Traducido por el equipo de Sott.net en español

El mundo está obsesionado con los incendios forestales en Hollywood que queman las mansiones de las estrellas. Con suprema ironía, algunos de ellos pertenecen a quienes ayudaron a recaudar millones de dólares para el ejército israelí que ahora está quemando las casuchas de Gaza.
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© AFP / Mahmud HamsUna explosión sobre el edificio de la televisora dirigida por Hamás, al-Aqsa TV, en la Franja de Gaza, durante un ataque aéreo israelí, noviembre 12, 2018
Los guerreros de Hollywood tienen seguro, por supuesto, y también otros hogares, a veces muchos de ellos. Los habitantes de las casuchas de Gaza no tienen ni lo uno ni lo otro.

Los valientes bomberos de California están bien equipados y tienen a sus espaldas el viento de esperanza de millones de simpatizantes. No hay bomberos en Gaza.
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© Friends of Israel Defence Forces
Gerard Butler: Regresé a mi casa en Malibú después de evacuar. Tiempos tristes en California. Inspirado como nunca por el valor, espíritu y sacrificio de los bomberos. Gracias @LAFD. Si pueden, apoyen a estos valientes hombres y mujeres en SupportLAFD.org.
Lamentablemente, las casuchas de Gaza las conozco muy bien, desde mucho antes de que existiera Hamás. De hecho, vi nacer a Hamás, e Israel fue la partera. Yo era camarada de Yasser Arafat, entonces presidente de la laica OLP, un nacionalista árabe, cuyo comité ejecutivo estaba formado por nacionalistas árabes e izquierdistas alineados con Moscú, como el FPLP dirigido por el difunto Dr. George Habash.
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George Galloway y Yasser Arafat
Israel temía este espíritu de la época en el mundo árabe, por lo que se dirigieron a los islamistas, como los británicos habían hecho antes para socavar al Presidente Nasser de Egipto. La Hermandad Musulmana, un cliente de los británicos en Egipto, tenía hermanos en Gaza, por supuesto. Esos hermanos se convirtieron en Hamás con la plena cooperación de Israel.

Vi con mis propios ojos el desarrollo abierto del islamismo en Gaza, una espátula contra Arafat y la OLP. Mientras que las cárceles (y los cementerios) estaban llenos de hombres de la OLP, las carreteras estaban repletas de vehículos de la sociedad islamista. Las comunidades fueron atendidas por escuelas islámicas, hospitales e instituciones de la sociedad civil de todo tipo. Permitido, alentado, a veces financiado por Israel. Era dividir y gobernar en perfecta armonía.

Por supuesto, eso fue hace casi 40 años y ninguno de los líderes de Hamás de aquel entonces sigue vivo; murieron de un modo u otro. El Hamás que Israel pensó que se estaba convirtiendo en un cliente, desde hace mucho tiempo que superó ese papel y ahora es una formidable fuerza de combate que puede ser masacrada desde el aire, por supuesto (junto con cualquier persona cercana); pero sobre el terreno, cara a cara, no tanto.

Mientras se mantenía un alto el fuego y se celebraban conversaciones de paz en El Cairo entre Israel y Hamás, Netanyahu envió un comando encubierto de las fuerzas especiales a Gaza para asesinar a un comandante militar de Hamás y en el tiroteo un comandante israelí fue asesinado. Y se desató el infierno. Mientras escribo, los perros de la guerra se desatan y se ha sembrado el caos.

Los misiles de Hamás, cada vez más precisos, se han disparado con mayor precisión y en mayor cantidad. Los aviones de guerra israelíes están bombardeando y disparando cohetes como si no hubiera un mañana (con una garantía ilimitada más allá de la de Donald Trump). Esta semana, el canal de televisión palestino Al Aqsa fue destruido en un ataque aéreo del que el gobierno israelí se jactó en Twitter. Al igual que en la televisión yugoslava en Belgrado, como la emisora de televisión Al Jazeera en Bagdad, la matanza de señoras que sirven el té, departamentos de maquillaje, operadores de cámara y, por supuesto, periodistas, sólo ha provocado un silencio pétreo en los medios de comunicación occidentales.

El cuarto poder, justamente escandalizado por el secuestro, la tortura, el asesinato y el desmembramiento del columnista del Washington Post Jamal Khashoggi, no se ha visto afectado por el desmembramiento de periodistas palestinos.

La solidaridad de los medios de comunicación, desencadenada por Donald Trump al retirar las credenciales de la Casa Blanca del periodista de la CNN Jim Acosta, de quien ninguno de nosotros había oído hablar, y que trabaja para una emisora que ninguno de nosotros ve jamás, fue impresionante. El derrame de la sangre de las maquilladoras de la televisión palestina ni siquiera ha salido en las noticias, especialmente en la CNN.

Para ellos, al igual que para las otras máquinas occidentales de noticias falsas, el reloj empieza a hacer tictac cuando Israel lo indica y cuando Israel "responde". Que la respuesta sea una respuesta a una provocación no importa ni una pizca ni un tilín.

En cualquier caso, nadie que trabaje en los medios de comunicación occidentales hoy en día sabe o le importa que la causa fundamental de esto es la existencia del enclave de alambre de púas llamado Gaza.

Dos millones de palestinos encerrados en una pequeña franja de tierra (llamada la Franja de Gaza por una razón) sin ninguna garantía de entrada o salida y rechazados abrumadoramente. El ochenta por ciento de esos dos millones son refugiados allí, mientras miran a través del alambre de púas en su propia propiedad, ahora ocupada por otros. Cuando se acercan a la valla son despiadadamente despedazados por francotiradores.

Desde marzo, decenas de miles de palestinos han resultado heridos en la valla de Gaza. Cientos de personas han sido asesinadas, entre ellas niños, mujeres, enfermeras y, por supuesto, la prensa. Cientos de miembros han sido amputados, muchos han quedado ciegos y sin ojos en Gaza. Estaban desarmados, en su "propio territorio" y no habían alcanzado remotamente la valla que, de forma totalmente unilateral, los israelíes han demarcado como su frontera.
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© Mahmoud HamdaAnwar al-Ghandour, un bebé de ocho meses de edad, muere por inhalación de gas, mayo 2018
A lo largo de los últimos diez años o más, los palestinos de Gaza han soportado el frío extremo en invierno y el calor abrasador en verano, con suministros de electricidad deliberadamente racionados y controlados por Israel. A menudo no hay ninguno, en el mejor de los casos cuatro horas al día de electricidad. Los suministros médicos y los alimentos perecen con frecuencia cuando falla la refrigeración.

Israel también controla el suministro de agua y la mayor parte de Gaza nunca tiene acceso a agua potable limpia.

Incluso el mar frente a Gaza está implacablemente controlado, con abundantes poblaciones de peces que sólo pueden ser aprovechadas por los pescadores a riesgo de sus vidas, que con frecuencia pierden.

Es un gueto de sufrimiento supurante. Es una crucifixión de toda una población. Pero no es toda la historia.

Toda la historia se remonta a mucho antes y está fuera del alcance de este artículo. Palestina ya no existe, ha sido borrada del mapa. Su pueblo está disperso por los cuatro rincones de la tierra como exiliados y refugiados, o vive en los bantustanes de Cisjordania, en la Ciudad Santa de Jerusalén anexionada ilegalmente, o en la asediada Gaza. Hasta que esto se resuelva y mientras un solo palestino siga vivo habrá resistencia, habrá problemas. Es esta historia que todos los gobiernos del mundo y todas sus instituciones han fracasado singularmente en abordar de manera significativa.

Y así, por ahora y para el futuro, habrá muchos lamentos, rasgaduras de vestiduras y crujir de dientes en la Tierra Santa.
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© Mustafa Hassona/AnadoluEl palestino de 20 años de edad, A'ed Abu Amro, hace frente al fuego de los francotiradores de las FDI el 22 de octubre de 2018. Dos semanas después, un francotirador israelí le disparó en la pierna...