando realmente sabemos qué es lo que nos gusta y lo que nos hace disfrutar, es cuando más probabilidades tenemos de poder ofrecernos sensaciones como la del estado de flujo.
Este concepto fue acuñado por Mihály Csíkszentmihályi, profesor de psicología en la Universidad de Claremont (California), jefe del departamento de psicología en la Universidad de Chicago y del departamento de sociología y antropología en la Universidad Lake Forest. Este autor describió el estado de flujo como el estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta. Se caracteriza por una sensación de enfocar la energía, de total implicación con la tarea, de pérdida de la noción del tiempo y de cualquier estímulo externo, y de éxito en la realización de la actividad. Esta emoción se experimenta mientras la actividad está en curso. Es una vivencia intensa, pero controlable y no dolorosa ―todo lo contrario―.
Este autor reparó en que tradicionalmente, la psicología se ha visto más atraída por las patologías y en aquello que afectaba a la condición humana. Pero debido a una serie de vivencias muy duras durante su infancia, tuvo la necesidad de preguntarse sobre algo más que no fuesen trastornos, sufrimiento y dolor. No obstante se encontró con una carencia en cuanto la posibilidad de designar ese estado o emoción que todos hemos experimentado en alguna situación y en cual percibimos una sensación de plenitud.
Csíkszentmihályi realizó una serie de estudios con artistas, para comprobar como era su conducta durante el proceso creativo, durante el cual se hallaban totalmente enfocados y absorbidos por su trabajo. Fue entonces cuando pudo comprobar que estas personas vivían al máximo sus potencialidades durante estos periodos de tiempo.
Intrigado por la posibilidad de poder vivir estos estados de entrega absoluta, este autor se preguntó de qué otro modo se podía experimentar. Y fue a través de diferentes investigaciones cuando comprobó que otros individuos cuyo trabajo no estaba relacionado con el arte, también eran capaces de experimentar este estado cuando realizaban determinadas actividades o aficiones como la escalada, el ajedrez, el baile, la composición musical, el juego en los niños o las prácticas deportivas. Y lo más revelador e interesante de estos estudios, fue que estos individuos realizaban estas prácticas por el mero hecho de disfrutarlas y experimentarlas. La mayoría de ellos no tenía establecidos unos objetivos relacionados con la mejora del rendimiento o el beneficio económico; únicamente lo hacían por la satisfacción que les generaba la actividad en sí.
Csikszentmihalyi enumera los siguientes componentes de la experiencia del estado de flujo, aunque no es necesario que se den todos:
- Tener metas claras. Las expectativas y las reglas han de ser nítidas y las metas deben ser realistas de acuerdo con nuestras capacidades y habilidades.
- Una concentración intensa en un campo de atención limitado. La persona podrá así concentrar profundamente toda su atención y energías.
- La pérdida de la autoconsciencia, al «fundirse» la acción y la consciencia.
- Un sentido del tiempo distorsionado —la experiencia subjetiva del tiempo se altera—.
- Una retroalimentación directa e inmediata ―los éxitos y los fracasos durante el curso de la actividad son evidentes, y el comportamiento se ajusta a medida que ocurren―.
- Mantener el equilibrio entre la habilidad y el reto. La actividad no debe resultarnos ni demasiado fácil ni demasiado difícil.
- El sentido de controlar personalmente la situación o la actividad.
- La actividad es intrínsecamente gratificante, por lo que la acción para realizarla es fluida.
- Cuando las personas están en el estado de flujo, la acción se lleva a cabo sin esfuerzo y nuestro foco de consciencia se reduce únicamente a la actividad.
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