Estados Unidos debería dejar de lado sus diferencias con Rusia para formar una coalición antiterrorista y terminar con el Estado Islámico en Irak y en Siria, sostienen Gordon Adams y Stephen M. Walt en una columna de opinión publicada este martes por el diario The New York Times.
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© EricAllieEE.UU. está haciendo el ridículo; la iniciativa rusa está poniendo en evidencia su arrogancia y codicia
"Por más que muchos estadounidenses y europeos puedan rechazar lo que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, hizo en Crimea y en Ucrania, la intervención de Moscú en Siria puede ofrecer el primer rayo de esperanza para terminar con el atolladero que allí se ha formado", afirman.


Comentario: Primero, "lo que el presidente de Rusia hizo" es un eufemismo engañoso. El presidente Ruso no "hizo" nada malo. El pueblo de Crimea voluntariamente y por abrumadora mayoría decidió unirse a la Federación Rusa. Son profundos vínculos orgánicos los que unen a Crimea y Rusia. Esta comunión entre estos pueblos se vio ratificada por los números en el referendum convocado en el 2014: el 82% de los electores de Crimea fueron a las urnas y casi el 97% de los votantes se pronunció a favor de la reunificación con Rusia. Rusia no "hizo" nada. Simplemente aceptó la voluntad de un pueblo que histórica y culturalmente es parte de Rusia.

Igual es el caso respecto a Ucrania; los autores no dan detalles, simplemente referencian los hechos como si todo el mundo ya supiera y estuviera de acuerdo. Alguien debería informarle a los editorialistas que los eventos desenvueltos en Ucrania han sido una vez más responsabilidad de los EE.UU. provocando un golpe de estado e incitando un enfrentamiento contra Rusia, pueblo hermano de Ucrania, sólo para perjudicar el crecimiento y protagonismo de esta nación. Lo más indignante es que todo este conflicto, toda esta sangre derramada, es por una única razón: EE.UU. quiere seguir siendo el eje del Imperio y no acepta que otras naciones propongan e impulsen un modelo multipolar y respetuoso de la soberanía y autodeterminación de cada pueblo.


Según los autores, "Putin está en lo correcto de que únicamente un gobierno estable y seguro permitirá a los refugiados sirios regresar a sus hogares". En vez de perseguir el derrocamiento del presidente sirio, Bashar Asad, "América debería buscar poner fin a esta guerra con un acuerdo menos dramático y menos satisfactorio" para sus intereses, insisten.

Además, "Rusia tiene una influencia en Siria de la que América carece: una presencia militar sobre el terreno, un vínculo con un régimen en Damasco que es débil, pero aún funcional, relaciones fluidas con los Gobiernos iraní e iraquí, y un acuerdo para compartir información de inteligencia con ambos que también podría incluir a aliados iraníes como Hezbolá".

Por el contrario, "EEUU tiene cientos de aviones y miles de tropas en la región, así como fuertes vínculos con los kurdos, pero tiene pocos vínculos con Irán, una relación complicada con el débil Gobierno iraquí, una inteligencia muy pobre en Siria y un programa de entrenamiento militar para la oposición moderada siria —reconocido como un fracaso completo- que ha sido abandonado".


Comentario: Siendo el New York Times no esperábamos mucho más que esto. La visión de los autores, aunque en el título parecen plantear una premisa sensata, está basada fundamentalmente en argumentos falsos. Toda la descripción y análisis que efectúan sobre la situación en Siria es falaz.
  • Rusia no tiene "influencia" en Siria, Rusia apoya y colabora con el gobierno Sirio a pedido de éste.
  • El vínculo con Damasco no es "débil"; esto suena más bien a una expresión de deseo que a un hecho concreto.
  • Rusia no tiene "aliados" en Hezbolá. Los autores no pierden oportunidad de ensuciar a Rusia con comentarios al paso sin prueba alguna.

Por ese motivo, "con las debidas garantías y cautela, una amplia coalición regional debería ser una poderosa herramienta contra el Estado Islámico" y "los políticos estadounidenses deberían reconocer estas realidades y utilizar todos los activos aún disponibles para avanzar en sus objetivos humanitarios y antiextremistas".


Comentario: ¡Por favor, no seamos hipócritas! Tales objetivos no existen, no existieron, y no existirán jamás para el gobierno estadounidense. Los únicos objetivos e intereses de EE.UU. en la región son geopolíticos. La dominación y el control del Medio Oriente ha sido siempre su norte y nada tiene que ver con liberar pueblos y promover la paz. Si hasta ahora EE.UU. no ha lastimado al EI es porque simplemente no le convenía dañar a su punta de lanza en Siria destinada a desestabilizar estratégicamente la región y eventualmente derrocar a Assad.


Estados Unidos, para los autores, debería establecerse "dos metas en Siria: la primera, traer orden a aquellas partes del país que el Estado Islámico no controla; la segunda, esforzarse en construir una coalición de fuerzas que pueda contener al Estado Islámico y, eventualmente reemplazarlo", escriben al precisar que "la 'intrusión' de Rusia podría ofrecer una oportunidad para conseguir ambas".


Comentario: "Intrusión", más eufemismos para denunciar una "malicia rusa" que es absoluta y probadamente inexistente...


"Solo una coalición regional sería capaz" de contener al EI: "trabajando juntos, Washington y Moscú podrían sacar ventaja de sus respectivos vínculos con las potencias regionales que actualmente tienen la fuerza y el espacio de maniobra para actuar: Turquía, Arabia Saudí, Irán, Irak, los Estados del Golfo y los kurdos", comentan.


Comentario: Putin viene proponiendo armar una coalición a la cual, por supuesto, invitó a participar a EE.UU.. ¿Por qué no ha ocurrido hasta ahora? ¿Por qué Obama ha rechazado categóricamente tal exhortación? Pues en primer lugar porque el EI es el brazo armado de EE.UU. en la región y ha sido financiado y entrenado por éste. En segundo lugar, secundar una iniciativa rusa sería reconocer su superioridad estratégica y moral, y eso es algo que al parecer los psicópatas en el gobierno norteamericano jamás van a aceptar.


Aunque "cualquier coalición tendría sus tensiones internas —sobre todo entre Turquía y los kurdos- la presión combinada de Rusia y EEUU ayudaría a convencer a todas las partes a centrarse en el Estado Islámico hoy y dejar otras preocupaciones para más tarde".

Para ello, explican, EEUU tendría que "dejar de lado los prejuicios y la acalorada retórica política": "Rusia no se entromete en Siria, ha estado allí durante décadas, como EEUU ha estado en Oriente Medio más de 60 años", detallan al recordar que Washington tiene una presencia mucho mayor en la región.

Otro de los motivos que señalan Adams y Walt es que "actualmente ambas potencias tienen interés en la estabilidad regional", ya que los movimientos yihadistas significan una amenaza tanto para Estados Unidos como para Rusia.


Comentario: Puede que ambos deseen la estabilidad, pero son estabilidades diferentes las que ambos anhelan. La "estabilidad" estadounidense se define como total dominio sobre la región por parte de ellos y sus aliados (Israel, Arabaia Saudita, etc). Esto implica la aniquilación de cualquier oposición, sea esta de naturaleza belicosa o pacífica. En cambio la "estabilidad" como la entiende Rusia es una relación equitativa entre todas la naciones de la región basada en el respeto por la soberanía e intereses de cada una. Esta forma armónica de existencia garantizaría una vida pacífica y productiva para todos los habitantes de esta zona. La palabra clave en la definición de "estabilidad" rusa es equilibrio. Esto implica que todas la naciones, sean estas grandes o pequeñas, ricas o pobres, débiles o poderosas, se relacionen en igualdad de condiciones.


"Un esfuerzo combinado ruso-estadounidense (...) no es un remedio perfecto, pero una superposición parcial de los intereses estadounidenses y rusos es la ruta más prometedora hacia una solución", concluyen los autores, que reclaman a los políticos estadounidenses "reconocer que la guerra fría se terminó" y que actúen como estadistas.
Gordon Adams es un a profesor emerito de Relaciones Internacionales en la American University.
Stephen M. Walt es unprofesor de Asuntos Internacionales en Harvard.