Traducido por el equipo de SOTT.net

En las últimas semanas he visto una interesante falacia narrativa que se vende al público en general cuando se trata de los designios de los globalistas. Los principales medios de comunicación y otros están sugiriendo abiertamente que en realidad está bien oponerse a ciertos aspectos de grupos como el Foro Económico Mundial. Te dan permiso para estar preocupado, sólo que no te atrevas a llamarlo conspiración.
android
Esta propaganda es una desviación de las negaciones abyectas que estamos acostumbrados a escuchar en el Movimiento Liberal durante la última década o más. Todos nos hemos enfrentado a la disonancia cognitiva habitual: las afirmaciones de que los grupos globalistas "sólo se sientan a hablar de aburridos temas económicos" y nada de lo que hacen tiene relación con la política mundial o con tu vida cotidiana. En algunos casos incluso se nos dijo que estos grupos de élites "no existen".

Ahora, los medios admiten que sí, que tal vez los globalistas tengan algo más que una pequeña influencia sobre gobiernos, políticas sociales y resultados económicos. Pero lo que no gusta a la corriente dominante es la afirmación de que los globalistas tienen intenciones nefastas o autoritarias. No es más que un disparatado discurso conspiranoico, ¿verdad?

La razón del cambio narrativo es obvia. Demasiadas personas fueron testigos de la verdadera agenda globalista en acción durante los bloqueos pandémicos y ahora ven la conspiración como lo que es. Los globalistas, a su vez, parecen haberse sorprendido al descubrir que muchos millones de personas se oponían a los mandatos y que las negativas a cumplirlos eran claramente mucho mayores de lo que esperaban. Siguen tratando de imponer su marca de temor covidiano, pero ahora muchos ven que el emperador está desnudo.

No consiguieron lo que querían en Occidente, que era una tiranía médica perpetua al estilo chino con pasaportes de vacunas como norma. Así que la estrategia globalista ha cambiado y están tratando de adaptarse. Admiten un cierto nivel de influencia, pero fingen como si fueran benevolentes o indiferentes.

La respuesta a esta mentira es relativamente sencilla. Podría señalar cómo el Klaus Schwab del FEM saboreó la emoción del brote pandémico inicial y declaró que la covid era la "oportunidad" perfecta para iniciar lo que el FEM llama el "Gran Reinicio".

También podría señalar que la visión de Klaus Schwab del Reinicio, lo que él llama "4ª Revolución Industrial", es un auténtico mundo de pesadilla en el que la Inteligencia Artificial lo dirige todo, la sociedad se condensa en enclaves digitales llamados "ciudades inteligentes" y la gente está oprimida por los impuestos sobre el carbono. Podría señalar que el FEM apoya activamente el concepto de "Economía Compartida" en la que "no poseerás nada ni tendrás privacidad" y supuestamente serás feliz por ello, pero sólo porque no tendrás otra opción.

Pero de lo que realmente quiero hablar es del proceso mediante el cual las élites esperan alcanzar su época distópica, así como de la mentalidad globalista que se presta a los horrores de la tecnocracia. La ingenua suposición común entre los escépticos de la conspiración es que los globalistas son seres humanos normales con los mismos impulsos y deseos limitados que el resto de nosotros. Puede que tengan cierto poder pero los acontecimientos mundiales siguen siendo aleatorios y ciertamente no están controlados.

Esto es una falacia. Los globalistas no son como nosotros. No son humanos. O, mejor dicho, desprecian a la humanidad y pretenden acabar con ella. Y, por ello, tienen aspiraciones totalmente distintas a las de la mayoría de nosotros, entre las que se incluyen aspiraciones de dominio.

No se trata de personas normales con conciencia, ética o empatía. Su comportamiento es mucho más parecido al de los psicópatas y sociópatas de alto funcionamiento que al de la gente corriente de la calle. Lo vimos claramente durante los confinamientos por covid y los despiadados intentos de imponer pasaportes de vacunas; sus acciones delatan su juego a largo plazo.

