Traducido por el equipo de Sott.net en español

Lo que la historia registrará como el gran golpe de Estado por COVID de 2020 se basa en las mentiras y el miedo fabricados por la clase dirigente de Estados Unidos, dirigido por el Partido Demócrata y ayudado por la complacencia de la mayoría de los políticos republicanos
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En marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU. (CDC) presentaron el coronavirus al mundo occidental como un peligro equivalente a una plaga. Pero la experiencia de China, que su gobierno ofuscó, ya había demostrado que el COVID-19 era mucho menos parecido a una plaga y más parecido a la gripe. Todo lo que ha sucedido desde entonces ha sido consecuencia de la falsificación de esta verdad básica.

A los estadounidenses se les hizo creer que el virus era inusualmente contagioso, y que mataría a una de cada 20 personas que infectara; una tasa de infección/fatalidad del 5 por ciento (TIF). Hoy en día, todavía carecemos de un conocimiento definitivo y directo de la verdadera letalidad de COVID-19. La ausencia de ese conocimiento permite a los burócratas continuar con el alarmismo.

En mayo, una serie de estudios realizados en los Estados Unidos y en todo el mundo que mostraban que la gran mayoría de los casos de COVID causaban síntomas leves o ninguno, y que mostraban que la TIF era igual o inferior a la de la mayoría de las gripes, obligaron al CDC a concluir que la tasa de letalidad, lejos de ser del 5%, era del 0,26%, el doble que la de una gripe típica. En lugar de enmendar sus recomendaciones frente a esta realidad, el CDC y el gobierno de EE.UU. trataron de ocultarlo manipulando la definición y el número de "casos" de COVID.

Los funcionarios federales definieron los "casos" como personas lo suficientemente enfermas como para ser hospitalizadas que también dieron positivo para el virus - esto representó la "curva" que se nos instó a sacrificar tanto por "aplanar", a fin de que una ola de hospitalizaciones no abrumara nuestro sistema de atención médica. Esa ola nunca llegó. Los CDC y los federales comenzaron a etiquetar las meras infecciones como "casos" y dejaron de informar sobre los "casos" junto con el número de muertes. Lo hicieron para asustar al público desatento sobre el "aumento de los casos de COVID". También inflaron el número de muertes atribuidas al COVID al incluir enfermedades como la neumonía y la gripe y otras en las cifras de mortalidad.

En realidad, los que murieron con o de COVID-19 casi siempre también sufrían de otras enfermedades, como la diabetes de tipo 2, la presión arterial alta y los pulmones en mal estado, además de ser ancianos y enfermos. El efecto de COVID-19 en las personas sanas ordinarias es considerablemente más leve que el de las enfermedades respiratorias ordinarias.

El COVID-19 no es la plaga de Estados Unidos. Nunca hubo la más mínima evidencia de que el virus pudiera resultar en muertes masivas; todas las pruebas apuntaban en la dirección opuesta. En su lugar, la clase dirigente aprovechó esta oportunidad para chantajear al público en general para que cumpliera sus programas. Su afirmación de hablar en nombre de la "ciencia" es un intento de evitar que se les haga responsable del enorme daño que están haciendo. Siguen haciéndolo porque quieren aferrarse al poder que el pánico les ha traído.

En resumen, los cierres y cuarentenas han sido infligidos y perpetuados por personas que se preocupan más por la subyugación de usted que por su salud. Quieren arruinar la economía de los Estados Unidos y aumentar las posibilidades de victoria del Partido Demócrata en las elecciones de 2020. Y podrían tener éxito.

Las elecciones de 2016 plantearon la posibilidad de que los enormes poderes de la presidencia se utilicen para desmantelar la red de prestigio y privilegios de la clase dominante. En respuesta, las élites lanzaron lo que ha venido a ser una "prensa de corte completo" contra la administración Trump, tratando todo y cualquier cosa acerca de la administración como ilegítima. A pesar de sus mejores esfuerzos, la economía de EE.UU. se disparó. Los índices de aprobación de Trump subieron. Al inicio del 2020 y ante la posibilidad de reelección de Trump, la izquierda política y sus aliados se aferraron a cualquier forma de dañarlo.

El COVID-19 fue la oportunidad perfecta para producir, alimentar y mantener el miedo en la búsqueda del poder. En resumen, la clase dirigente usó el coronavirus para colapsar la vida estadounidense. Estamos viviendo un golpe de Estado basado en la más antigua de las estratagemas: declarar emergencias, suspender la ley y los derechos, y emitir reglas de comportamiento arbitrarias para excusar la toma de "poderes plenos".

La verdad y la claridad sobre el golpe COVID 2020 son necesarias para que los Estados Unidos superen sus efectos. Los estadounidenses están ansiosos por saber la verdad sobre lo que pasó y lo que sigue pasando. Las mentiras en las que se ha basado esta estafa son tan sustancialmente frágiles, y los recursos para establecer la verdad tan abundantes, que unos pocos líderes valientes en lugares clave podrían ser suficientes.

Por ejemplo, nada impide que el Senado funcione como una comisión de la verdad en relación al golpe de COVID. Dado que la estafa del virus se basa en mentiras y tergiversaciones de personas de considerable poder y prestigio, el interrogatorio de expertos bajo juramento ante las cámaras de televisión puede permitir a los estadounidenses juzgar por sí mismos por qué los "expertos médicos" estigmatizaron a los que iban a la playa y a la iglesia, sin oponerse, más tarde, a que el número de estadounidenses que se amotinaron en las calles fuera aún mayor.

Los gobernadores de los estados, también, pueden proporcionar un liderazgo práctico para motivar, guiar y legitimar la vida independiente de nuestra clase dirigente disfuncional. Varios estados de EE.UU. nunca se cerraron, mientras que otros redujeron las actividades mucho menos que los de California y Nueva York. Al igual que el gobierno de Suecia, los funcionarios de estos estados no creían que el COVID-19 fuera una epidemia y vieron la responsabilidad individual como la garantía más segura de seguridad para todos. De hecho, el público se beneficiaría al ver que los gobernadores de estos estados defienden sus perspectivas ampliamente diferentes sobre la pandemia de COVID, así como los resultados de sus políticas y decisiones.

Un cálculo honesto, si podemos conseguirlo, revelará que la experiencia del COVID-19 en Estados Unidos sólo ha sido tangencialmente sobre la salud. Ha sido, predominantemente, una campaña política basada en la pretensión de la salud pero dedicada al mantenimiento del control de la élite, y ha hecho mucho más daño y causado más miseria que el propio coronavirus.
Angelo Codevilla es un Miembro Senior del Instituto Claremont y profesor emérito de Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston. Una versión de este ensayo apareció por primera vez en The American Mind.