(España) - Extraordinario y sentido artículo de opinión uno de nuestros más brillantes columnistas -el escritor y pintor Ignacio Fernández Candela- que no sólo refrenda la investigación que La Tribuna de España está llevando a cabo, prácticamente solos y con toda "la prensa del sistema" dando la espalda a los padres de Lucía -de manera cómplice con la injusta decisión de la Audiencia de Málaga- sino que, además, se solidariza con el dolor y la angustia de unos padres a quienes conocemos bien, de quienes sabemos su dolor, su buena fe, la rectitud de sus intenciones y el desamparo en el que se encuentran.
Lucía Vivar con sus padres
Lucía Vivar con sus padres
La Tribuna de España no cierra el caso. Seguiremos investigando hasta saber quién asesinó a la pequeña Lucía.

------------------------------------------------------------

En el colmo de la inobservancia de la ética y de la moral que caracteriza este siglo XXI desquiciado, no hay peor indicador de corrupción en una sociedad que la impresión de que los ciudadanos honrados están indefensos ante una Justicia ineficiente o permeable a la prevaricación.

Para unos padres luchadores, Almudena Hidalgo y Antonio Vivar, no podía empeorar más esa percepción de injusticia, sumada al insondable dolor por la pérdida de su hija, que el archivo de la causa acerca de la muerte de Lucía Vivar.

¿Quién mató a la niña Lucía Vivar Hidalgo? Así habría que preguntárselo sin ambages, a tenor de las muchas evidencias que exponen indicios de criminalidad donde otros son incapaces de verlos.

Una criatura de tres años a merced de estos tiempos hostiles que se enmarañan con acerba predisposición en la indiferencia por la tragedia y la proliferación de la conciencia incompetente, deja en evidencia las carencias de una Justicia que parece dar la espalda a los más indefensos con extrañas conclusiones periciales.

No son pocos los expertos que aseguran la evidencia de indicios criminales en el fallecimiento de Lucía. La incoherente caminata durante bastantes kilómetros y la suposición de que fuera atropellada por un tren, al descansar sobre las vías, son vergüenzas suficientes para cuantos sostienen la voluntariedad de Lucía para marchar extraviada hacia su propia muerte accidental.

La Tribuna de España ha realizado una pormenorizada exposición de datos que -junto a la visión del eminente médico forense, Luis Frontela- refutan la simplista explicación y deficitaria autopsia que ha aceptado la Audiencia de Málaga para archivar la causa.

Si ni siquiera se observa negligencia evidente por el operativo insuficientemente desplegado, cuánto más es constatable una mente criminal que pudo acabar con la vida de Lucía, quien posiblemente fue asaltada para reducirla con cloroformo; así se explica el hallazgo, en las inmediaciones del lugar de su desaparición, de un bote que contenía la sustancia paralizante.

Las cuantiosas pruebas son conducentes a la lógica de los hechos que, sin embargo, han sido rechazadas en sede judicial. ¿A qué atenerse tras estos horripilantes fallos ausentes de lógica y debida prudencia por la dignidad de una niña presuntamente asesinada?

Las pruebas son concluyentes para que, al menos, la sospecha requiera una exhaustiva y amplia investigación por requerimiento judicial. Con solo examinar las muchas incongruencias del caso que desmienten el criterio errático por el que se ha cerrado en falso una causa evidente, debería dar mucho más de sí la búsqueda de la razón verdadera por la que falleció un ser tan inocente.

Desde luego que existe profesionalidad en la inmensa mayoría de jueces que en España han de interpretar las leyes con el mayor tino, sin dejarse convencer por las falsas apariencias o por la corriente de pensamiento único que tiende a relativizar la moral, o por factores condicionantes que repercuten en su labor, pero hay sensibilidades que deberían preponderar para administrar verdadera Justicia y proteger al inocente. Decisiones de esta índole desafortunada están supeditadas al examen público que se escandaliza cuando la justicia parece impedir el verdadero desarrollo y arraigo de la verdadera Justicia. Quizá las "poderosas influencias" reflejan la propia indefensión de la judicatura para administrar libremente.

Decisiones así son un irresponsable motivo para despertar la imaginación criminal y que encuentre en la propia angostura de la ilógica jurídica la mejor coartada para volver a matar.

La complicidad de la injusticia es el revulsivo más eficiente para volverlo a intentar. Ciertamente, para ser un buen juez hay que estar hecho de unamadera muy especial, o en su defecto, de puro hueso y carne, si acaso mente en apariencia con ausente conciencia. En algunos no da para más y con los tiempos que corren no hay que esperar menos, desgraciadamente. Lo que no es óbice para denunciar este aberrante fracaso de la conciencia colectiva con exponente en los juzgados.

Desde aquí expreso, una vez más, la solidaridad de La Tribuna de España en apoyo de unos padres heroicos cuyo desempeño de amor sigue manifestándose en la lucha por la dignidad de Lucía.