En Gualeguaychú ya nadie toma agua de la canilla. Muchos también dejaron de bañarse en el río. Una mujer reconoce que siente miedo hasta de respirar. Ninguno que conozca su historia se atrevería a decir que está exagerando.
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"Anto era una nena sana -empieza Natalia Bazán-, andaba en bicicleta, iba a pescar. Pero un día me la arrancaron, comenzó un infierno y ahora la tengo adentro de una urna en mi dormitorio. No le deseo a nadie ver a un hijo morirse así."
Antonella González tenía la vida que quería tener a los nueve años. Mamá, papá, cuatro hermanos y la playa de Ñandubaysal cerca de casa. La alegría sólo se interrumpía cuando los neumonólogos insistían en el uso del puff. "Algunos decían que tenía asma y otros, una alergia bronquial, pero Anto solamente había tenido una crisis respiratoria a los cinco años. Lo único que hacía el puff era generarle muchas palpitaciones."
El año pasado Antonella viajó a Santa Fe para pasar las vacaciones de invierno con su tía, que aprovechó para incorporar una nueva opinión. El médico que revisó a Antonella no necesitó hacerle ningún análisis para descubrir que el problema era otro.
"Con sólo tocarla se dio cuenta de que tenía el bazo inflamado y que debía internarla de inmediato porque podía ser leucemia", recuerda Natalia.
Antonella volvió a Entre Ríos y un médico privado confirmó el diagnóstico. "La tuve que llevar a un consultorio porque en el hospital de Gualeguaychú no hay niños con cáncer, no hay una lista de chicos que hayan sido diagnosticados alguna vez y tampoco hay oncopediatras. El médico me dijo 'hasta acá llegué' y me aconsejó que la llevara a Buenos Aires."
La mañana del 28 de julio de 2016, Antonella ingresó al Hospital Garrahan. Le pincharon un dedo y a las pocas horas la dejaron internada. "Una vez que nos acomodamos -cuenta Natalia-
una de las enfermeras me preguntó qué pasaba en Entre Ríos, porque la mayoría de los chicos con cáncer que eran atendidos en el hospital venían de ahí."
Lo que pasa en Entre Ríos es el glifosato. Una investigación publicada por la revista internacional
Environmental Pollution y realizada por científicos del Conicet reveló que
el herbicida volcado en los campos argentinos por el agronegocio no se degrada -por lo tanto, se acumula- y que la concentración de glifosato constatada en Entre Ríos -con epicentro en la localidad de Urdinarrain, dentro del departamento de Gualeguaychú- se encuentra
entre las más altas a nivel mundial.
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