El Comité de Investigación de Rusia señaló a la compañía de gas ucraniana Burisma como aparente vehículo de financiación de actividades terroristas en territorio ruso. La acusación podría suponer un problema para el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dados los vínculos de su hijo con dicha empresa.
Joe Hunter Biden
© AP Photo / Andrew Harnik
Los fondos recibidos a través de organizaciones comerciales, en particular la empresa energética ucraniana Burisma Holdings, se han utilizado en los últimos años para llevar a cabo actos terroristas en Rusia, señaló recientemente el Comité de Investigación ruso.

El papel de Burisma en la presunta trama llama la atención sobre el presidente estadounidense Joe Biden y su hijo Hunter, quienes formaron parte del Consejo de Administración de la compañía entre 2014 y 2019.

Lo anterior es potencialmente peligroso para Biden, asegura el exanalista de inteligencia de la CIA, Larry Johnson, para quien esta historia va más allá del aparente tráfico de influencias de la familia Biden.

El experto llamó la atención sobre el hecho de que, además de Hunter, un ex alto cargo de la CIA y exvicepresidente de Blackwater, Joseph Cofer Black, también formó parte de la junta directiva de Burisma.

El 15 de febrero de 2017, la prensa ucraniana informó de que Joseph Cofer Black, exdirector del Centro Antiterrorista de la CIA y embajador en misión especial para la lucha antiterrorista, se había incorporado al consejo de Burisma como consejero independiente. En una entrevista concedida al Kiev Post, Black declaró que el oligarca ucraniano Nikolai Zlochevsky le había invitado a formar parte del Consejo para que le orientara en relación con la "seguridad y la expansión estratégica" de la empresa.

"Antes de entrar en el consejo de Burisma, el señor Black también estaba en el consejo de un banco letón, y lo pusieron en el consejo supuestamente por lo que él describió como su experiencia en la lucha contra la financiación del terrorismo, es decir, el seguimiento del dinero que llega a los terroristas", dijo Johnson. "Dos años después, ese banco letón fue sancionado por su papel al no aplicar procedimientos adecuados para impedir la financiación del terrorismo".

Black se convirtió en nuevo miembro del consejo de Baltic International Bank (BIB) en noviembre de 2016, mientras que el 6 de diciembre de 2019, el regulador financiero de Letonia, la Comisión de Mercados Financieros y de Capitales (FKTK), multó al banco con 1,5 millones de euros por realizar una inspección in situ.

Según el regulador, el sistema de control del banco "no cumplía plenamente los requisitos normativos que rigen la prevención del blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo y su proliferación". En 2019, el banco fue multado con dos millones de dólares. Finalmente, fue cerrado en 2022 debido a su incapacidad para prevenir el blanqueo crónico de capitales.

Según el Organised Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), el propietario mayoritario y presidente de BIB, Valerijs Belokons, se reunió con Hunter Biden en Nueva York en 2014, de acuerdo con correos electrónicos del portátil del joven Biden.

Cabe destacar que Burisma también ha estado repetidamente en el punto de mira de los reguladores occidentales y ucranianos debido a sus turbios y poco transparentes planes financieros y al presunto blanqueo de capitales. En 2023, la empresa cerró sus operaciones.

"Una de las cosas a destacar es que cuando los investigadores del Congreso estadounidense intentaron hablar con un abogado que trabaja con Hunter Biden, la CIA les prohibió hablar con él", comentó Johnson. "Eso no tiene precedentes. Así que está claro que las actividades de Hunter Biden con Burisma junto a Cofer Black significan que Burisma estaba siendo utilizada probablemente por la CIA como medio para, al menos, mover dinero".

Según Johnson, las últimas revelaciones del Comité de Investigación ruso podrían llevar la saga de Biden en Ucrania en una "dirección drásticamente nueva".

Seguir el dinero y encontrar al culpable

El veterano de la CIA señaló que las empresas y organizaciones financieras internacionales se utilizan habitualmente para ocultar transferencias de dinero sospechosas.

"Normalmente, la factura falsa o una buena forma de pasar dinero es utilizar el comercio", explicó Johnson. "Así, por ejemplo, sucede con las tabacaleras, Philip Morris en particular. Vendían envases y cartones de cigarrillos a los narcotraficantes colombianos y, francamente, también a las organizaciones delictivas de Rusia y Ucrania. Y se los vendían a un precio más alto. Y luego las organizaciones criminales los revendían a un precio más bajo. Y entonces podían alegar que el origen del dinero que recibían procedía de la venta de cigarrillos, y no de la venta de estupefacientes".

Johnson explicó cómo podían establecerse rastros que vinculasen a los operativos terroristas con empresas e instituciones financieras mundiales.
"Hay que trabajar hacia atrás. Por ejemplo, los rifles, las armas de fuego que se utilizaron, estoy seguro de que tienen número de serie, o deberían tenerlo. Y si tienen un número de serie, se puede rastrear dónde se fabricó el arma. Y una vez que se ha establecido dónde se fabricó, se puede empezar a rastrear quién la compró. ¿A quién se la vendieron?", añadió.
Si se descubre a un sospechoso de terrorismo realizando frecuentes viajes al extranjero, los investigadores suelen investigar quién pagó los billetes y cómo se efectuó el pago. Cuando se trata de ciberdivisas como el bitcoin, la fuente puede establecerse rastreando las operaciones de blockchain, según el veterano de la CIA.

"Creo que Burisma [se utilizó] para pasar dinero a un contratista, a alguien que prestaba servicios a la empresa, y luego ese dinero pasa de ese individuo a los verdaderos terroristas. Así que dudo que se lo pasaran directamente a esa gente. Estoy seguro de que utilizaban un intermediario", sugirió.
Según Johnson, todas las miradas están puestas ahora en la investigación rusa sobre la financiación de actividades terroristas. Las numerosas pruebas que conectan los puntos y arrojan luz sobre los autores de alto perfil podrían suponer un desastre para algunos representantes de la élite política estadounidense.