Siempre tenemos nuestros básicos, ésos que venimos empleando porque nos sirven bien, pero siempre es posible hacerse con algo más que nos aporte lo que aún no teníamos o que mejore aquello con lo que ya contábamos.
© Museo BritánicoLao-Tzu (o Lao-Tsé), filósofo chino y padre del taoísmo, en una pintura del siglo 6 a.C.
Me gusta aprender de ideas nuevas y acceder a nuevas herramientas, especialmente al inicio de nuevas etapas. Los comienzos de año o de curso son un momento perfecto para pertrecharse con equipamiento renovado, aunque no siempre nos quedemos con todo lo que adquirimos ni lo pongamos en práctica de inmediato.
Estos días de comienzo de año he aprendido por ejemplo
las tres ideas que mi compañera Amparo Millán propone para planear y planificar el año nuevo, o las
claves de organización y gestión personal que Iván Entusiasmado comparte en esta concienzuda reseña de un libro de David Allen.
Hace unos 2500 años Lao-Tzu hablaba de cuatro virtudes cardinales, ésas que, de practicarlas a diario e integrarlas como modo de vida, nos facilitarían el acceso a la verdad universal, puesto que son parte de nuestra naturaleza más genuina y pura. Como a lo largo de la vida nos hemos ido distanciando de eso que realmente somos, aplicar estas virtudes diariamente nos conecta con la Fuente de la que venimos.
Las cuatro virtudes cardinales de Lao-Tzu representan el modo más seguro de dejar atrás hábitos negativos o poco saludables y excusas, para ayudarnos a reconectar con nuestra naturaleza más auténtica. Cuanto más armonizada está nuestra vida con estas cuatro virtudes, menos nos vemos arrastrados por el lado más descontrolado de nuestro ego.
Comentario: Lo invitamos a leer más del trabajo de Jordan Peterson en los siguientes enlaces: