(El Congo) - Es el más activo del mundo y mantiene en alerta a los mejores vulcanólogos del mundo. Su lago de lava, de 200 metros de diámetro, asusta a la ciudad de Goma a la vez que se convierte en el mejor reclamo turístico para una región harta de la guerra.
Un avión atrapado en roca volcánica, en el aeropuerto de Goma, frente al volcán Nyiragongo
© Alberto RojasUn avión atrapado en roca volcánica, en el aeropuerto de Goma, frente al volcán Nyiragongo
En una imagen poco tranquilizadora, cuatro aviones atrapados por la roca volcánica reciben al final de pista al recién llegado. Estamos en el aeropuerto de Goma, capital de la región minera de Kivu Norte, en el Congo. El aterrizaje se produce a pocos metros del lago Kivu y a unos 10 kilómetros del siempre encendido Nyiragongo, de 3.470 metros de altura, el gran volcán que gobierna con su chimenea humeante sobre el resto de volcanes y montañas del parque nacional de Virunga, el más antiguo de África y uno de los lugares más bellos y amenazados del planeta.

Por las noches, desde los bares de la ciudad, una de las más animadas de África (también de las más peligrosas) puede verse el halo rojo que sale de su amenazadora vasija como un recordatorio sombrío: es el volcán más activo del mundo. Los políticos locales se han acostumbrado a su presencia e incluso permiten la construcción de 64 gasolineras, una detrás de otra, a unos metros de distancia en la avenida más importante de una población que ha sido repetidamente arrasada por el volcán.

En 1977, la lava rompió las paredes del volcán y llegó a 100 kilómetros de distancia, matando a 50 personas. En 2002, la lava llegó hasta su corazón comercial, destruyó 14.000 viviendas y obligó a huir a 350.000 personas, matando a 100 personas y dejando calles inutilizadas para el tráfico que aún no han sido despejadas de roca solidificada. En 2010 volvió a dar otro aviso, esta vez dejando 54 muertos. Hoy, miles de personas viven tranquilas sobre los antiguos ríos de lava, convertidos en cortantes piedras negras sobre las que resulta difícil caminar y con las que la gente construye viviendas. En los últimos 150 años ha registrado más de 50 erupciones.

Desde hace años un grupo de volcanólogos vigila el lago de lava ardiente del interior del volcán, de 200 metros de diámetro, para comprobar cómo respira, sobrevolando con helicópteros de la ONU.

Según los científicos, la erupción del año 2002 desplazó la fisura subterránea del volcán más cerca de la ciudad de Goma, de 800.000 habitantes, lo que significa que la próxima erupción podría ocurrir directamente bajo sus calles. Si la erupción alterara el lecho del lago Kivu y liberara dióxido de carbono y gases de metano, amenazaría a los más de dos millones de personas que viven alrededor del lago.

Pero la amenaza que representa no opaca las enormes posibilidades turísticas que ofrece. El volcán forma parte de un ecosistema único y es visitable. Por unos 230 dólares, uno puede vivir la experiencia de ascender hasta su cima y contemplar el lago de lava a sus 3.400 metros. El camino se hace en compañía de un grupo de rangers del parque nacional e incluye porteadores para acarrear las mochilas hacia las tiendas en las que se hace noche justo antes de llegar a la vasija.

La travesía está prevista con cinco paradas de 15 minutos para descansar. En la base, el paisaje es boscoso. Cuando se asciende se transforma en un horizonte negro y polvoriento, donde comienza a hacer mucho frío y el porcentaje de subida aumenta. Son de cuatro a seis horas de caminata y otras cuatro de descenso, con una noche de descanso en el campamento elevado.

Durante años la República Democrática del Congo ha intentado colocar en el mercado turístico su impresionante parque nacional de Virunga sin demasiado éxito, a pesar de contar con el mayor número de gorilas de montaña del mundo por delante de Ruanda y Uganda. Esta especie en peligro de extinción sobrevive en esa triple frontera y sólo un grupo de privilegiados puede verlos cada día en su hábitat natural, siempre acompañados de guías especializados y escolta. El problema de Uganda y Ruanda es el precio por pasar hora y media con una familia de gorilas. En cambio, en el Congo, resulta mucho más asequible. ¿Por qué? Es sencillo: el este del Congo es una de las zonas más calientes del mundo.

Goma, la ciudad bajo el volcán, es la capital de los llamados minerales de sangre, o sea, aquel mineral tecnológico que resulta rentable por la presencia de la guerra. Hasta 30 grupos armados se disputan las minas de las regiones de Kivu Sur y Kivu Norte, las dos que baña el lago del mismo nombre. Coltán, oro, casiterita, manganeso y cobalto brotan de esta tierra a escasos metros de la superficie. El estado congoleño, que se encuentra a 1.600 kilómetros de distancia, en la populosa Kinshasa, no puede controlar toda esta zona, en manos de señores de la guerra y fruto de rebeliones cíclicas de milicias armadas de corte tutsi, como el Congreso Nacional de Defensa del Pueblo (CNDP) o el M23, cuyas ofensivas consiguieron tomar la ciudad al ejército congoleño y a los cascos azules de la ONU, cuya presencia es masiva en toda la zona y de unos 3.000 sólo en la ciudad.

Durante el año 2010 el acceso al volcán estuvo cerrado por la presencia de milicianos del FDLR, los antiguos genocidas ruandeses que se escondieron en el Congo y aprovechaban sus laderas como base para saquear las aldeas cercanas. También tuvo que cerrar en la primavera del pasado año por el secuestro de dos turistas británicos y el asesinato de uno de los guardias forestales. La vida de estos valientes está comprometida en cada una de sus misiones no sólo contra cazadores furtivos, sino de otras milicias armadas. El propio director del parque, el antropólogo Emmanuel Demerode, príncipe de la nobleza belga, recibió varios tiros en el pecho y el abdomen, pero consiguió sobrevivir y hoy sigue al frente del amenazado Virunga, cuyo subsuelo lleno de petróleo despierta un interés indisimulado por parte de determinadas compañías.

Mientras, el volcán sigue rugiendo cada noche para los pocos que se atreven a escalarlo.