Echa un vistazo a los comentarios de la primera ministra de Nueva Zelanda y asistente al FEM, Jacinda Ardern, de hace un año. Admite la táctica deliberada de crear un sistema de clases de dos niveles dentro de su propio país basado en el estado de vacunación. No hay remordimiento ni culpabilidad en su conducta, está orgullosa de tomar tales medidas autoritarias a pesar de los numerosos estudios que demuestran que los mandatos son ineficaces.


Más allá de la respuesta a la covid, sin embargo, sugiero a las personas que niegan la conspiración globalista que se sumerjan más profundamente en las raíces filosóficas de organizaciones como el FEM. Toda su ideología puede resumirse en un par de palabras: futurismo y divinidad.

El futurismo es un movimiento ideológico que cree que todas las "nuevas" innovaciones, sociales o tecnológicas, deben suplantar a los anteriores sistemas existentes en aras del progreso. Creen que todas las viejas formas de pensar, incluidas las nociones de principios, herencia, sistemas de creencias religiosas, códigos de conducta, etc. son muletas que frenan la grandeza de la humanidad.

Pero, ¿cuál es la grandeza que buscan los futuristas? Como ya mencioné, quieren la divinidad. Una era en la que el mundo natural y la voluntad humana sean esclavizados por las manos de unos pocos elegidos. Caso en cuestión: la siguiente presentación de 2018 del "gurú" del FEM Yuval Harari sobre el futuro de la humanidad tal como lo ven los globalistas:


Las conclusiones de Harari están arraigadas en sesgos elitistas e ignoran numerosas realidades psicológicas y sociales, pero podemos dejarlas de lado por un momento y examinar su premisa básica de que la humanidad tal como la conocemos ya no existirá en el próximo siglo debido a la "evolución digital" y el "jaqueo humano."

La base de la visión del FEM se construye sobre la idea de que los datos son el nuevo santo grial, la nueva conquista. Es algo sobre lo que ya he escrito extensamente en el pasado (consulta mi artículo "Inteligencia Artificial: Una mirada secular al anticristo digital"), pero es bueno verlo expresado con tanta arrogancia por alguien como Harari porque es una evidencia innegable: los globalistas piensan que van a construir una economía y una sociedad completamente centralizada basada en los datos humanos en lugar de la producción. En otras palabras, TÚ te conviertes en el producto. El ciudadano medio, sus pensamientos y sus comportamientos, se convierten en valores en el comercio.

Los globalistas también creen que los datos son más valiosos porque pueden ser explotados para controlar los comportamientos de las personas, para jaquear cuerpo y mente con el fin de crear marionetas humanas, o crear superseres. Sueñan con convertirse en pequeños dioses con conocimientos omnipotentes. Yuval incluso proclama con orgullo que el diseño inteligente ya no será el reino de Dios en el cielo, sino del nuevo hombre digitalizado.

Aunque Harari habla de boquilla de "democracia" frente a "dictadura digital", a continuación afirma que la centralización puede convertirse en el sistema de gobierno de facto. No lo dice porque tema la dictadura, sino porque esa ha sido siempre la intención del FEM. El globalista argumenta que no se puede confiar en que los gobiernos mantengan el monopolio del manantial digital y que alguien tiene que intervenir para regular los datos; pero "¿quién lo haría?", se pregunta.

Él ya conoce la respuesta. La ONU, un edificio globalista, ha dicho sistemáticamente que debería ser el organismo rector que tomara el control de la regulación de la IA y los datos a través de la UNESCO. Es decir, Harari se hace el tonto, sabe que quienes entrarán a controlar los datos son gente como él.

En ningún momento del discurso de Harari sugiere que cualquiera de estos desarrollos deba ser obstruido o detenido. En ningún momento plantea la idea de que la digitalización de la humanidad sea un error y que haya otras formas mejores de vivir. De hecho, se burla del concepto de "volver" a las viejas costumbres; sólo el futuro y la Tabula Rasa (pizarra en blanco) son prometedores para los globalistas, todo lo demás es un impedimento para sus designios.

