La finalización, la semana pasada, del estado de excepción declarado hace dos meses respecto del proceso eruptivo del volcán Cotopaxi, no debe ser interpretada por los ciudadanos como una indicación para bajar la guardia.
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Se trata de una decisión administrativa que no debe crear ninguna duda ni distracción sobre la necesidad de que los pobladores de las zonas en riesgo se informen y tomen precauciones frente a distintos escenarios de un fenómeno natural cuya dimensión es difícil de predecir.

Por eso, es satisfactorio observar que la coordinación de las autoridades responsables se cumple en distintos niveles. Y, además, que la población y especialmente los estudiantes participan con entusiasmo y atención.

También se ha venido informando sobre las obras de prevención que las distintas instancias del Estado cumplen para proteger la operación y el suministro de los servicios básicos, así como el cuidado de la infraestructura, en la medida en que esto sea posible.

La más alta autoridad del Instituto Geofísico ha creído del caso recordar a los ciudadanos que el proceso eruptivo sigue y que no hay que desmayar en las tareas preventivas. Y tiene mucha razón: con toda la información de la que sea posible disponer, debemos hacer nuestros mayores esfuerzos en todas las instancias para enfrentar con los menores daños posibles un fenómeno del que no debemos dejar de estar pendientes.