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© MITLa estimulación magnética transcraneal no aplica electrodos ni requiere cirugía.
La aplicación de corrientes en una zona del cerebro reduce la capacidad de valorar las malas intenciones de los otros.

Un equipo de científicos ha encontrado la manera de convertir a las personas casi en seres amorales o, al menos, incapaces de valorar las buenas o malas intenciones de los demás. Aplicando una corriente eléctrica de baja intensidad mediante la técnica de estimulación magnética transcraneal (TMS) en una determinada zona del cerebro, neurólogos y psicólogos evolutivos del MIT y la Universidad de Harvard (EEUU) han impedido que un grupo de voluntarios juzgara correctamente varias situaciones.

Se conocía que la unión temporo-parietal derecha (situada en la parte posterior de la cabeza, por encima de la oreja) elevaba su metabolismo cuando la persona valoraba las creencias o intenciones de los otros. Pero se desconocía si tal elevación era necesaria para juzgar a los demás.

Los investigadores hicieron dos experimentos. En uno, tras inducir un campo magnético en esta zona del cerebro durante 25 minutos, mostraron varios supuestos a los participantes, por ejemplo, valorar un accidente con resultado de muerte, un envenenamiento accidental o un asesinato frustrado. En un segundo experimento, aplicaron la corriente durante 25 milisegundos al mismo tiempo que pedían a los sujetos su valoración.

En ambos casos, los participantes fueron más permisivos con los daños accidentales que con los intencionados. Pero su capacidad para valorar los malos actos frustrados, es decir, las malas intenciones, sí se redujo. De hecho, a todos les parecieron estas malas intenciones mucho más aceptables que los accidentes.

Para Liane Young, coautora de la investigación, publicada en PNAS, "tanto en los daños intencionados como en los accidentales, no hay conflicto entre la intención y el resultado. Pero para valorar un daño intencionado como malo únicamente se necesita el resultado". Sólo en el caso de discordancia, el cerebro busca en la unión temporo-parietal derecha. Su inhibición magnética dificultó a los 20 participantes acceder a esa zona donde los investigadores creen que se almacenan las creencias y opiniones sobre lo que está bien y lo que está mal. Por fortuna, los efectos sólo duraban unos 12 minutos.

Cerebros amorales

Otra de las piezas clave del puzle de la moralidad son las emociones. Young publicó la semana pasada otro trabajo relacionado en la revista Neuron. En esta ocasión, estudió a un grupo de personas con una lesión en la corteza prefrontal ventromedial (situada detrás de los ojos). En colaboración con investigadores de la Universidad del Sur de California, Young comprobó que eran incapaces de responder emocionalmente a un supuesto intento de asesinato. No tenían ningún problema en entender las intenciones del actor, pero no sabían si condenarlo moralmente o no. "Pueden leer sobre un intento de asesinato pero juzgarlo moralmente permisible porque no hubo daño", comenta Young.

Para los investigadores, hacer un juicio moral requiere dos procesos mentales. Uno, que se da en la unión temporo-parietal derecha, es el proceso del estado mental, la evaluación de la intención apoyada en creencias y valores. Mientras, la corteza prefrontal ventromedial se encarga de elaborar la respuesta emocional (aversión, rechazo, condena...) a la intención.

Young cree que estos hallazgos puede tener importantes implicaciones en el campo de la justicia. "Los miembros de un jurado toman decisiones basadas tanto en la información como en la intención y el resultado", recuerda.