Pero aquí está la cosa, lo que los globalistas están tratando de lograr es una fantasía. Las personas no son algoritmos, a pesar de lo mucho que a Harari le gustaría que lo fueran. Las personas tienen hábitos, sí, pero también son impredecibles y propensas a despertares repentinos y epifanías en momentos de crisis.

Los psicópatas tienden a ser personas robóticas, que actúan impulsivamente pero también de forma muy predecible. Carecen de imaginación, intuición y previsión, por lo que no es de extrañar que organizaciones de psicópatas como el FEM concedan un valor tan obsesivo a la IA, los algoritmos y una fría evolución tecnocrática. No ven su Shangri-La de datos como el futuro de la humanidad; lo ven como SU futuro, el futuro de los no humanos, o los antihumanos, por así decirlo.

¿Quién producirá todos los bienes, servicios y necesidades de este nuevo mundo? Bien, todos nosotros, los peones, por supuesto. Claro, los globalistas ofrecerán grandes promesas de una economía de producción impulsada por robots en donde la gente no necesitará realizar trabajos serviles, pero esto será otra mentira. Seguirán necesitando gente para plantar las cosechas, mantener las infraestructuras, ocuparse de la fabricación, luchar por ellos, etc., sólo que necesitarán menos de nosotros.

En el fondo, una economía basada en datos es una economía dependiente de la ilusión.

Los datos son vaporosos y a menudo carecen de sentido porque están sujetos a los prejuicios de quien los interpreta. Los algoritmos también pueden programarse según los sesgos de los ingenieros. No hay nada inherentemente objetivo en los datos: todo depende de las intenciones de las personas que los analizan.

Por ejemplo, para utilizar la anécdota de Harari de un algoritmo que "sabe que eres gay" antes que tú; cualquier grupo retorcido de personas podría simplemente escribir el código de un algoritmo que dijera a la mayoría de los niños fácilmente manipulables que son gays, incluso cuando no lo son. Y, si eres lo suficientemente crédulo como para creer que el algoritmo es infalible, entonces se te podría hacer creer que numerosas falsedades son ciertas y convencerte de que te comportes en contra de tu naturaleza. Has permitido que un fantasma digital sesgado dicte tu identidad, y te has hecho "jaqueable".

Mientras tanto, los elitistas se hacen ilusiones en superar sus limitaciones mortales "jaqueando" el cuerpo humano, así como leyendo la mente de las masas y prediciendo el futuro basándose en las tendencias de los datos. Se trata de una obsesión que ignora el azar impredecible del alma humana, ese mismo elemento de conciencia y de imaginación del que carecen los psicópatas. Es algo que no se puede jaquear.

La legitimidad del sistema basado en datos y el jaqueo de la humanidad al que aspira el FEM es menos importante que lo que se pueda convencer a las masas. Si en un futuro próximo se puede convencer al ciudadano medio de que se implante su teléfono móvil en el cráneo, entonces sí, la humanidad podría llegar a ser jaqueable de forma rudimentaria.

Los algoritmos suplantarán entonces a la conciencia, la empatía y los principios. Y, sin estas cosas, toda la moralidad se vuelve relativa por defecto. El mal se convierte en bien, y el bien en mal.

Del mismo modo, si se puede persuadir a la humanidad para que deje sus móviles y viva una vida menos centrada en la tecnología, entonces el imperio digital de los globalistas se derrumba con bastante facilidad. No hay ningún sistema que las élites puedan imponer que haga realidad su consciencia digital sin el consentimiento del público en general.

Sin un vasto marco global en el que la gente acepte de buen grado los algoritmos en lugar de su propia experiencia e intuiciones, la religión globalista de la centralización total muere. El primer paso es aceptar que la conspiración existe. El segundo paso es aceptar que la conspiración es maliciosa y destructiva. El tercer paso es negarse a acatarla, por cualquier medio que sea necesario.
Si quieres apoyar el trabajo que hace Alt-Market a la vez que recibes contenido sobre tácticas avanzadas para derrotar a la agenda globalista, suscríbete a nuestro boletín exclusivo The Wild Bunch Dispatch. Más información AQUÍ.