Durante mucho tiempo las grasas saturadas fueron las malas de la película, y la recomendación señalaba una reducción de su ingesta para cuidar la salud. Sin embargo, desde hace un tiempo las grasas se están alejando del banquillo de los acusados y ahora, un nuevo estudio desvincula a las grasas saturadas del riesgo cardiovascular.
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Se trata de una revisión que evalúa el vínculo entre las grasas saturadas y el riesgo cardiovascular, así como la sustitución de las mismas por hidratos o por grasas insaturadas y su influencia en la prevención de enfermedades cardiovasculares.

La conclusión, se suma a la extraída de los estudios los últimos años: el consumo de grasas saturadas es menos influyente de lo que pensamos sobre el riesgo cardiovascular y aunque su sustitución por ácidos grasos poliinsaturados ofrece beneficios, la ingesta de grasas saturadas no puede asociarse a mayor riesgo.

Asimismo, se evidencia que el reemplazo de grasas saturadas por hidratos, especialmente por azúcar, incrementa el riesgo cardiovascular, al igual que la sustitución de grasas saturadas por grasas trans.

Por otro lado, es importante destacar que el estudio señala que diferentes alimentos con grasas saturadas pueden tener efecto distinto sobre el riesgo cardiovascular, debido en parte a la presencia de otros nutrientes en los mismos, tal es así que, los lácteos en general y aquellos fermentados particularmente, se asocian de manera neutral o inversa con el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular.

Por lo tanto, un nuevo estudio desvincula a las grasas saturadas del riesgo cardiovascular y concluye que aunque las recomendaciones de ingerir más frutas y verduras, más pescado, frutos secos y cambiar cereales refinados por integrales son la base de una alimentación cardiosaludable, no hay suficientes evidencias para aconsejar la reducción de grasas saturadas en el marco de dichos hábitos alimentarios.

Tal y como lo indica el nuevo consenso sobre grasas para la población española, no hay límite máximo para la ingesta de grasas saturadas, pues al parecer, no se puede afirmar su vínculo con un mayor riesgo cardiovascular.